La Talidomida es un medicamento asociado a uno de los sucesos más lamentables de la medicina entre los años 1958 y 1963, que nunca deberían haber ocurrido y que podían haber sido evitados.
Estatua de Allison Lapper en Trafalgar Square
La historia de la Talidomida surgió cuando el Dr. Wilhem Kunz en 1953 sintetizó la molécula de la talidomida (Thalomid) para la compañía farmacéutica Ciba. Después de varios años de experimentación en monos, ratas, conejas y perras embarazadas, la compañía aseguró que el medicamento era inocuo y sin efectos secundarios. Finalmente el 1 de octubre de 1957 la compañía alemana Chemie Grunenthal lo comercializó como una nueva píldora para dormir con el nombre de “Contergan”. Este efecto sedante se recomendó para combatir la ansiedad, náuseas y vómitos de la mujer embarazada al mismo tiempo que ayudaba a conciliar el sueño. Y todo bajo el eslogan de que era “tan inocuo como un caramelo”, por este motivo se vendía sin receta y su uso se extendió rápidamente por Europa, África, América, Australia y Canadá. La talidomida se distribuyó en 50 países con 80 nombres comerciales y a finales de los años cincuenta era el tercer fármaco más vendido del mundo.
El problema de la Talidomida es que produce graves malformaciones en las extremidades del recién nacido. Cuando la talidomida es administrada durante las semanas 3 a 8 de la gestación sus efectos producen malformaciones. Esta malformación de los bebés afectados casi siempre ocurre a ambos lados y a menudo tienen malformaciones tanto en los brazos como en las piernas. En los casos más graves, los recién nacidos carecían por completo de extremidades. Además de las extremidades, el medicamento causaba malformaciones en los ojos y los oídos, el corazón, los genitales, los riñones y el tracto digestivo (inclusive los labios y la boca).Cerca del 40 por ciento de los bebés expuestos al medicamento muere antes o poco tiempo después del parto.
La primera aparición de una deformidad como consecuencia del fármaco sucedió el día de Navidad de 1956 en la ciudad alemana de Stolberg y ya en 1958 se aprecio en Alemania un aumento de niños nacidos con graves malformaciones. En principio se pensó en una contaminación radioactiva procedente de los ensayos nucleares de la Unión Soviética y los Estados Unidos, que llegaba a Alemania procedente de Siberia o el Pacífico. La hipótesis de que la talidomida era la causa de las malformaciones no llegó a descubrirse hasta 1961, cuando el doctor Widukind Lenz, pediatra del Hospital de la Universidad de Hamburgo comunicó 14 casos de dismelia (trastorno del desarrollo de las extremidades) cuyo posible origen era la talidomida. A los diez días de la observación del doctor Lenz, el 26 de noviembre de 1961 la compañía retiró oficialmente el fármaco del mercado alemán, en Inglaterra se hizo en diciembre del mismo año, en Canadá en marzo de 1962 y en España en enero de 1963.
Hay que destacar que en Estados Unidos la Dra. Frances Oldham Kelsey como funcionaria recién incorporada a la Food and Drug Administration (FDA) quiso tener más pruebas convincentes de la inocuidad del medicamento sobre los embriones humanos y al no encontrarlas nunca aprobó su utilización en los Estados Unidos. Situándose en una posición incómoda ante la presión ejercida por los abogados de la compañía Richardson-Merrel dispuesta a vender 10 millones de pastillas. Aun ante el impedimento de la Dra Kesley la compañía Merral distribuyó 2,5 millones de pastillas, como muestra, entre miles de doctores americanos. La consecuencia fueron 17 casos de malformaciones por talidomida, un daño muy pequeño en comparación con el de Europa, gracias a la acción profesional de la Dra. Kesley que situó a la FDA como primera autoridad mundial en seguridad de medicamentos.
Las repercusiones sociales no se hicieron esperar y el miedo se apodero de muchas embarazadas que tras enterarse de los efectos secundarios de la talidomida deseaban abortar alarmadas por el temor de dar a luz a un monstruo. Como el caso del matrimonio belga formado por Jean Vandeput y Suzanne Coipel que con 25 años dio a luz una niña (Corinne) gravemente afectada por deformidades en sus miembros superiores e inferiores. Ante la adversidad que supondría la vida de Corinne, el matrimonio conjuntamente con la ayuda del Dr. Jacques Castres la envenenaron a los siete días de nacer. Fueron juzgados y absueltos por un tribunal de Lieja tras un largo proceso emotivo que conmociono a toda Europa.
