El 8 de marzo de 1950 el Presidente Truman hizo lo que hay que hacer para desactivar una situación complicada: formó un comité. Ese día se constituyó en el Senado el Subcomité para la Investigación de la Lealtad de los Empleados del Departamento de Estado, cuyo presidente fue el Senador demócrata por Maryland Millard Tydings. Su objetivo era investigar si efectivamente habían sido desleales aquellos funcionarios del Departamento de Estado a los que McCarthy había acusado. Es decir, e trataba de ver si detrás de las acusaciones de McCarthy había algo más que el vitriolo de su saliva, porque McCarthy que era tan bueno señalando con el dedo, era algo menos diligente a la hora de aportar pruebas.
El primero en caer víctima de las calumnias de McCarthy fue el diplomático John Service. En marzo de 1950 se encontraba navegando rumbo a su siguiente destino, la India. Al llegar a Yokohama le ordenaron que regresase inmediatamente a Washington para responder a los cargos que se habían formulado en su contra.
En otro contexto el Comité Tydings habría ayudado a introducir un poco de racionalidad en todo el asunto. Pero en 1950 no pudo ser. Para empezar estaba la mentalidad de Guerra Fría que había permeado toda la sociedad norteamericana. Luego el inicio de la guerra de Corea en junio metió más presión a la Administración Truman. Sus enemigos ahora podían argumentar que la pérdida de China en 1949 había abierto las puertas para que los comunistas se adueñasen de todo el Extremo Oriente.
El 14 de julio el Comité Tydings dio a conocer su informe. En él calificó las acusaciones de McCarthy de “fraude y de montaje” y denunció que había actuado con falsedad intencionada y deliberada. El Senador republicano Cabot Lodge dijo que la investigación del comité había sido superficial y no concluyente. Otro Senador, Jenner, acusó a Tydings de haber tratado de lavarla la cara a una conspiración traicionera y escandalosa. Un tercer Senador republicano, Ferguson, dijo que Tydings había utilizado métodos propios de Göbbels y Vichinsky para acallar las críticas; esto último resulta irónico, porque eran los republicanos los que estaban mostrando ser unos dignos émulos de Göbbels. El informe salió adelante con los solos votos de los demócratas, que gozaban de mayoría en el Senado, pero la batalla de la opinión pública la ganaron los republicanos. En las elecciones parciales de ese otoño, los candidatos republicanos barrieron y entre las víctimas electorales estuvo Millard Tydings.
Aunque Service había sido exonerado por el Comité Tydings, el clima había cambiado tras las elecciones parciales y ahora demócratas y republicanos rivalizaban por ver quién era más anticomunista que el otro. El 13 de diciembre la Oficina de Revisión de Lealtad designada por el Presidente Truman determinó que había “dudas razonables sobre su lealtad”. El Secretario de Estado le puso de patitas en la calle. Había sido el primer experto en China en caer, pero no sería el último.
Aunque Edmund Clubb fue exonerado, el Departamento de Estado se deshizo de él a comienzos de 1951 por el método de destinarle a los apasionantes archivos del Departamento y mantenerle allí hasta que se aburrió y presentó la dimisión. Por cierto, que Clubb debía de ser muy impaciente, porque tardó sólo cinco días en hacerlo. Jonh Vincent Carter fue exonerado por varios paneles, hasta que en diciembre de 1952 la Oficina de Revisión de Lealtad decidió por un solo voto que había dudas razonables sobre su lealtad y forzó su cese. A John Paton Davies le llegó su turno en noviembre de 1954. Habiéndose resistido a las presiones para que cesase por las buenas, le dieron la patada por las malas.
La purga no se limitó a los mejores especialistas en China del Departamento de Estado. Una de las grandes víctimas fue Owen Lattimore, uno de los principales sinólogos norteamericanos de aquellos años. Su caída dio la ocasión para atacar al Institute of Pacific Relations que presidía. El instituto quedó herido de muerte y acabaría desapareciendo en 1960. Sus miembros vieron cómo dejaban de encargárseles artículos y recensiones de libros. El periodista Edward Snow, que había informado desde China en los cuarenta y había sido muy crítico con el régimen de Chiang Kai-shek, se vio sometido a tal presión, que acabaría exiliándose en Suiza.
Tal vez la mayor víctima de la caza de brujas de McCarthy no fuera un individuo concreto, sino la política norteamericana con respecto a Asia. En su excelente “The best and the brightest” David Halberstam señala algunas de las consecuencias de la caza de brujas:
- Cuando a finales de los 50, EEUU inició la peligrosa deriva que le llevó a meterse de hoz y coz en la guerra de Vietnam, no había expertos asiáticos de talla en el Departamento de Estado que pudieran advertir que se estaban repitiendo los mismos errores que en China en los cuarenta. A esto yo añado que el mccarthysmo había creado un ambiente tal que incluso si esos expertos hubiesen existido, lo habrían tenido muy difícil para defender una política de contemporización con Hanoi.
- La falta de expertos en China, unido al anticomunismo reinante, impidió que los dirigentes norteamericanos se dieran cuenta de que la retórica belicista china no era sino retórica y que los chinos eran antes nacionalistas que comunistas. Si hubieran sido conscientes de esto, su reacción al conflicto vietnamita habría sido muy distinta.
- Anticomunismo y falta de expertos también hicieron que EEUU no advirtiese que los norvietnamitas eran nacionalistas antes que comunistas y que era posible encontrar un acomodo con ellos.
Los republicanos ganaron las elecciones presidenciales de 1952 en buena medida gracias al argumento anticomunista y a McCarthy. A toro pasado y sabiendo lo que ocurrió después, cabe preguntarse si les mereció la pena.