Revista Opinión
A EEUU le costó todo lo que le costó aceptar que había perdido en Vietnam y que debía retirarse por culpa de la Teoría del Dominó. La Teoría del Dominó había surgido durante la Administración Eisenhower y decía que el comunismo es como la gripe: una vez lo coge un país, es cuestión de tiempo que sus vecinos empiecen a contagiarse.
Robert McNamara, que fue el Secretario de Defensa durante las Administraciones demócratas de Kennedy y Johnson, defendió a capa y espada que dicha doctrina describía perfectamente lo que ocurriría en el Sudeste Asiático si Vietnam del Norte ganaba la guerra de Vietnam. Ello hizo que vencer la guerra se convirtiese en una cuestión de vida o muerte.
La Teoría del Dominó tiene muchas cosas a su favor. Es muy gráfica: uno puede imaginarse claramente las fichas de dominó cayendo. Es fácil de entender. Genera miedo y el miedo anula la capacidad para la lógica: ¿y si fuera cierta y Vietnam del Norte ganase? Entonces todo el Sudeste Asiático se volvería comunista.
Históricamente esta Teoría tiene una ventaja: dado que Vietnam del Norte ganó la guerra, podemos comprobar si era acertada o no. La victoria de Vietnam del Norte llevó aparejadas la victoria del comunismo en Camboya y Laos, pero ahí se detuvo. Ni Thailandia, ni Filipinas, ni Malasia, ni Indonesia cayeron bajo el yugo comunista. Así contado, parecería que la Teoría tenía algo de razón, aunque su alcance se había exagerado. Los que la siguen defendiendo afirman que si la victoria de Vietnam del Norte no hizo que más países entrasen en la órbita comunista fue porque EEUU les ayudó a resistir el embate del comunismo.
Yo soy más escéptico. Por razones históricas y estratégicas, Vietnam del Norte tenía intereses en los otros dos países que habían formado parte de la Indochina francesa, Laos y Camboya, pero dudo que tuviese interés en extender el comunismo más allá de esos dos países. Es más, la torpe intervención norteamericana en Camboya (apoyo al golpe de estado del general Lon Nol, bombardeos masivos de las zonas rurales…) hizo más por el avance del comunismo en ese país que cualquier cosa que pudiera haber hecho Vietnam del Norte.
Como quiera que fuese, la Teoría del Dominó proporcionaba a los estrategas norteamericanos una idea clara de lo que ocurriría si perdían la guerra de Vietnam y les daba un incentivo para proseguirlo. Y aquí viene mi pregunta: ¿tenemos un marco conceptual semejante para estimar lo que supondría una derrota en Afghanistán? No. En el caso de Afghanistán a nadie se le ha ocurrido todavía una hipótesis vistosa y con un nombre seductor. El único consenso que existe entre los decisores es que una derrota en Afghanistán sería algo tremendo, pero no hay acuerdo sobre cuán tremendo sería ese tremendo.
El Presidente pakistaní Zardari, que tiene la guerra justo al lado de casa, advierte que la victoria de los talibanes, que equipara a la victoria de al-Qaeda, en Afghanistán y Pakistán, que para él van unidos, extendería el terrorismo fundamentalista por todo el mundo. Añade que una victoria talibán en Afghanistán también desestabilizaría Pakistán. La advertencia llega tarde: Pakistán ya está suficientemente desestabilizado incluso sin los talibanes.
Otro que ve los toros de cerca es el Teniente General Shir Mohammad Karimi, jefe de operaciones del Estado Mayor del Ejército afghano. Para él una victoria talibán convertiría al país en una plataforma desde la cual promover en radicalismo en la región y eventualmente en el mundo. Asimismo supondría una victoria ideológica para los fundamentalistas, que habrían puesto al descubierto la debilidad de las democracias.
El periodista pakistaní Ahmed Rashid, que lleva años siguiendo la situación afghana, estima que si se pierde la guerra de Afghanistán y el país, y tal vez también Pakistán en el camino, se convierte en un estado fallido, las consecuencias para la estabilidad global serán devastadoras. EEUU y la OTAN perderán credibilidad.
El ex-Secretario General de la OTAN, Robertson, dice que si no vamos a Afghanistán, Afghanistán vendrá a nosotros. Esto es, si no derrotamos a los talibanes en su casa, mañana les tendremos llamando a nuestra puerta y no para traernos la leche precisamente. Robertson también apunta al efecto geopolítico que tendría que un grupo de guerrilleros desharrapados derrotaran a la principal alianza militar del planeta. Para Anders Rasmussen, el sucesor de Robertson al frente de la OTAN, salir de Afghanistán con el rabo entre las piernas supondría que el país volvería a convertirse en un santuario para al-Qaeda.
El General Petraeus, que es el tercer general norteamericano al que le encargan en nueve años poner fin la guerra, piensa que una derrota se traduciría en una guerra civil sangrienta y en el eventual dominio del país por los extremistas.
Mi impresión es que, como pasó con la Teoría del Dominó, todas estas teorías exageran un poco. La guerra de Vietnam se perdió y descubrimos que podíamos vivir con esa derrota. ¿Podría ocurrir lo mismo con Afghanistán?
Si las fuerzas de la coalición no ganan, pienso que hay tres escenarios posibles de más a menos probables: 1) Los talibanes se hacen fuertes en las regiones de mayoría pashtún, que se encuentran en el este y en el sur del país. El resto del país queda dividido entre señores de la guerra; 2) El país se parcela entre talibanes y señores de la guerra. La diferencia con el escenario anterior es que en éste los talibanes no consiguen englobar a todos los territorios pashtunes y no consiguen convertirse en el poder más fuerte en el país, sino que son uno de varios; 3) Los talibanes se hacen con el control de todo el país, salvo algunas zonas fronterizas marginales y se vuelve a una situación parecida a la que existía en 2001. En los tres escenarios, Afghanistán se convierte en un estado fallido y una fuente de inestabilidad para la región. En ninguno de los tres escenarios el régimen de Karzai logra sobrevivir.
Lo que me parece un poco exagerado es pensar que al-Qaeda reviviría en Afghanistán como si nada hubiera sucedido desde 2001. Cierto que el país se convertiría en un vivero de terroristas de todo pelaje, pero pienso que las capacidades logísticas de al-Qaeda han sufrido muchísimo en estos años. Además, que conocemos la organización mucho mejor y no nos pillaría por sorpresa como a comienzos del siglo XXI.
Igual que descubrimos en 1975 que podíamos vivir con un Vietnam del Norte victorioso, descubriríamos que podemos vivir con un Afghanistán convertido en estado fallido, que es lo que ha sido en los últimos cuarenta años. Pero no es un Afghanistán fallido lo que nos debe preocupar, sino la posibilidad de que los efectos de su fracaso como estado se contagien a Pakistán. Un Pakistán fallido sí que es una perspectiva como para quitar el sueño.