Por Bernardo Villar
Absolutamente nada.
Eso es lo que pasa si no enrolas. Nada.
Pero sospecho que te gustaría que en tu vida pasara algo, ¿Correcto?
Y no me refiero a enrolar a un taller, eso es lo que menos te debe preocupar. Me refiero a enrolar en tu vida, a ser capaz de concretar acuerdos con los demás que te permitan tener la vida que mereces vivir.
El mundo está lleno de soñadores con ideas buenísimas que podrían cambiar el mundo y la mayoría de estos soñadores no son capaces de comprometer a otros a apoyarlos con su tiempo, su esfuerzo, sus recursos para poder hacer esos sueños realidad. Los sueños por si mismos no cambian nada ni no se ven materializados. Y la diferencia en el mundo no la hacen los que sueñan sino los que están comprometidos con materializar sus sueños y son capaces de comprometer a otros con su tiempo, su dinero y/o su esfuerzo para crear esos sueños.
Si no enrolas en tus relaciones, no pasa nada; si no enrolas en tus negocios, no pasa nada; si no enrolas en tu familia, no pasa nada; si no enrolas en tu trabajo, no pasa nada. Todo se queda igual. Nada cambia. Y tú quieres que algo cambie en tu vida, ¿correcto?
Convertirte en un maestro enrolador es convertirte en un maestro en comprometer a otros de manera total a jugar un juego en el que todos pueden ganar. Y a enrolar solo se aprende de una manera: enrolando. No hay otra forma.
Requiere que seas tu contrato, requiere que la gente evoque en tí la posibilidad que hay para ellos, requiere que pongas en riesgo tu imagen y te comprometas totalmente con las personas y lo que hay para ellas en tu visión. Implica hacerte inmune al rechazo. Implica ordenar toda tu vida en dirección a lo único que importa en ella: tu visión.
Pero al final, si no estás dispuesto a correr el riesgo y no enrolas, no pasa nada.
Nada.