Unas semanas hace del “me ha dado un Pastora Soler” del cantante Joaquin Sabina en Madrid, tras años de silencio en el escenario ; mas allá de la broma de pésimo gusto del flaco, yo quiero ver detrás de su espantada un ápice de honestidad, un momento de lucidez del maestro frente a su obra actual, desgastada de tanto talento derramado en sus estrofas clásicas ; cuando vi las imágenes, pensé que Sabina se había dado cuenta que quizá ya no pueda dar nada nuevo, nada tan bueno como lo anterior, y que su público no desea verle, como a otros dinosaurios musicales, arrastrarse por el escenario ; mi teoría sabiniana , tan buena como cualquiera supongo , es que Sabina, no sólo por el arañazo que la Parca le asestó en el pecho, sino por su calmado corazón tras su vida con Jimena , ha perdido la principal fuente de su inspiración musical, las bajas pasiones, los amores imposibles, las aves de paso ; cuando tuvo que tomar prestadas historias de un amigo , para el disco Vinagre y Rosas (2009) , en mi fuero interno pensé que Sabina se autoclavaba la estaca hasta el fondo ; su faceta de columnista era brillante en Interviu , pero sus letras de canciones han perdido la magia de lo mundano, del beso robado, del pellizco en el trasero o de la mujer que no echará la vista atrás para buscarte ; puede que todo eso pasase por su mente en ese momento de malestar, mirando a los ojos a su público, ávido de recuerdos , de ganas de alcanzar esa comunión con su suicida trovador .
Mientras Sabina medita si debe o no seguir adelante, y paga lo que debe a Hacienda, yo seguiré haciendo lo que mas puede ayudarle, escuchar sus canciones…
“…a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea…”
Sabina visto por muchos, poco oido por ellos mismos.