Si a una señora en España se le ocurre salir a la calle con una bolsa del supermercado anudada en la cabeza y paseando un percebe, diremos: “Ahí va una jilipollas”. Si lo hacen diez señoras, diremos: “Ahí van diez jilipollas.” Si una japonesa lo hace, sus compatriotas lo considerarán como una rareza curiosa. Si lo hacen diez, dirán que es una tendencia social, le pondrán un nombre, harán reportajes al respecto que circularán por toda la red y, finalmente, la exportarán al extranjero.
Algunas de estas rarezas que han tenido el honor de saltar a la red son:
- Hikikomori: En España existe el típico joven (concepto que en este caso podemos extender hasta los 40 años) que se apalanca en casa de sus padres y no hay manera de echarlo. Antes se daban sobre todo por vaguería y porque los pisos estaban muy caros. Ahora porque según están el mercado laboral y la vida, cualquiera se independiza. El equivalente en Japón tiene un nombre, el hikikomori, que es el joven que no desea integrarse en la sociedad, se encierra en casa de sus padres y rehúye todo contacto social.
- Itasha: Aquí, si pegas una pegatina en el coche, la gente ya te puede empezar a mirar medio raro. A la que pegas dos, te clasifican de hortera. Y en cuanto son tres, te detiene la policía de tráfico y te hace soplar en el alcoholímetro. En Japón pegarle una pegatina al coche lo puede hacer cualquiera. Lo que mola es decorar todo el coche con dibujos de tus personajes de ficción favoritos. A eso lo denominan “itasha”, que significa “vehículo doloroso”, no sé si por el precio que cuesta la decoración o por el daño que hace a la vista.
- Karoshi: En España practicamos el famoso “calentar la silla”, es decir quedarte en la oficina al menos un minuto más que el jefe para demostrar lo mucho que trabajas. Los japoneses practican algo parecido y, como son más radicales, lo llevan al extremo. Un buen practicante de karoshi tiene que acabar muriendo por exceso de trabajo, si no, no vale. ¿A ver cuál es el español que mejora eso? Si existe, seguro que es de Bilbao.
- Make-inu: En España si nos encontramos con una mujer en la treintena soltera, sin novio, sin hijos y con un trabajo, no le damos mayor importancia. Bueno, ahora con la crisis sí que le damos importancia a lo de que tenga trabajo. En Japón tienen un nombre para ese tipo de mujer, “make-inu”, que significa “perro perdedor”. La expresión se la inventó la columnista Sakai Junko y pegó fuerte. Evidentemente, su contraparte es la mujer “exitosa” con un marido e hijos.
- Otaku: En Occidente, si vemos por la calle a alguien vestido de su serie favorita, pongamos “Star Trek”, pensamos que estamos ante un fracasado que se disfraza de personaje de ficción porque no tiene nada mejor que hacer en la vida y, por si acaso, nos cambiamos de acera. En Japón esa misma persona es un otaku, un tipo al que no le basta con saberlo todo sobre su serie favorita, sino que quiere vivirla y para eso se disfraza de sus personajes. Si vas a Japón y te encuentras con uno, cámbiate de acera. No, no es que te vaya a sodomizar, es que lo mismo se te pega.
- Parasaitu Shinguru: Es una adaptación a la fonética japonesa del inglés “parasite single”, o sea, soltero parásito. No hay que confundirlo con el hikikomori. Aquél sufre un trastorno psicológico que le impide integrarse en una sociedad hipercompetitiva y muy exigente. Éste es un tío jeta, que ha decidido que dónde le van a atender mejor que en casa de papá y mamá.
- Salaryman: En España, si no te queda más remedio que ponerte una chaqueta y una corbata para ir a trabajar de 9 hasta que al jefe le apetezca (véase lo escrito en “karoshi”) eres un pringado, visto por, pongamos, un futbolista, o un afortunado, visto por uno de los cinco millones de parados. En Japón se han inventado una palabra para designar a ese tipo de persona que es de lo más normalito: el “salaryman”, que viene del inglés y podría traducirse como “hombre-salario”.
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Estaré fuera unos días. Regreso el 9 de abril.