Revista Opinión

Rasgos "tunecinos" en la España actual

Publicado el 17 enero 2011 por Franky
Algunos lectores de Voto en Blanco se escandalizaron al leer el recien publicado artículo España: lecciones que extraer de Túnez, donde afirmábamos que hay rasgos comunes entre la España de Zapatero y el Túnez que se ha rebelado contra el sátrapa Ben Alí, destacando dos: la corrupción generalizada y la marginación y desesperación de los jóvenes españoles, la mitad de los cuales están en el paro y sin esperanzas de un futuro digno.

Hoy queremos destacar dos rasgos concretos que hacen de España un país que tiene terribles semajanzas con el Túnez de Ben Alí, donde, por cierto, el presupuesto de educación por persona es muy superior al español. Nos referimos a la actuación de Manuel Chávez, que concedió personalmente una subvención de diez millones de euros a una empresa de la que su hija Paula era apoderada, y la presencia en el gobierno de la comunidad de Murcia de un sobrino del presidente Valcarcel.

Esos dos rasgos tunecinos demuestran que los dos países están próximos no sólo geográficamente, sino también políticamente, vinculados por la corrupción, el abuso de poder y otras muchas lacras.

Manuel Chaves acaba de recibir un varapalo humillante del Tribunal Superior de la Junta de Andalucía, que obliga al gobierno de Griñan a abrir expediente sancionador al actual vicepresidente tercero del gobierno de Zapatero por haber concedido una subvención millonaria a la empresa en la que su hija Paula era directiva y apoderada. Chavez, haciendo gala de esa arrogancia que caracteriza a los sátrapas, se niega a dimitir, a pesar de que sabe que en cualquier democracia seria habría tenido que hacerlo, de manera fulminante. Manuel Cháves y la Andalucía que él ha gobernado, todo un "cortijo" del poder socialista, huelen a Túnez.

En Mucia, el consejero de Cultura y Turismo, Pedro Alberto Cruz, ha tenido que ser intervenido de urgencia en el Hospital General Universitario Reina Sofía de Murcia por fracturas múltiples en la cara, causadas por tres jóvenes que le agredieron, uno de ellos con un puño de hierro. El consejero Cruz es sobrino del presidente murciano, el popular Ramón Luis Valcárcel. Eso de colocar a familiares en el poder también huele a Túnez.

En Túnez, los rebeldes han asesinado a Imed Trabelsi, sobrino de la esposa de Ben Ali y alcalde de la ciudad costera de La Goulette, trasladado al hospital con heridas de arma blanca.

Es justo reconocer que existen distancias entre Túnez y España. La sociedad española goza de más libertades y la agresión al consejero murciano es rechazada masivamente por brutal y antidemocrática, mientras que el asesinato de Imed Trabelsi ha sido acogido en Túnez con alegría colectiva. Pero no es menos cierto que en ambos países se dan, aunque en escalas diferentes, los mismos problemas y dramas: corrupción, nepotismo, abuso del poder, privilegios indecentes de los políticos y rechazo creciente a la casta, un rechazo que en Túnez ya se había transformado en odio pero que en España todavía no.

Manuel Chaves, un tipo repudiado ya por la sociedad española, que resta votos cada vez que aparece en televisión, debería quedar al margen del liderazgo de este país, del mismo modo que un sobrino del presidente de Murcia jamás debería ser consejero de su gobierno. La democracia y l decencia impiden esos abusos de poder, aunque los sátrapas españoles, cegados por la arrogancia, ni siquiera se den cuenta.

Llenar el país de corrupción, de poder abusivo y de jóvenes desempleados y sin futuro son "pecados" que España y Túnez comparten, aunque en Túnez esos dramas son más dolorosos y graves. Hay otro factor importante que asemeja a los dos países: la creciente indignación de los ciudadanos ante las injusticias, los privilegios, los abusos y las corrupciones del poder.

Esas similitudes, dramáticas y cargadas de peligro, demuestran que el camino emprendido por el liderazgo en muchos países es erróneo y que los vicios que practican los dirigentes de esos países son sospechosamente parecidos.

Zapatero y Rajoy, líderes de partidos cerrados a la sociedad y al progreso, que anteponen sus intereses al bien común, que conviven fácilmente con la corrupción y cuyos dirigentes practican el nepotismo, el amiguismo, el clientelismo, la impunidad y la afición a los privilegios y ventajas, deberían reflexionar a aprender de Túnez, donde ha quedado demostrado que la paciencia de los oprimidos y de los que tienen hambre y sed de justicia tiene un límite.



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