“Si las paredes de los mataderos fueran de cristal todo el mundo sería vegetariano”. Esta sentencia de Paul McCartney cobra fuerza si nos atenemos a las informaciones que aporta un nuevo libro aparecido en Francia. Un ingeniero agrónomo, antiguo director del departamento de calidad de un matadero que servía carne a conocidos supermercados y empresas de comida rápida, desvela en su relato prácticas comunes en un matadero que demuestran una vez más que el afán de obtener beneficios económicos lleva en muchas ocasiones a cometer verdaderas barbaridades a las empresas agroalimentarias. Si el consumo de carne tiene un componente medioambiental que la hace poco recomendable, en términos de salud, sucesivos escándalos han logrado empeorar su imagen de forma contundente.
Si aún te quedan dudas de convertirte en un vegetariano más, el libro “Omertá en la carne. Un testigo habla” del francés Pierre Hinard, seguramente te ayudaría a dar el paso que te falta. Si no, al menos te hará pensar antes de comprar productos cárnicos en las grandes superficies comerciales y en los establecimientos de comida rápida más conocidos. Hinard ha profundizado en la trastienda de los mataderos que abastecen a varias empresas de distribución y restauración. Son empresas globales presentes en la mayoría de ciudades europeas (McDonalds, Alcampo, etc).
En su libro, el periodista francés indaga en la trastienda de la industria cárnica, especialmente en el matadero para el que trabajaba y que abastecía tanto a restaurantes de comida rápida como a supermercados de centros comerciales. Hinard trabajó durante varios años como responsable del servicio de calidad de un matadero antes de ser despedido por haber denunciado sistemáticamente y durante años numerosos incumplimientos de las normas de higiene que habían provocado intoxicaciones.
Pierre Hinard desvela todo lo que vivió en el matadero un año después del famoso escándalo de la carne de caballo. En su libro, relata las trampas que se practicaban en la empresa donde trabajó, principal proveedor de empresas como Auchan, McDoland’s y primeras marcas de productos cárnicos. Además, el autor afirma que por desgracia este tipo de prácticas se llevan a cabo en muchos otros mataderos y con la complicidad del Ministerio de Sanidad y los veterinarios, quienes guardan un silencio inexplicable.
El relato de Hinard es duro y produce náuseas: carne descongelada y vuelta a congelar, fechas de caducidad vencidas, etc. También cuenta que en el techo del matadero se acumulaban gusanos que, a veces, caían sobre la maquina de picar carne. El matadero reutilizaba la carne que le había sido devuelta por los supermercados que no la vendieron. Esta carne, que ya no reunía las garantías necesarias para volver a venderse, se reciclaba y se volvía a comercializar. También relata cómo carne que se acumulaba en el suelo del matadero pisoteada, era comercializada para la preparación de salsas, conservas pasteurizadas o latas de ravioli.
El mismo autor, como responsable de calidad, fue cómplice de muchas acciones de este tipo hasta que, en diciembre de 2008 tras hartarse de recibir denuncias por parte de restaurantes, y después de conocer un caso de intoxicación masiva en la que se incluían niños que habían consumido productos producidos en su matadero, comenzó a alertar a las autoridades sanitarias. Las denuncias de los restaurantes hacían referencia a reclamaciones de clientes que se habían intoxicado después de consumir productos producidos en el matadero para el que trabajaba como responsable de calidad. El autor del libro denuncia que los empleados, testigos directos de todas estas barbaridades, preferían guardar silencio. El motivo es el de siempre: no se puede poner en peligro a una empresa que emplea a 250 personas.
Acusado en varias ocasiones por sus jefes de calumnias, Pierre Hinard se convierte en un testigo valiente que denuncia lo que ha estado viendo y sufriendo durante años. Esta valentía le costó el puesto de trabajo y también le causó problemas con la justicia además de amenazas de sus antiguos jefes. Por todo esto, en su libro, Hinard exige que los trabajadores puedan denunciar a sus jefes desde el anonimato.
Actualmente, seis años después de su despido, Pierre Hinard se ha convertido en ganadero y posee una treintena de vacas a las que alimenta a base de hierba. Según afirma, la mejor solución para quienes deseen seguir consumiendo carne es adquirirla directamente al productor y, sobre todo, no consumir aquella carne y derivados cuyo mayor atractivo es su bajo precio.