Revista Cultura y Ocio

Queda todo

Publicado el 13 enero 2017 por Icastico

La tajada de la vida se va. La comió el tiempo, sin hambre ni piedad. Es su trabajo. Le queda de segundo plato hueso al rico reuma, un par de caldos desaboridos enriquecidos con avecrem. Hueso seco, frágil. Adiós cuchillo jamonero, se acabaron aquellas lonchas de sabor que acunabas con cariño en tu filo, brevemente. El tiempo no tiene estómago ni paladar, por eso puede comer de todo.

Asoman pliegues en los párpados que encarcelan las miradas, cansadas, o mitigan su dureza o su vigor. Acude poco a poco la torpeza, sabia, que recela de la velocidad, “oiga usted, a su edad”. Queda el sexo arrinconado, pendiente del brote verde de un deseo, ajado, de la persona que está a su lado. Vale también de caridad, si se sabe mendigar. Quedan los nietos, si llegan. Su bullicio será el eco de un pasado que suena. Queda una guerra de recuerdos batiéndose a muerte, ojalá venzan los buenos y cuenten la batalla antes de nombrarte su nuevo rey.

Quedan citas con la médico; encuentros sin ningún amor. Son sus promesas consejos o pastillas que van matando la ilusión. Quedan paseos preventivos. Todo lo que queda, es por si acaso.

Quedan más inviernos que primaveras. Quedan miedos que se acumulan: miedo a caer y a romper, a no saber levantarse. A que no te quieran socorrer porque tu tiempo ha pasado. A ser un inútil útil, o viceversa, que viene a dar igual. Resultar para tu acompañante un lastre pesado, si no doblas antes de repente, fulminado. Que así sea amén jesús. Quedan visitas de la tristeza, que te tira los tejos porque eres una fácil presa. Cuando te pida un baile dile que te da pereza. Queda vivir de prestado.

Queda, claro, engañarse con gusto a diario, repitiendo bien alto ¡LA VIDA ES BELLA! Celebrar cada alba. Festejar cada amanecer como si nunca hubieran existido. Queda sobrevivir en ella, queda mirar y queda ver. Respirar a fondo hasta que duelan los pulmones. Hacerle una autopsia a las fragancias para ver de qué aroma han muerto. Arañar con furia la naturaleza para que salpique en tu cara su savia, como si la hubieras herido de rabia, de no querer abandonarla, quiero decir. Queda sentirlo todo…con los sentidos que queden, de guardia. Queda la rutina, de vivir. ¿Quién dijo que la rutina mata?


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