Por Rafael Aleixandre-Benavent y Antonia Ferrer-Sapena
El ser humano siempre ha sentido la necesidad natural de relacionarse y de comunicarse y así compartir experiencias y sentimientos y gozar de la compañía de otros. Por eso se dice que somos “seres sociales” y tendemos a formar comunidades y organizaciones sociales 1.
La necesidad de relacionarse y el surgimiento de las redes sociales
Hoy en día las posibilidades de relacionarse son mayores que antaño, gracias al desarrollo de numerosas aplicaciones en Internet que facilitan la comunicación entre personas y el establecimiento de vínculos de diversos tipos (amistosos, afectivos, profesionales, científicos, etc.). Entre ellas deben destacarse las derivadas de la Web 2.0, como los blogs y las redes sociales (RS).
Su surgimiento y popularización ha generado una considerable expectación entre los internautas, muchos de ellos deseosos de que la Red ofreciera una mayor interacción y visualización de las relaciones que la que proporcionan el correo electrónico o las listas de distribución. Los nuevos medios llegan más lejos y les ofrecen simultáneamente comunicación, integración en comunidades y cooperación. Un número inicial de integrantes de la red social envía mensajes a otros (de quienes tienen su dirección de correo electrónico) invitándoles a unirse al sitio. Los recién llegados repiten el proceso, creciendo así el número de miembros y de enlaces.
Un recorrido por las actuales RS permite distinguir tres tipos de ellas: las destinadas al público en general (de ocio y lúdicas), las profesionales y las científicas.
Las RS más populares son las primeras, generalistas u horizontales, que se dirigen a todo tipo de usuario y no tienen una temática definida. Nacieron para poner en contacto a personas con gustos y aficiones similares. Así, Facebook nació como lugar de encuentro entre estudiantes de la Universidad Harvard y se fue abriendo a otros centros.
Actualmente se encuentra abierta a todo aquel que tenga un correo electrónico, siendo un lugar de encuentro entre “gente real”, aunque en los usuarios institucionales no se sabe bien quien hay detrás de esa institución o grupo. Esta es la red que cuenta con más adeptos y a ello contribuye el que ofrezca numerosas aplicaciones integradas de ocio, entretenimiento, juegos, etc. Muy similar fue el nacimiento de MySpace, donde se trataba de poner en contacto a usuarios con gustos similares, pudiendo compartir blogs, fotos, vídeos, música, etc. con el resto de la red de “amigos”.
De más reciente creación son las RS especializadas o verticales, con una temática definida para contactos entre el mundo de la empresa, como Xing y Linkedin, o para los científicos, como Academia y ResearchGATE, entre otras.
Sin embargo, ¿estamos utilizando realmente cada una de estas redes con el propósito para el que fueron creadas?, ¿o estamos asistiendo a un boom consumista que nos conduce a querer estar presentes en todo lo novedoso que ofrece internet indiscriminadamente?
Esta diversidad y, en muchos casos, desconocimiento del conjunto de redes sociales creadas, hace que en ocasiones los usuarios se encuentren desorientados y, por el temor a perder posicionamiento, quieran estar presentes en todas ellas, sin tener en cuenta el fin con el que fueron creadas o sin una estrategia clara para su desarrollo en la Red.
Miles de amigos y de falsos amigos
Si observamos las redes generalistas veremos que, por ejemplo, en Facebook se mezclan fotos de amigos o de fiesta con aspectos profesionales. En esas redes es comúnmente utilizado el término “amigo” y resulta sorprendente el número de “amigos” que pueden tener alguno de sus componentes, que puede superar los 1.500, o incluso más. Esta cifra induce a pensar que tal vez se está trivializando el concepto de amigo en la Red.
Un post de Kevin Kelly señala que el concepto de amigo en las RS está adquiriendo una nueva acepción, ya que en teoría podemos llegar a ser “amigos” de 1.000 personas, cuando de esas mil en realidad quizá conocemos, en el mejor de los casos, a un 30%. Además, entre ellos no podemos diferenciar a los simplemente “conocidos” de los “amigos reales” y de los “auténticos amigos” (aquellos que harían cualquier cosa por ti).
En esta explosión de redes sociales parece necesario que todos debamos tener una colección de “amigos” a los que comunicar nuestros movimientos cotidianos de la vida personal. Sin embargo, no se entiende muy bien qué sentido tiene estar incluido en una extensa red de muchos componentes a la mayoría de los cuales no conocemos. Es cierto que establecemos relaciones, tenemos intercambios y algunos puntos en común, pero no solemos ser amigos -ni formamos comunidades- por el simple hecho de compartir algo.
