Abril ha sido un mes flojito en cuanto al número de lecturas, pero no es el número lo que cuenta, ¿no?
Fui a examen a mediados de mes y el aumento en las horas de estudio supuso un aumento de las horas delante de la televisión en detrimento de las horas de lectura. Porque, aunque esté todo el día con el culo pegado a la silla, estudiar cansa y mis neuronas, al borde de la extenuación, me pedían un poco de caja tonta en vez de algo más intelectualoide. Esto se reflejó el número de libros leído, que hubiera sido menor si no fuera por Renfe que, además de auriculares para escuchar los bodrios con que me deleitaron, me regaló ocho aburridas horas de viaje de ida y otras ocho de vuelta donde o veía pasar montañas y todos los pueblos habidos y por haber de parte de la geografía española, o me daba un atracón literario. Supongo que ya sabréis que opción escogí. Qué previsible soy.
Las lecturas patrocinadas por Renfe fueron: The woman upstairs sobre la que ya hablé aquí y que fue buenísima, y Veronica Mars de la que hablaré próximamente, pero sobre la cual, a modo de teaser, diré que no defraudó (aunque encontré alguna que otra pega) y mi admiración por ella sigue intacta y extendiéndose a nuevos soportes ya no sólo audiovisuales. Y por último, Lo mejor de la vida. Empezó muy bien pero se desinfló poco a poco, aunque más correcto sería decir que simplemente perdí interés.
Contadme... ¿cómo os fue a vosotros?