El término locura resulta bastante común en nuestra jerga popular. De hecho, muchas veces antes de pararnos a pensar qué le ocurre realmente a una persona que parece hacer gestos extraños o que está “hablando sola”, recurrimos a la tan conocida expresión “ese está loco” Sin embargo, aún en nuestros días, nadie parece tener claro qué significa esta palabra, o al menos qué trastornos engloba.
En general, la palabra locura se ha venido utilizando para clasificar a aquellas personas que mostraban comportamientos desviados de las normas sociales. En este caso, desviarse de la norma se entendería como salirse un poco de lo que la mayoría de las personas hacen o piensan, de su forma de entender y relacionarse con el mundo. Pero, ¿quién nos dice que en la normalidad no hay un punto de locura? ¿Hay alguien completamente normal o que sea el prototipo perfecto de la normalidad?
Sigamos. El vocablo “locura”, por tanto, estaría muy relacionado con el término “delirar” (del latín delirare, salirse del surco recto). Eran entonces aquellos que oían voces, que realizaban actos extraños o que razonaban de una forma poco común, los que eran catalogados como locos, y era casi mejor no acercarse a ellos.
Desde nuestro punto de vista, es obvio que se han descrito multitud de trastornos mentales, cada uno de ellos con sus respectivos síntomas y su determinado grado de gravedad. Sin embargo, aunque se ha tendido a relacionar a la esquizofrenia con la locura, tampoco parece del todo claro que esto sea así. Simplemente, parece que sus dramáticas y vistosas manifestaciones son las que nos acercan más a hablar de estas personas como “locas”, aunque si volvemos a la definición de locura como propia de aquella persona cuya conducta o sus pensamientos se salen de lo normal, parece ser que muchos más individuos estarían "metidas en el saco". Así, las personas gravemente deprimidas, las tremendamente ansiosas, las que padecen fobias o incluso las que sufren de insomnio también deberían ser etiquetadas de locas ¿no? Al fin y al cabo solo pequeños porcentajes de la población componen estos grupos en relación al resto de personas que no las padecen.
Un detalle más. Muchos artistas de la talla de Salvador Dalí o Leonardo Da Vinci también fueron considerados por muchos como locos. Su aportación creativa a la sociedad fue incuestionable, pero aún así no parecían resultar del todo cuerdos. Este hecho llama la atención, y es que tal y como comentamos en uno de nuestros artículos sobre la creatividad y el psicoticismo, el pensamiento creativo se asocia en cierto modo a lo que entendemos por locura.
Lamentablemente, la idea de llamar loco a cualquier persona que plantee ideas nuevas, que sea capaz de dar nuevos usos a las cosas o que muestre esperanzas en proyectos que para la mayoría parecen absurdos, está muy extendida entre nosotros. Es como si de algún modo no se nos permitiera soñar, luchar o innovar, como si salirse de “lo que todo el mundo hace, o piensa” fuera cuanto menos estúpido o una mera fantasía.
El caso es que, sea como fuere, las etiquetas que ponemos a los demás no deberían existir. Aunque algunas personas puedan padecer esquizofrenia, depresión o trastornos de la personalidad, lo que realmente hace de ellas personas trastornadas no es más que la limitación y el daño real que les causa la enfermedad en su día a día. Por eso, quizá no deberíamos menospreciar lo que estas personas están dispuestas a aportarnos, o al menos no caer en el error de catalogarlas como "locas". Al fin y al cabo, como dice el famoso refrán, “de poetas y de locos, todos tenemos un poco…”
foto|Jeroen van Oostrom