Para empezar, está el asunto de las marujas. A las del primero y tercero me refiero, las que están todo el día dale que te dale con el critiqueo. Y no es que les tenga yo una especial manía, entiéndanme, pero es que estas señoras no dejan títere con cabeza. Encima están todo el día peleando entre ellas, y para colmo andan medio enamoradas entre sí. Lo que tienen que hacer, digo yo, es liarse de una vez; a ver si así viven y dejan vivir. Que sí, que sí; aunque ya no sé si una está enamorada de la otra o es justamente al revés. Y si no miren a los del tercero, que serán todo lo raros que ustedes quieran, pero molestar, no molestan a nadie. A mí personalmente, me da igual que estén todo el día entrando y saliendo chinos. Unos dicen que andan haciendo suéteres, otros que es asunto de drogas; a mí con que me dejen tranquilo, por mí como si venden pulseras.
Y qué decir del travesti de abajo, y sin acritud que lo digo, ¿eh? Que a mí nadie me puede decir que soy anticuado, que yo tolero todas tendencias sexuales y modas al respecto. Aunque, ya podría él no pasear sus taconazos por toda la finca cada noche. Que sí, que el ascensor casi siempre está estropeado, pero oiga, ir con más cuidado si que se puede también. ¿Y el fantasma qué?, fantasma de los de verdad, de esos de las películas de suspense. Que se me cuela de vez en cuando en el piso y me cuenta unos desvaríos del carajo. Disculpen ustedes que ya he puesto el automático. Ahora, los enamorados de aquí enfrente, unos santos. Muy contento que estoy con ellos; menos cuando le están dando al asunto del amor, ustedes ya me entenderán.
Y yo que compré el piso porque me aseguraron que era una finca tranquila.Ustedes dirán que soy un criticón, y quizás no les falta tampoco razón. Pero, lo peor de todo es que llevo más de un año aquí muerto, y nadie se ha dignado todavía a venir verme.Texto: Nicolás Aguilar
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