Convivir
con una persona adicta es una experiencia sumamente desgastante para sus
acompañantes, al punto que muchos de sus familiares y amigos más cercanos
comienzan a ver comprometido su estado de salud mental y física.
“Siento que soy la culpable de lo que está
pasando (…) yo pude haber sido mejor
madre; me equivoqué y no sirvo como madre”
“No duermo por las noches pensando que lo pueden
matar o se puede morir de una sobre dosis, que puede ir a la cárcel o meterse
en un problema con alguien”
“Dejo de hacer mis cosas, de arreglarme, de
hablar con mis amigos, de hacer lo que me gusta, porque no puedo pensar en otra
cosas y estoy todo el día detrás de él”
“Trato de ayudarlo pero sólo recibo malos
tratos tanto verbales como físicos de su parte, y aunque es mi hijo, le tengo
miedo”
Hay una fuerte sensación de culpa,
frustración, decepción y miedo que aparecen de tal forma y se experimenta por tanto tiempo, que el
mismo individuo comienza a dejar de vivir para sumergirse en un estado de
profunda tristeza y rabia que parece no tener final, lo que trae como resultado
que se presente: Deterioro en la relación con otros hijos, pareja y otros
familiares, pérdida o disminución de los cuidados personales, constantes
padecimientos de salud, insomnio, propensión a enfermarse, problemas de
concentración, preocupación constante, separación de las amistades, menor
rendimiento en el trabajo, abandono de actividades de disfrute, sensación de
que se vive solamente por y para la otra persona, entre otras.
¿Qué puede hacer un familiar
o amigo para salir de esta situación?
En primer lugar, debe comprender que la
adicción es un fenómeno complejo causado por elementos biológicos, personales,
sociales y familiares, por tanto, creer que hay un solo responsable es un
error. Si bien la familia puede desarrollar dinámicas que pueden facilitar la
aparición de adicciones, no es el único factor que incide. Hay familias muy
“disfuncionales” donde no hay miembros adictos y otras muy “funcionales” donde
sí los hay; por tanto, es importante que cada miembro reflexione acerca de su
rol (lo que dice, ¿cómo lo dice?, cómo recibe lo que dice el otro? ¿cómo maneja
los conflictos, etc) y trate de hacer cambios, no sólo para ayudar al adicto
sino para lograr una mayor satisfacción tanto suya como para el resto de los
miembros de su entorno. Para esto, se recomienda buscar ayuda profesional con
psicólogos y terapeutas de familia o en grupos de entidades, tales como “familias anónimas”(www.familiasanonimas.es) u otros centros especializados en ayuda al adicto (www.guiaongs.org - www.narcoticosanonimos.es) y/o sus familiares.
En segundo lugar, aunque es lo más
difícil de hacer, hay que manejar un “amor responsable”. Esto significa que
quien realmente aprecia a otra persona, dirá y actuará en función a lo que es
mejor para ese otro y no sólo para complacerlo o decir lo que quiere escuchar
para evitar las consecuencias posteriores.
La familia, para evitar, muchas veces
incurre en el error de complacer al adicto, pensando que es una manera de
protegerlo a él y en ocasiones a sí mismos, sin darse cuenta que las
consecuencias son mayores y que pueden colaborar a que los síntomas del adicto
se mantengan. De igual forma, los miembros de la familia se cargan
emocionalmente al tener que actuar de forma poco cónsona con lo que de verdad
están sintiendo o pensando.
Por último, la familia debe “aceptar”.
No importa cuanto sea el deseo de que la otra persona se “cure”, esto no
ocurrirá si la persona que tiene el problema, en primer lugar, no considera que
tiene un problema, y en segundo, que éste haga algo para dejar de tenerlo. Una
fórmula diferente a la anteriormente mencionada, con seguridad, llevará a la
frustración de aquel o aquellas personas que pongan todo su empeño para ayudar.
“Tuve
que entender aunque fue muy duro, que si seguía tratando de convencer a mi hijo
de que tenía que cambiar, me desgastaba yo y él seguía haciendo lo mismo.
Cuando vi a mi alrededor tratando de salvarlo a él (que no quería), casi me
pierdo a mí misma y a la gente que tenía a mi alrededor”
No hay que dejar de estar para la
persona, hay que aprender a estar de manera responsable y aprender a decir
basta.
La próxima semana seguiremos
reflexionando sobre cómo podemos ayudar de manera más efectiva a esa persona
que tanto nos preocupa sin vernos perjudicados en el intento.
Para cualquier consulta que quieras
realizar contáctame vía e-mail a [email protected] y con gusto responderé a la brevedad
posible.
Fabian Giraud. Psicologo. Madrid, España.