La diabetes es, en esencia, un exceso de azúcar en la sangre.
Ocurre cuando el páncreas no produce insulina o, si lo hace, ésta es insuficiente o ineficaz.
La insulina es la hormona que estimula a la células a absorber y almacenar la glucosa (azúcar). Si la insulina no logra manejar la glucosa, el azúcar en la sangre llega a niveles anormales, causando estragos tales como exceso de producción de orina y sed, debilidad, fatiga, daño cardiovascular y renal.
Hay dos tipos principales de diabetes. El más grave y menos común es el tipo I, el cual afecta a los niños y a veces a los adultos jóvenes, por lo general menores de treinta y cinco años.
Puesto que las células pancreáticas productoras de insulina se destruyen gradualmente a causa de algún tipo de inmunorreacción, las personas afectadas por este tipo de diabetes deben inyectarse insulina, porque su páncreas prácticamente no la produce. La diabetes de tipo I se conoce también como insulinodependiente o diabetes juvenil. Recomiendo leer el articulo (diabetes: antidotos y remedios)
La amenaza mayor para la mayoría de los estadounidenses la constituye la diabetes de tipo II, la cual se manifiesta casi siempre después de los cuarenta años de edad.
Irónicamente, las personas afectadas por esta forma de la enfermedad suelen tener mucha insulina, pero ésta no cumple debidamente su función, porque las células son “resistentes” a ella.
Esa diabetes, conocida también como no insulinodependiente o de comienzo en la edad adulta, representa el 90 % de los casos y aflige a unos doce millones de stadounidenses, la mitad de los cuales quizá desconocen su estado. Recomiendo leer el articulo (diabetes, tipos de diabetes)
Puesto que la alimentación influye de manera importante sobre los niveles de azúcar en la sangre y sobre la insulina, los alimentos desempeñan un papel primordial en lo que se refiere a desencadenar, agravar o controlar la diabetes.
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