Es posible que nunca te hayas detenido demasiado tiempo a analizar la cuestión de tu propia existencia. Quizá, simplemente se deba a que pueda parecerte una pregunta un tanto absurda, pues para ti pronunciar tu nombre y apellidos, y enseñar tu carné de identidad si hiciese falta, sería una más que válida carta de presentación. Sin embargo, no es un asunto tan sencillo.
En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos preguntado quiénes somos, y quizá también de dónde venimos o a dónde vamos (aunque estas últimas preguntas se las dejaremos a la Filosofía). Lo cierto es que un nombre, unos apellidos y una historia personal no parecen ser suficientes para definir ese concepto tan abstracto como es la identidad de cada uno de nosotros.
Son tantos los elementos y los factores que realmente nos constituyen, que muchas veces llegamos a sentirnos confundidos, no teniendo demasiado claro si somos de esta o aquella manera o, simplemente, los demás nos han convencido de que somos así.
Lo explicaremos con una especie de “imagen mental”. Imagina que tu cerebro está conformado por una serie de capas superpuestas. Ahora supón que su distribución quedase expresada de la siguiente forma:
-La capa más externa está formada por tu herencia genética. De este modo, ciertos rasgos de tu persona (por no decir una gran cantidad de ellos), los has recibido casi sin pedirlo de parte de todos tus antecesores. Aquí encuadramos no sólo a tus padres, sino también a tus abuelos, y a sus padres, y a los padres de sus padres… Como podrás ver, resulta una auténtica misión imposible saber qué contribución exacta a tu dotación genética viene de tal o cual persona. Ahí tenemos el primer lío.
-Visualiza una segunda capa, más o menos grande. En esta incluimos tus aprendizajes más directos, aquellos que tuviste con todas las personas y situaciones que forman o han formado parte de tu vida. Gracias a ellos, te creaste una idea de cómo es el mundo, de lo que está bien y lo que está mal, de las múltiples ideas de los demás. Tratar de cuantificar esto sería otro verdadero compromiso.
-Sigamos. La tercera capa bien podría estar compuesta por aquellas cualidades tuyas que siempre asumiste como propias. Así, puedes decir que eres tímido, responsable, nervioso o alegre. Sin embargo, y aquí aumentamos la confusión, llegó un momento en que en esta capa se mezclaron aquellas ideas propias sobre tu autoconcepto, con aquellas que los demás siempre te dijeron. De esta forma, ya no sabes si de verdad eres tímido o simplemente te lo decían, no sabes si eres responsable o siempre te dijeron que lo eras, no sabes si eres alegre u otros te veían así. El caso es que un día diste como válida esa información y la grabaste en tu disco duro, y ahora puede resultar difícil de borrar.
-Finalmente, para acabar de revolver el asunto, las tres capas anteriores acabaron por entrar en conflicto con una última: aquella formada por quien crees que deberías ser. De esa manera, mantienes una lucha por cumplir con el ideal que los otros esperan de ti, no queriendo defraudar a nadie, pues la aceptación de los demás la consideras algo esencial para seguir caminando.
Y así, desgraciadamente, un buen día renunciaste a aquel atisbo de la persona que realmente llegaste a ser, o al menos decidiste dejar de buscarla. Aquella que en el comienzo, al intentar desplegar sus alas fue cruelmente vapuleada por un mundo que parece no aceptar la diversidad. Por eso, cuando quisiste comenzar a volar, te diste cuenta de que ya era tarde.
Aunque, ciertamente, nunca es tarde para llegar a conocerse a sí mismo. Sólo es más trabajoso, pues tendrás que armarte de una buena pala para escarbar con valentía y tesón a través de todas esas capas, y así poder encontrar finalmente ese minúsculo pedacito que aún queda de ti. Sólo en tus manos está el encontrarlo y, sobre todo, el hacerlo crecer.
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