Te observo así: con la clandestinidad como aliada.
Tus manos escarban la tierra del jardín mientras tu boca tararea una canción. Apartas un mechón de pelo que cae -rebelde-, sobre tu frente. Lo apartas con un gesto mil veces repetido y mil veces fascinante y nuevo, para mí. Tu feminidad aflora en ese vuelo fugaz de tus dedos a tu pelo y se queda prendida en mi embeleso.Tus manos -rugosas y delgadas-, aún atesoran la suavidad conque todo lo han tocado; tus ojos, ahora más apagados y acuosos, cuando me sorprenden mirándote –como ahora, furtivo- se iluminan y ríen juguetones, llenándome de rubor, como el primer día que te vi.Texto: Yolanda Nava Miguélez