Revista Psicología

¡Quiero ayudarlo y no sé cómo!... Las adicciones

Por Karlos Karlos Betancurt @Ayuda_Psic
 Convivir con una persona adicta es una experiencia sumamente desgastante para sus acompañantes, al punto que muchos de sus familiares y amigos más cercanos comienzan a ver comprometido su estado de salud mental y física. “Siento que soy la culpable de lo que está pasando (…)  yo pude haber sido mejor madre; me equivoqué y no sirvo como madre” “No duermo por las noches pensando que lo pueden matar o se puede morir de una sobre dosis, que puede ir a la cárcel o meterse en un problema con alguien” “Dejo de hacer mis cosas, de arreglarme, de hablar con mis amigos, de hacer lo que me gusta, porque no puedo pensar en otra cosas y estoy todo el día detrás de él” “Trato de ayudarlo pero sólo recibo malos tratos tanto verbales como físicos de su parte, y aunque es mi hijo, le tengo miedo” Hay una fuerte sensación de culpa, frustración, decepción y miedo que aparecen de tal forma  y se experimenta por tanto tiempo, que el mismo individuo comienza a dejar de vivir para sumergirse en un estado de profunda tristeza y rabia que parece no tener final, lo que trae como resultado que se presente: Deterioro en la relación con otros hijos, pareja y otros familiares, pérdida o disminución de los cuidados personales, constantes padecimientos de salud, insomnio, propensión a enfermarse, problemas de concentración, preocupación constante, separación de las amistades, menor rendimiento en el trabajo, abandono de actividades de disfrute, sensación de que se vive solamente por y para la otra persona, entre otras.
¡Quiero ayudarlo y no sé cómo!... Las adicciones
       ¿Qué puede hacer un familiar o amigo para salir de esta situación? En primer lugar, debe comprender que la adicción es un fenómeno complejo causado por elementos biológicos, personales, sociales y familiares, por tanto, creer que hay un solo responsable es un error. Si bien la familia puede desarrollar dinámicas que pueden facilitar la aparición de adicciones, no es el único factor que incide. Hay familias muy “disfuncionales” donde no hay miembros adictos y otras muy “funcionales” donde sí los hay; por tanto, es importante que cada miembro reflexione acerca de su rol (lo que dice, ¿cómo lo dice?, cómo recibe lo que dice el otro? ¿cómo maneja los conflictos, etc) y trate de hacer cambios, no sólo para ayudar al adicto sino para lograr una mayor satisfacción tanto suya como para el resto de los miembros de su entorno. Para esto, se recomienda buscar ayuda profesional con psicólogos y terapeutas de familia o en grupos de entidades, tales como “familias anónimas”(www.familiasanonimas.es) u otros centros especializados en ayuda al adicto (www.guiaongs.org - www.narcoticosanonimos.es) y/o sus familiares.
En segundo lugar, aunque es lo más difícil de hacer, hay que manejar un “amor responsable”. Esto significa que quien realmente aprecia a otra persona, dirá y actuará en función a lo que es mejor para ese otro y no sólo para complacerlo o decir lo que quiere escuchar para evitar las consecuencias posteriores.
La familia, para evitar, muchas veces incurre en el error de complacer al adicto, pensando que es una manera de protegerlo a él y en ocasiones a sí mismos, sin darse cuenta que las consecuencias son mayores y que pueden colaborar a que los síntomas del adicto se mantengan. De igual forma, los miembros de la familia se cargan emocionalmente al tener que actuar de forma poco cónsona con lo que de verdad están sintiendo o pensando.
Por último, la familia debe “aceptar”. No importa cuanto sea el deseo de que la otra persona se “cure”, esto no ocurrirá si la persona que tiene el problema, en primer lugar, no considera que tiene un problema, y en segundo, que éste haga algo para dejar de tenerlo. Una fórmula diferente a la anteriormente mencionada, con seguridad, llevará a la frustración de aquel o aquellas personas que pongan todo su empeño para ayudar.
Tuve que entender aunque fue muy duro, que si seguía tratando de convencer a mi hijo de que tenía que cambiar, me desgastaba yo y él seguía haciendo lo mismo. Cuando vi a mi alrededor tratando de salvarlo a él (que no quería), casi me pierdo a mí misma y a la gente que tenía a mi alrededor”
No hay que dejar de estar para la persona, hay que aprender a estar de manera responsable y aprender a decir basta.
La próxima semana seguiremos reflexionando sobre cómo podemos ayudar de manera más efectiva a esa persona que tanto nos preocupa sin vernos perjudicados en el intento.
Para cualquier consulta que quieras realizar contáctame vía e-mail a [email protected] y con gusto responderé a la brevedad posible.
Fabian Giraud. Psicologo. Madrid, España.
  


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