Revista Historia
En 1948 pasaron muchas cosas. Los comunistas se hicieron con el control de Checoslovaquia y el Ministro de Asuntos Exteriores checo, el popular Jan Masaryk, dejó de respirar en condiciones sospechosas. Corea del Norte se proclamó República Democrática Popular. La URSS bloqueó por tierra y mar a Berlin para forzar a las potencias occidentales a que lo abandonasen; EEUU y Gran Bretaña respondieron montando un puente aéreo para abastecer Berlin occidental. Y, finalmente, el demócrata Truman ganó las elecciones presidenciales norteamericanas. Estoy seguro de que esto último preocupó y jodió a los republicanos mucho más que todo lo anterior.
Los republicanos llevaban dieciséis años sin tocar poder. Contra el popular Roosevelt sabían que no tenían mucho que hacer, pero habían dado por descontado que podrían derrotar a Truman, que había llegado a la Presidencia un poco de chiripa, tras la muerte de Roosevelt. Tenían que encontrar una línea de ataque contra Truman, para ponerle a la defensiva y recuperar la Presidencia en 1952. Dado lo ocurrido en 1948 el anticomunismo rabioso parecía un buen argumento para darle en los morros a Truman. Y justo en ese momento, 1949, el Gobierno nacionalista china se desmoronó y los comunistas de Mao Zedong conquistaron el poder y proclamaron la República Popular China.
El primer indicio de que los republicanos habían descubierto que China era un buen torpedo para lanzarlo contra la línea de flotación de Truman lo dio una serie de artículos que el “Saturday Evening Post” publicó a comienzos de 1950 con el título “Por qué perdimos China”. Apenas en su comienzo, el artículo decía: “Durante los años decisivos en China, los representantes americanos allí favorecieron activamente a los comunistas chinos. También coadyuvaron a la debilidad, tanto política como militar, del Gobierno Nacional y al final estuvieron a punto de ofrecer China a los comunistas, como un pájaro atado en una bandeja, cuatro años antes del triunfo comunista final.” Resulta curioso cómo el artículo reproduce los argumentos de Hurley en su carta de dimisión, ¡qué casualidad!, ¿verdad? El autor del artículo fue Joseph Alsop, un periodista muy influyente en aquellos años. Alsop había estado en China durante la II Guerra Mundial y allí había defendido tesis muy semejantes a las de Hurley, al que conocía, y opuestas a las de los diplomáticos que mejor conocían China. Además en China, Alsop dio muestras de que era un gran maniobrero y manipulador.
El artículo del “Saturday Evening Post” era cualquier cosa menos inocente. En agosto de 1949 la Administración Truman había publicado un Libro Blanco sobre China para rechazar las críticas republicanas sobre cómo se había conducido la política china. El 5 de enero Truman anunció que EEUU se desvinculaba de China. Dijo que su país no tendría bases militares en Taiwán y que no se involucraría en la guerra civil china. De hecho la Administración Truman deseaba una política de contención en Asia, similar a la existente en Europa. En esa línea de contención, la línea roja pasaba por Japón, Okinawa y Filipinas; China y Corea caían fuera. “Causalmente” el primer artículo de la serie sobre la pérdida de China apareció el 7 de enero. Truman había enfurecido a los políticos republicanos con su discurso y, peor todavía, había irritado al poderosísimo lobby pro-china nacionalista que el cuñado de Chiang Kai-shek, T.V. Soong, había organizado a comienzos de los cuarenta, cuando fue Embajador en Washington. Una pequeña curiosidad: Alsop y T.V. Soong se habían conocido en China a comienzos de los cuarenta y habían intimado; es más, Alsop recibió financiación del lobby pro-china nacionalista. ¿A que el artículo “Why we lost China” ya no parece el simple exabrupto de un periodista cabreado?
El 9 de febrero el infame Senador McCarthy pronunció un discurso incendiario en el Club Republicano de las Mujeres de Wheeling (West Virginia) que dio el chupinazo a la caza de brujas anticomunista. McCarthy denunció que había decenas de comunistas infiltrados en el Departamento de Estado y dijo: “… Cuando Chiang Kai-shek estaba luchando nuestra guerra, el Departamento de Estado tenía en China a un joven llamado John S. Service. Su tarea, evidentemente, no era trabajar para la nación comunista de China. Sin embargo, curiosamente envió informes al Departamento de Estado en los que instaba a que torpedeáramos a nuestro aliado Chiang Kai-shek al afirmar, de hecho, que el comunismo era la mejor esperanza para China.”
Así pues, el debate sobre quién perdió China se montó sobre la base de los intereses convergentes de republicanos y lobby pro-china nacionalista. Los primeros habían descubierto que el anticomunismo era una buena arma arrojadiza contra Truman. Los segundos, que querían mantener el compromiso norteamericano con la China nacionalista, encontraron que los republicanos eran los aliados ideales para ello.