En el actual estado de Pakist��n y pr��xima a las orillas del r��o Indo, podemos encontrar una de las ciudades antiguas m��s enigm��ticas para la comunidad arqueol��gica de la denominada como ���Cultura del Valle del Indo���. Me estoy refiriendo a Mohenjo-Daro, que significa ���el mont��culo de los muertos���.
Junto a Harappa, situada a poco m��s de seiscientos kil��metros de distancia m��s al noreste, constituyen las dos ciudades m��s emblem��ticas y conocidas de esta antigua cultura, entre las no menos de cuatrocientas urbes de diferentes tama��os que poblaron el ��rea oficialmente desde el a��o 2350 al 1750 a.C.
Descubierta por el arque��logo ingl��s John Hubert Marshall en el a��o 1920 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980, si hay algo que sorprende inicialmente de Mohenjo-Daro es la total ausencia de edificios que en un principio puedan identificarse como templos o palacios, ni ning��n tipo de simbolog��a que pueda asociarse a estas instituciones.
A la izquierda ubicaci��n geogr��fica tanto de la ciudad de Mohenjo-daro, como de la cultura del Valle del Indo. A la derecha plano arqueol��gico del emplazamiento
Todos los edificios siguen un patr��n uniforme, destacando su construcci��n en una o dos plantas en ladrillos de adobe con ausencia de adornos y ventanas. Y todo ello, dentro una planificaci��n urban��stica muy por encima a la de cualquier otra antigua civilizaci��n e incluso de las m��s recientes, con amplias avenidas y calles rectas (muchas de ellas perfectamente pavimentadas), con edificaciones rectangulares dotadas todas ellas de una red de drenajes, canales, tuber��as y alcantarillado, que inclu��a arquetas de inspecci��n de ��ste ��ltimo.
Basta decir que ninguna ciudad del Antiguo Oriente tuvo instalaciones higi��nicas de ninguna clase comparables a las que podemos localizar en Mohenjo-Daro o cualquiera del resto de poblaciones del antiguo Valle del Indo.
En esta vista a��rea, se puede observar la construcci��n de la ciudad de Mohenjo-daro sobre una plataforma artificial. La ��poca de su construcci��n inicial a��n contin��a siendo motivo de debate
La ciudad totalmente amurallada, tambi��n con ladrillos de adobe, se localizaba en poco m��s de un kil��metro cuadrado de extensi��n, logrando alcanzar en sus momentos de mayor apogeo casi los 50.000 habitantes, aunque existen algunos investigadores que incrementan esta cifra por encima de los doscientos mil. Se divid��a en dos zonas bien diferenciadas: la primera de ellas, conocida como ���la ciudadela���, se situaba sobre un mont��culo artificial, y albergaba el ��rea pol��tico-administrativa, e incluso tal vez tambi��n el ��rea religiosa, aunque no se hayan encontrado por el momento los vestigios necesarios para poder asegurarlo. La segunda zona, la ���ciudad baja���, concentraba las ��reas residenciales, los talleres artesanales, los almacenes y graneros.
Tanto J.H. Marshall como sus sucesores en las excavaciones desarrolladas durante todo el pasado siglo XX fueron de sorpresa en sorpresa. Seg��n profundizaban en los distintos niveles o estratos de construcci��n de la ciudad m��s elementos de desarrollo tanto art��stico y t��cnico eran encontrados, a diferencia que en las capas superiores, dando la sensaci��n de una involuci��n t��cnica y cultural, o al menos, de un estancamiento en el progreso de sus moradores. Al igual que la cultura sumeria, la del Valle del Indo tambi��n parece que surgi�� de repente, sin haber dejado huellas de una evoluci��n anterior a la aparici��n de Harappa y Mohenjo-Daro. Pero si la aparici��n de tan sorprendente civilizaci��n sigue siendo un aut��ntico misterio, no lo es menos el de su desaparici��n, atribuida inicialmente a la presencia de pueblos invasores de origen indoeuropeo.
Muchas de las construcciones m��s importantes de la ciudad se encuentran en la calle principal, una v��a que mide unos 9���5 metros de ancho, atravesando la ciudad de norte a sur. Destaca la presencia de alcantarillado, as�� como su pavimentado con una especie de argamasa de trozos de ladrillo y mortero, lo que no era habitual en las dem��s calles. Este “asfaltado” hizo pensar a los arque��logos que transitaban carros por esta calle, sobre todo cuando el tiempo era lluvioso; no obstante no se han encontrado marcas de ruedas en todo su recorrido.
En nada han podido ayudar a los especialistas que tratan de desentra��ar los misterios de los antiguos pobladores del valle del Indo los numerosos textos encontrados entre sus ruinas. A d��a de hoy permanece sin ser descifrada, y es muy poco lo que se ha avanzado en su comprensi��n. Aparentemente es de tipo ideogr��fica y sil��bica, pero no se corresponde con ninguna otra escritura de las mismas caracter��sticas exceptuando una sola, la que aparece en las tabillas rongo-rongo de la Isla de Pascua, distanciada tanto por miles de kil��metros geogr��ficamente como por miles de a��os hist��ricamente. Esta curiosa e incre��ble similitud ha sido achacada por los pale��grafos a una simple casualidad.