Las consecuencias desastrosas de la talidomida son difíciles de cuantificar exactamente, pero se calcula que aproximadamente 20.000 recién nacidos de todo el mundo sufrieron las consecuencias durante los 7 años que estuvo en el mercado el medicamento. El 40% de estos niños no llegaron al primer año de vida y actualmente sobreviven algo más de 5000. Curiosamente España fue el único de los 50 países afectados que no reconoció a ninguna víctima de la talidomida, alegando que en nuestro país no se comercializo el medicamento. La mayoría de los médicos españoles por miedo a las indemnizaciones a los afectados se negaron a certificar que habían recetado la talidomida. Pero la Agencia Nacional del Medicamento aseguro en 1980 que la talidomida estuvo en el mercado farmacéutico español entre 1957 y 1963 en España, siendo distribuido por las empresas farmacéuticas Pevya, Medinsa y Farmacológicos Nessa. Fue retirado un año después de haberlo hecho la compañía del fabricante y más de dos años después de hacerlo la mayoría de los países. Se calcula que podría haber afectado a unos 1500 recién nacidos.
En el año 2003 se fundó La Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (AVITE) con la intención de reclamar al gobierno español la atención denegada durante más de 50 años. Esta circunstancia ha propiciado que todos los casos españoles han tenido que sufragar los gastos médicos, ortopédicos, rehabilitadores y de apoyo psicológico sin la ayuda de ninguna institución estatal. AVITE considera como medidas básicas de atención, entre otras, el reconocimiento médico periódico y determinar, con la mayor exactitud posible que los actuales medios técnicos permitan, si sus afecciones provienen de la talidomida. No hay duda que si se hubiese empezado a valorar cuantitativamente sus consecuencias a temprana edad, seguido de una planificación de seguimiento, actualmente dispondríamos de unos valiosos datos que nos ayudarían a realizar una autentica valoración de las consecuencias fisiológicas de esta maldición. La consecuencia de esta falta total de pruebas da pie a que la farmacéutica alemana Grünenthal no considere como afectados a la mayoría de los casos, considerando que son consecuencias genéticas naturales, siendo difícil que los afectados cobren alguna indemnización.
El mecanismo de la acción de la talidomina aun es del todo desconocido. El misterio de la talidomina se ha mantenido durante más de 50 años, pues se desconocía como su efecto podía actuar sobre el crecimiento de las extremidades. Precisamente intentar resolver este misterio ha provocado que se conozca mejor como se desarrollan normalmente las extremidades en los seres humanos. Hiroshi Handa y sus colegas del Tokyo Institute of Technology descubrieron que la talidomida inhibe la actividad enzimática de la proteína cereblon, codificada en los humanos por el gen CRBN, situado en el cromosoma 3. Asociada a un retraso mental, como resultado de una mala regulación de los canales sodio-potasio en el cerebro durante su desarrollo. Fue una gran sorpresa observar que el gen CRBN también estaba implicado en el desarrollo de las extremidades, seguramente relacionado con su capacidad para producir el crecimiento de ligamentos. Aun tienen que realizarse más experimentos para descubrir exactamente como actúa.
Cuando el embrión tiene un tamaño de sólo un milímetro, y la madre ni siquiera sabe que está embarazada, necesita un aporte extra de oxigeno y nutrientes para crecer. En pocas semanas se produce un intenso crecimiento y a partir de la cuarta semana, todos los órganos y extremidades comienzan a desarrollarse. La molécula de talidomida llega al embrión a través de la placenta y si coincide con un periodo activo de desarrollo del feto la molécula inhibe el proceso de angiogenesis (formación de vasos sanguíneos nuevos), causando un aporte insuficiente de nutrientes y oxigeno a los órganos y extremidades en desarrollo. Se han dado casos en una pareja de gemelos idénticos donde un gemelo no ha sufrido ninguna alteración, mientras que el otro gemelo muestra severos defectos inducidos por la talidomida.
Es precisamente esta capacidad de la talidomida de inhibir el crecimiento de los vasos sanguíneos que la hacen útil en el tratamiento de algunos tipos de cáncer como el mieloma, melanoma, el sarcoma de Kaposi, los tumores cerebrales y el cáncer renal. Las células cancerosas al no recibir oxigeno y nutrientes no pueden seguir dividiéndose y terminan muriendo.