Revista Cultura y Ocio

Querida Molly Bloom...

Publicado el 16 junio 2016 por Alfredojramos
Querida Molly Bloom... Querida Molly Bloom:
Al llegar un nuevo Bloomsday, efemérides que cumple años al mismo ritmo que quien sueña estas líneas, quiero acordarme especialmente de ti, que  al final del Ulises pensaste no sé si las páginas más legibles de toda la obra pero sí las que más veces se han leído, quizás porque contienen una mayor capacidad de emoción confiable y quién sabe si el poder de clausurar el abismo que existe entre la vida y la escritura, hasta el punto de hacernos creer que es posible (aunque no lo sea) atrapar y reproducir el curso del libre pensamiento y seguir el zigzag de la conciencia en su corriente. Laureles parecidos ya habían sido cortados antes de que a ti te diera por pensar en voz alta. Pero créeme si te digo que nunca nadie lo había hecho con tanta frescura y en todos los sentidos. No me negarás que en ese tu poder de evocación libérrima se pone de manifiesto el temperamento mediterráneo que sin duda tenías, aunque solo fuera por la fuerza de la veta judía de tu sangre materna y el inevitable contagio de los días de infancia en Gibraltar. Ah, la Roca, esa dimensión íntima del cuerpo geográfico, la última colonia perdida en el culo de esta Europa que hoy parece más raptada que nunca, el faro que permite entrever las costas africanas tras la brumosa raya del lugar exacto donde se juntan las aguas, el sueño y la vigilia, en el mar, el mar carmesí. Cuánto no le deberás a esa idea de ti misma que hizo crecer a aquella muchachita que en tiempos de penuria (mas cuáles no lo son) fantaseaba con viajes interminables alrededor del mundo, con amaneceres en lugares insólitos y con el sabor de la sal sobre la piel. No hay forma de decirte, para que me entiendas, las impresiones que se anudan al hilo de tus palabras tan carnales en espacios donde solo somos el eco que se alza ante los ojos de un desconocido en un lugar remoto en un tiempo indiferente. Un revuelo de telas entre sombras y espacios calcinados: a eso suenan tus palabras, Molly Bloom. Se me ocurre pensar que todas y cada una de tus frases son puertas giratorias: creemos que nos llevan en una dirección, pero la sugerencia de salir en otro sitio, que puede parecer el mismo de la entrada aunque será siempre otro, es tan fuerte que una vez tras otra estamos a punto de vislumbrar lo que finalmente, para darnos la razón y no perderla, identificamos como un subrayado de lo que en el mundo sigue resultando visible y compartido, aunque sepamos que la realidad es ese tejido que, como hacía Penélope (tu irónico o sarcástico modelo), se teje y se desteje según el espíritu de la hora y la fuerza del juego sentimental que una vez tras otra y de nuevo otra vez está a punto de hacernos creer en algo nuevo. Gracias, Molly, por enseñarnos que la monotonía es una vena que nunca deja de conducir sangre. Que los cuerpos se sueñan. Que al final, entre las más ocultas de nuestras pulsiones y en los recovecos de la imagen abolida de tanta inconsistencia, está sonando, como un rayo de luz que se cuela por la ventana mal cerrada de la desolación, el latido de la única sílaba que puede, si acaso, darle sentido a la miseria de nuestra condición y a esta cadena inhóspita de palabras que ahora ya se adentran en la misma espesura que nos ampara a todos: sí dije sí quiero Sí.


Imagen superior: Escena del Bloosmday de 2004.  AP Photo /John Cogill. 

Rescatada de Los Arcones de la Posada.

Primera publicación: 16/06/2012; a las 00:00 hora de verano de Europa Central.


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