En la denominada como “ciudad baja” se pod��an localizar talleres de alfarer��a, tintado, herrer��a y artesanos especializados en el trabajo con conchas y otros abalorios. Algunos de los art��culos localizados por los arque��logos se fabricaron con materiales importados
Hay que recurrir a antiqu��simos textos v��dicos, un conjunto de escritos tradicionales en lenguaje s��nscrito y supuestamente legados en algunos casos por los dioses, para poder encontrar referencias que traten de aclarar los numerosos interrogantes que se ciernen sobre Mohenjo-Daro y el resto de poblaciones del Valle del Indo. En uno de estos textos, el Mahabharata, un extens��simo poema ��pico de casi 215.000 versos divididos en diez cantos (ocho veces m��s extenso que la Odisea y la Il��ada juntas), aparece la ciudad de Mohenjo-Daro envuelta en sangrientos sucesos b��licos, donde tanto hombres como dioses se vieron involucrados, y que relega a ��pocas a��n m��s remotas los or��genes de la ciudad, pues los sucesos descritos en el Mahabharata se sit��an hacia el a��o 3103 a.C. y que desembocaron en el ���Kali Yuga��� o ���Edad Sombr��a���, una especie del fin del mundo antiguo conocido, una aut��ntica Apocalipsis que cambi�� la historia de la antigua India.
En el Mahabharata o ���guerra de los bharatas��� se describen las luchas de dos familias o clanes reales, los Pandavas y los Koravas, ambas antepasados comunes del m��tico Rey Bharata. Algunas de las traducciones llevadas a cabo en los siglos XIX y XX sobre los m��s de doscientos mil versos que componen la antigua epopeya han resultado enormemente pol��micos, neg��ndose incluso la propia existencia de algunos de estos mismos versos como originales, o descalificando los conocimientos de s��nscrito de algunos de los eruditos que transcribieron los textos.
Reci��n finalizada la I Guerra Mundial, muchos antiguos manuscritos se pusieron de moda, destacando entre ellos el Mahabharata, pues algunas de las traducciones parec��an reflejar una enorme semejanza a los desgraciados momentos vividos en la contienda mundial, donde armas enormemente poderosas eran capaces de aniquilar a los hombres hasta un punto jam��s visto hasta el momento. Pero el s��mmum lleg�� al concluir la II Guerra Mundial, con la utilizaci��n de la bomba at��mica, la m��s poderosa de las armas jam��s creada por la mano del hombre��� pero, ��podemos estar seguros de que fue utilizada por primera vez en esta contienda?
L��an este texto del Mahabharata:
“……Un solo proyectil, cargado con toda la potencia del universo. Una columna incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, se alz�� en todo su esplendor. Era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas las razas de los Vrishnis y Andakas, los enemigos contra quienes se utiliz��. Los cad��veres estaban tan quemados que resultaban irreconocibles. Sus cabellos y u��as desaparecieron; jarros y objetos de greda quedaron destrozados, sin motivo aparente, y los p��jaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas, todos los comestibles estaban infectados. Los soldados se lanzaron a los arroyos y trataron de lavar sus cuerpos y todo su equipo……”.
Este pol��mico texto describe a la perfecci��n el uso de armamento nuclear 5.000 a��os antes de que los americanos los utilizasen sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Del mismo modo, existen gran cantidad de textos, como ya he descrito en otros art��culos, que relatan con todo tipo de detalles la existencia de naves voladoras (vimanas) y de cohetes o misiles capaces de alcanzar largas distancias.
Podr��amos argumentar, no obstante, la posibilidad de que dicho texto no fuera original, o que su traducci��n no haya sido la m��s correcta, pero es que ���incluso as����� existen otras muchas clases de detalles que se��alan a un abrupto final de los antiguos habitantes de Mohenjo-Daro.
Construcci��n conocida con el nombre de ��la piscina��
Se da una gran contradicci��n a la hora de evaluar los motivos y causas que pudieron propiciar la repentina desaparici��n de los mapas de Mohenjo-Daro, pues si bien por un lado se ha especulado con la posible matanza de sus pobladores a manos de hordas invasoras tras una cruenta lucha, solo se han encontrado por parte de los arque��logos durante sus trabajos de campo poco m��s de treinta esqueletos diseminados por las calles. ��D��nde estaban pues el resto de los habitantes? ��De d��nde viene entonces el nombre de ���el mont��culo de los muertos���? ��Hab��an desaparecido o sido evacuados antes de la batalla? Tambi��n existe una hip��tesis muy aceptada por la comunidad arqueol��gica por la que la ciudad pudo haber sido abandonada por un cambio repentino en el curso del R��o Indo sobre el a��o 1700 a.C., pero no explica algunos detalles muy inc��modos para los que hasta el momento no se han encontrado respuestas determinantes.
