Este post está especialmente dedicado a todos los que piensan que ser un bloguero famoso es algo envidiable.
No hijos, no. ¡Es muy duro! y sólo nuestra pasión por el trabajo bien hecho y nuestro sentido del deber hacen posible que estemos aquí, día a día al pie del cañón.
Porque claro, quizá a alguien
le parezca atractivo recibir invitaciones constantes a inauguraciones, ágapes,
presentaciones, etc. Quizá alguien crea que es maravilloso que soliciten
nuestra presencia en talleres de cocina o que nos ofrezcan viajes pagados con
estancias en lujosos hoteles o entradas de cine o… en fin, la lista es
interminable.
No, no mola.
En primer lugar esto genera
mucho estrés porque claro, puede que tengamos dos eventos simultáneos o que ese
día tengamos una reunión de vecinos, que es algo que todo el mundo sabe que es
mucho más atractivo que cualquier evento gastronómico que se precie, ¡dónde va a parar!.
En segundo lugar esto
predispone a las rencillas en el seno del grupo, dónde se producen diálogos de
este tipo:
- Oye, que nos han invitado a la inauguración de un nuevo restaurante. Estamos invitados al menú degustación. ¡Alguien tiene que ir!.
- Jo, ¿no puede ser otro día?, ¡es que hoy me toca plancha!
- Yo ni de coña, el otro día tuve que ir a la presentación de un nuevo cóctel con el que maridar auténtico Beluga porque todos os escaqueastéis.
Pero como el movimiento se demuestra andando y puede que alguien no me crea, os voy a poner un ejemplo real.
Hace unos cuantos días nos invitaron a un evento que se celebró en el Restaurante Palacio de Cibeles del famoso Chef Adolfo Muñoz, vamos, en la última planta del madrileño edificio de Correos, actualmente sede del Ayuntamiento de Madrid.
Nos presentaron la web
www.realjamoniberico.com y para la ocasión, el maestro Florencio Sanchidrían hizo una “performance” de sus habilidades escoltado por el propio Adolfo y por D. Rafel Ansón, presidente de la Academia Española de Gastronomía.El Maestro Florencio Sanchidrián
Da la casualidad de que era la segunda vez que acudía al restaurante en menos de un mes, en la ocasión anterior fue en la cena de un congreso de prevención de riesgos laborales, vamos, nada que ver y por cierto, para los curiosos, al contrario de lo que sostienen algunos graciosillos, en las cenas de los congresos de prevención SÍ hay cubiertos.Voy al grano.
Desconozco a quién más cursaron invitaciones, pero digamos que no me sentí muy orgulloso de formar parte del grupo. Supongo que lo que voy a contar no le hará gracia a mucha gente, sobre todo si estuvieron presentes y supongo que pedirán que no vuelvan a invitarnos. Correremos el riesgo y describiremos a grandes rasgos los grandes grupos de personas allí presentes:
- Señoras mayores en edad de estar jubiladas, aunque con aspecto de no haber trabajado mucho durante su vida. Su uniforme consistía en abrigos de pieles (y mira que hacía calor), perlas y colmillos afilados.
- Señores mayores que acompañaban a las anteriores pero que no se juntaban mucho, básicamente sólo se juntaban entre ellos para hablar de la última comilona en la que coincidieron.
- Niñas monas y muy monas que vestían ropas de marca de tallas imposibles y que no probaron el jamón, de hecho yo diría que hacía muchos días que no probaban nada sólido.
- Solteros vestidos con ropas de marca que intentaban confraternizar con las anteriores con frases de tipo, y juro que es real: “Vaya, me habían dicho que habría jamones, pero no imaginaba que fueran tan bonitos como los tuyos, ¡guapa!” (sic).
Sala abarrotada
En fin, una jungla y por decoro me estoy dejando lo más innombrable, lo juro.El maestro Florencio, mucho más hábil con los cuchillos que con las palabras, hizo una presentación demasiado larga y pedante, que continuó, más o menos en la misma línea, Adolfo Muñoz. Afortunadamente D. Rafale fue más breve y divertido, lo cual relajó el ambiente.
Y a continuación pasamos a lo que verdaderamente la mayoría de la gente estaba esperando, que no era otra cosa que la cata de cuatro jamones de distintas denominaciones de origen (Guijuelo, Extremadura, Valle de los Pedroches y Huelva).
Se nos indicó que debíamos, en primer lugar, comenzar por probar un exquisito caldo elaborado a partir de huesos de jamón ibérico, mientras dábamos tiempo a que los maestros cortadores, ubicados en las cuatro esquinas de la sala, prepararan las piezas para el corte.
Fui el único que probó el caldo, enseguida todo el mundo se puso a la cola de los jamones dando comienzo a un frenesí consistente en empujones, gente colándose, violencia gratuita, etc. A lo cual no ayudó en absoluto la estructura de la sala, absolutamente inadecuada para el tipo de evento.
En fin, armado con una copa de Rioja Ramón Bilbao me dispuse a hacer cola para probar el primero de los jamones. Muuucho tiempo después lo conseguí, aunque para ello tuve que sufrir unos cuantos improperios de las señoras de las perlas, que se habían dividido en cuatro grupos muy bien organizados que copaban la cola de cada jamón y conseguían salir con platos rebosantes que colocaban en mesas sobre las que establecían barricadas impenetrables.
Pieles y jamón, la combinación del evento
Apenas dos horas después se terminaron los jamones, no quedaba nada más que los huesos y yo no conseguí llegar a probar el de Huelva. Durante ese lapso de tiempo asistí estupefacto a imágenes como ver a las elegantes damas limpiarse los dedos con los manteles, a pesar, juro que era así, de que había ingentes cantidades de servilletas para todos. Eso sí, todas las imágenes palidecen ante la señora que se abalanzó sobre una camarera que portaba una bandeja con copas de vino. Supongo que la señora tenía sed, pero no se dio cuenta de que las copas que portaba ¡eran los restos que la gente había abandonado en las mesas!. En fin, sin palabras.
En el momento en que las camareras sacaron mazapanes para picar y Adolfo pretendió vendernos cajas de los propios, decidí que el evento había concluido para mí.
En resumen, estos eventos no son siempre agradables y supongo que a partir de hoy mismo recibiremos menos invitaciones.