Todd Phillips repite en la dirección, pero muestra una evidente falta de ideas para cerrar con buen pie la historia de un grupo de amigos que van de lío en lío. Esta vez sin boda ni despedida de soltero, y de vuelta en Las Vegas, la conexión con las otras películas es el pretexto para envolver nuevamente en un fregado que no vieron venir. Más moderados que nunca, Bradley Cooper y compañía evidencian la poca ocurrencia de sus guionistas (entre ellos su director), quizá ya agotados de recursos para hacer algo original. Ni siquiera la aparición de John Goodman ayuda a mejorar el desenfreno limitado y nada comparable a las otras entregas.
Perdiendo el motivo principal de su nombre y con alguno elementos que quitan credibilidad al filme como la ridícula escena de la jirafa (la postproducción deja mucho que desear aquí), Zack Galifianakis se convierte en la única salvación que mantienen con vida a una entrega floja de por sí. Las incontables incongruencias y los sinsentido de su personaje imprimen las pinceladas de humor, que debería estar más presente.
R3sacón hace pasar un buen rato. Sin embargo, en la comparación con las anteriores quedará siempre muy por debajo. Sin esencia, sin fuerza y alejándose del factor cómico para acercarse a una acción débil, la saga queda coja. Sin dudas, este final no es épico ni mucho menos. La risa quedó contenida.