Revista Filosofía

¿Quid es veritas? (IV)

Por Zegmed

Queda claro, espero, hacia donde apunto con esta disquisición. Compete revalorar grandemente la experiencia religiosa, pero en su carácter de originario encuentro interpersonal entre dos sujetos, el divino y el humano, encuentro cuyos alcances se hacen manifiestos en la historia y cuya historia ha de ser la de la ejecución del mandamiento del amor. Se trata, en el fondo, de que el hombre sea como Dios le invita a ser, sea más como Dios. Hablamos de la inversión de roles que atraviesa toda la Escritura, la famosa temática del signo de contradicción que L Bacigalupo, recogiendo la parábola de los talentos, ha bautizado como el Principio de Mateo.[1] y que ha sido ampliamente desarrollada de modo inmejorable por John D. Caputo. Como ha de saber el lector, me he dedicado muchas veces a hablar de este tema y de este autor. De hecho, la noción de “sagrada anarquía” que da nombre a este blog es una de las grandes novedades de la lectura que hace Caputo del “signo de contradicción”.

En ese sentido, mi propuesta es la de una teología pragmática que se ciña a la historia y al mundo concreto de los hombres y que si concibe a un Dios perfecto, sea aquel que caminaba por Judea obrando la caridad y la justicia. Este punto merece mucho más desarrollo, mas compete de momento sólo esta breve enunciación. Termino citando a Isaías y tratando de presentar en boca del profeta lo que solo traté de esbozar ahora (58, 5-8). Añado, antes, que las entradas que vienen en el blog serán un esfuerzo por tratar de despejar la idea de una “teología pragmática”, sus alcances y limitaciones. Nuestro gran aliado será, claro, el complejo pensamiento religioso de William James. Cierro, entonces, con palabras proféticas:

“¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahvé? ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las correas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar toda atadura? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahvé te seguirá”.


[1]

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