Lo profesional y lo personal
En las redes generalistas podemos incluir amigos tanto de la vida personal como profesional, y en ocasiones entremezclamos ambas relaciones, de manera que muchos aspectos personales son difundidos entre todos los miembros de la red de (mil) amigos.
Sus miembros aportan un amplio abanico de experiencias extraprofesionales, hábitos diarios, sentimientos, emociones e intimidades de su vida privada que les interesan principalmente a sus más allegados o a aquellos que están interesados en el ocio o en aspectos íntimos de la vida de sus compañeros. Lo que se transmite en estas redes es la imagen pública que se quiere mantener ante todos y no una imagen diferenciada de cada uno, que es lo que se produce en un contacto directo y personal.
Por otra parte, estas redes generalistas pueden ser utilizadas por las empresas comerciales para introducir fácilmente publicidad sobre sus productos o servicios, tanto de forma directa mediante banners, como indirecta a través de la red de amigos establecida.
Si en estas redes generalistas intentamos mantener reflexivos debates sobre aspectos especializados de carácter profesional, ¿no estamos confundiendo el canal de comunicación y contaminando el contenido de la red social? Además, cabe preguntarse si son el foro adecuado donde publicar notas científicas o divulgativas que ya han sido publicadas en otros medios como las revistas o Internet.
Esta información suele llegar al usuario interesado a través de los distintos foros y sistemas de sindicación de contenidos, por lo que ¿no estamos duplicando la información, malgastando tiempo del usuario, incrementando los costes, derrochando ancho de banda y perturbando la ecología de la información?
Saturación, redundancia y falta de relevancia
El cambio de estilo que se produce -en el mejor de los casos- para adaptar las comunicaciones al foro donde van a ser publicadas, no implica un aporte mayor de información o un mensaje nuevo. Ante esta redundancia de información cabe preguntarse, por una parte, si vale la pena realizar tanto esfuerzo por parte de los editores y, por otra, si los usuarios están dispuestos a consultar cada uno de estos canales cuando las informaciones que aportan son similares.
En las búsquedas de información es fundamental lograr la máxima relevancia y pertinencia en los resultados. Sin embargo, en estos sistemas de comunicación corremos el peligro de encontrar información intrascendente y duplicada y, además, depositada sin categorizar, ordenar y organizar. Esta información no deseada es lo que siempre hemos llamado “ruido” en las búsquedas documentales. En unos momentos en que el tiempo es vital y prestar atención a algo o a alguien en concreto tiene mucho valor, nos estamos creando unas obligaciones que nos hacen consumir el escaso tiempo del que disponemos consultando o publicando en todos los foros de manera indiscriminada y en muchos casos en pro de una moda.
Falta de tiempo
Gracias a Internet, la accesibilidad a la información ya no es un problema, pues una buena parte de ella está a nuestro alcance en un solo click. Sin embargo, asimilarla es prácticamente imposible, por lo que hemos pasado de una época en la que la información era lo que tenía valor, a otra donde el tiempo es un recurso tan escaso que lo importante es obtener la información relevante y lograr mantener la atención para enriquecer nuestro conocimiento, evidencia que Goldhaber denomina “economía de la atención”.
A todo ello se une el hecho de que para leer todas estas experiencias y opiniones se requiere una gran cantidad de tiempo, muchas horas al día para atenderlas, y más si se quiere opinar, con el consiguiente peligro de dejar de lado el resto de actividades propias de la vida diaria.
La adicción a Internet, considerada por algunos psiquiatras como una enfermedad mental similar al juego patológico, la adicción al tabaco, el alcoholismo o las compras compulsivas, contribuye a esta creciente obligación que se nos está imponiendo de que para estar a la moda hay que estar continuamente en comunicación con el resto de semejantes virtuales a través de la Red descuidando, en muchos casos, las relaciones personales y directas.
Anarquía: nadie revisa ni modera
Uno de los debates actuales que se plantea en este campo es si la participación en las redes de profesionales y de científicos debe ser moderada, o si es mejor permitir que cualquiera pueda manifestar su opinión libremente. Por otra parte, también se considera si deberían constituir un club de selectos o más bien un club en el que quepa cualquiera.
Las RS, la Web 2.0 o la Ciencia 2.0 aportan numerosas ventajas pues favorecen la mayor participación y aumentan el número de aportaciones, que anteriormente estaban en muchos casos limitadas por el espacio físico que tenía cada una de las revistas impresas. En algún caso también pueden contribuir a evitar, tal y como señalan algunos teóricos, el exagerado nepotismo de algunos editores de revistas 2.