A pesar de ser muy pocos los esqueletos encontrados, todo parece indicar que la muerte les vino muy deprisa, en plena huida. Hasta tres miembros de la misma familia, entre los que se incluye un menor, aparecieron boca abajo cogidos de la mano, otros parecen haber sido tambi��n sorprendidos en plena calle no logrando haber encontrado refugio y observ��ndose como parte de sus huesos se hubiesen consumido o volatilizado muy r��pidamente, yaciendo desde entonces de forma aislada o en peque��os grupos. Y por si fuera poco, al igual que en Harappa, todos estos restos humanos encontrados en las calles de Mohenjo-Daro presentan una circunstancia excepcionalmente extra��a: un alto nivel de radioactividad.
Algunos de los restos humanos localizado
Existe una especie de foco �� ���epicentro��� de unos pocos m��s de 45 metros de di��metro en el centro de la ciudad, donde el terreno se encuentra cristalizado, encontr��ndose los bloques de piedra m��s pr��ximos derretidos o fundidos. En las edificaciones pr��ximas se puede observar como los ladrillos de las paredes expuestos al exterior y en direcci��n al supuesto ���epicentro��� se encuentran del mismo modo tambi��n fundidos o derretidos, una circunstancia que solo se podr��a haber logrado exponi��ndolos a temperaturas superiores a los 1.500�� cent��grados. Con los mismos s��ntomas de destrucci��n se han encontrado toda clase de objetos de alfarer��a, cer��mica, joyer��a, etc., y las se��ales de explosiones e incendios se encuentran por doquier.
��Qu�� clase de armas pueden provocar tales efectos tanto en las personas como en los edificios circundantes? ��Acaso una explosi��n nuclear?
Dado lo incre��ble de semejante hip��tesis, lamentablemente no existe por el momento ning��n estudio medianamente serio, achac��ndose inicialmente la presencia de radioactividad a las propias caracter��sticas geol��gicas del terreno donde se encuentran emplazadas las ruinas de Mohenjo-Daro. De igual manera, la presencia de objetos o superficies vitrificadas y materiales derretidos o fundidos se ha asociado a fuerzas de la naturaleza ya observados en otras latitudes como Escocia, Australia o Egipto, producto todos ellos de rayos y arcos el��ctricos de gran intensidad. Nadie, repito, ha intentado hacer los trabajos necesarios para clarificar la verdadera naturaleza de las cicatrices que, tanto en los seres humanos como en las edificaciones, quedaron plasmados durante largos siglos, desde una perspectiva que incluyese la posible utilizaci��n de energ��a nuclear. El solo planteamiento de ��sta ��ltima hip��tesis supondr��a de inmediato el total desprestigio para cualquier investigador, universidad u organizaci��n, pues implicar��a el conocimiento de los secretos del ��tomo por los hombres que habitaron el Valle del Indo hace m��s de 5.000 a��os.
No son solo Harappa o Mohenjo-Daro quienes apuntan en la direcci��n de tan extravagante hip��tesis como plausible, ni tan siquiera los m��ticos relatos descritos en el Mahabharata u otros textos v��dicos. Son varios los puntos geogr��ficos donde han sido detectadas las ���huellas��� de posibles deflagraciones nucleares en la India. Al menos existen tres puntos en el ��rea comprendida entre las monta��as de Rajmahal y el R��o Ganges que presentan grandes capas de cenizas y una presencia de radiaci��n superior a la media habitual.
Otra curiosa se��al de una hipot��tica antigua guerra nuclear en la India, es la presencia de un gigantesco cr��ter cerca de Bombay. Su di��metro alcanza casi los 2.154 metros. El cr��ter del Lago Lonar, ubicado a 400 kil��metros al noreste de Bombay, se le estima una antig��edad que rondar��a los 50.000 a��os. No hay ning��n rastro de material mete��rico, etc., ni en el lugar del posible impacto ni en sus cercan��as. Hasta la fecha, el cr��ter del Lago Lonar, en Deccan, India, es el ��nico cr��ter de impacto de meteorito totalmente confirmado que est�� ubicado sobre una meseta de roca bas��ltica
Lo mismo ocurre en el estado de Rajasthan, donde un ��rea de cinco kil��metros cuadrados aparece cubierta de cenizas radioactivas a poco menos de 15 kil��metros al Oeste de la ciudad de Jodhpur, y que seg��n siempre los lugare��os, es la causante del gran n��mero de casos de c��ncer y malformaciones cong��nitas detectados en sus inmediaciones. Incluso se ha asociado en numerosas ocasiones al cr��ter del Lago Lorna, en las proximidades de Deccan, como los restos de una gigantesca explosi��n nuclear. El cr��ter se encuentra sobre una meseta de roca bas��ltica, lo cual le hace ser pr��cticamente ��nico en el mundo, pudi��ndose apreciar ��reas de roca completamente vitrificada. Alcanza poco m��s de los dos kil��metros de di��metro y los ciento cincuenta metros de profundidad, habiendo sido siempre considerado como de origen volc��nico por parte de los ge��logos, aunque se abandon�� tal idea para ser sustituida por la de un meteorito, aunque jam��s se ha encontrado ning��n rastro de material mete��rico.
Art��culo de: Pedro Mar��a Fern��ndez