Según Codina 3, existen dos ideas que se pueden extrapolar de la Web 2.0 a la ciencia: la primera de ellas es que la ciencia es comunicación y, la segunda, que la ciencia es colaboración. Ambos aspectos se pueden mejorar con el uso de redes sociales y no constituyen un concepto nuevo en documentación, ya que se vienen conociendo desde hace décadas como “colegios invisibles”.
La participación en las redes de científicos
Otro debate en torno a las redes sociales de científicos es si realmente se plantean en su seno discusiones de interés para el avance de la ciencia, y si éstas dan lugar a artículos de nivel científico. Se han hecho varios intentos para abrir debates científicos a través de blogs de revistas, como es el caso de la revista Nature. Sin embargo, aunque las herramientas de la Web 2.0 permiten introducir comentarios y agilizar el debate, como anuncia Torres-Salinas 4, a la mayoría de investigadores no les gusta comunicar sus avances hasta que estos son publicados en revistas científicas.
Para determinar el grado de participación en este tipo de redes, nos detendremos en alguna de ellas, como ResearchGATE, formada por profesores e investigadores de distintos países. Esta red, al contrario de las generalistas, se encuentra organizada por áreas temáticas y subáreas. El grupo Science&Publication 2.0, creado en abril del 2008, cuenta en agosto de 2009 con 935 miembros.
Durante el tiempo que lleva activo el grupo, sólo han participado 9 personas, que en total han enviado 27 mensajes sobre cinco temas de debate distintos. Estas aportaciones siguen el mismo patrón de participación (80%, 19%, 1%) que el existente en el resto de herramientas de la Red (listas de distribución, blogs, etc.), apreciándose más en este contexto el poder de los “influyentes”, o de los que intentan influir.
Aunque la participación en estos foros sea escasa, esta red, a diferencia de otras generalistas, permite introducir la propia bibliografía y los temas y proyectos de investigación. La ventaja de introducir este tipo de información en la aplicación es que posteriormente genera unos gráficos de la red de investigadores que se ajustan más a la realidad que los que se generan en las redes generalistas, donde se entremezclan los profesionales con los contactos personales.
Sin embargo, entre sus inconvenientes debe mencionarse que en esta red, al igual que en otras de propósito similar, para delimitar el perfil profesional debe incluirse tal cantidad de información a través de la cumplimentación de formularios, que requieren mucha dedicación y consumen mucho tiempo en unos momentos en los que los organismos públicos de investigación (OPIs) nos exigen cumplimentar numerosos formularios para el desarrollo de nuestras actividades (solicitud de proyectos con aplicaciones diferentes según el organismo, actualización de curriculums en distintos formatos y aplicaciones, acreditaciones, etc.).
Conclusiones
Creemos que la realidad de las RS no es lo que parece, que una buena parte es ficción y que todavía nos encontramos en una fase experimental en la que todo vale y en la que a menudo se mezcla lo profesional con lo personal, lo importante con irrelevante, lo fundamental con lo accesorio, y que es necesario un replanteamiento de los objetivos de las redes profesionales, so pena de perderse en una sobreabundancia de información sin interés, a veces incluso duplicada en distintos medios.
Sin embargo, aún es pronto para realizar un análisis detallado del comportamiento de las instituciones en las redes generalistas y si éstas deben encaminarse a redes especializadas. Tampoco se puede analizar el éxito de las redes especializadas donde la información nos puede aportar detalles más reales y exhaustivos de afinidades, grupos de amigos y/o investigadores, pero éstos no están dispuestos a alimentar estas redes de información que directamente no contribuyen a una acreditación o reconocimiento por las autoridades certificadoras de cada país.
Referencias:
1. Peset, Fernanda; Ferrer-Sapena, Antonia; Baiget, Tomàs. “Evolución social y networking en la comunidad biblio-documental”. El profesional de la información, 2008, nov.-dic., v. 17, n. 6, pp. 627-635.
2. http://weblogs.madrimasd.org/tecnocidanos/archive/2006/12/18/55497.aspx
3. Codina, Lluís. Hypertext.net
4. Torres-Salinas, Daniel. “La edición y las revistas científicas ante la encrucijada 2.0″. Anuario Thinkepi, EPI SCP, pp. 71-74, 2009.
Rafael Aleixandre-Benavent es miembro del Grupo ThinkEPI
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Fuente: Grupo Think EPI
Imagen: Social networking