De pequeña comía patés con frecuencia. Me encantaba acompañar a mi madre a la charcutería, siempre me dejaba elegir los patés de la semana. A veces a la pimienta o a las finas hierbas, otras prefería la textura más rústica del paté de campaña. Es uno de los momentos de mi infancia que recuerdo con especial cariño.
Últimamente me ha dado por pensar mucho en las personas y las cosas por las que estoy agradecida. Me siento muy afortunada de tener buena salud, una familia que me quiere, un marido que haría cualquier cosa por mí, y amigos que me apoyan. Pero cuando me detengo y pienso en la gratitud, mi madre es la que se sitúa en primer lugar.
Mi madre ha hecho tanto por y conmigo en estos últimos treinta y tantos años de mi vida. Me crió con amor y cariño, ha sido y sigue siendo mi mejor confidente y consejera, incluso durante esos inestables años de la adolescencia por los que todos hemos pasado.
También me enseñó una barbaridad, sin que apenas me diera cuenta de ello. Sería imposible catalogar todo lo que me ha enseñado, pero éstas son unas pocas de las lecciones que me transmitió:
- Las chicas pueden hacer cualquier cosa que puedan hacer los chicos. Y generalmente, lo hacen mejor.
- Quiérete y respétate por encima de todo; de lo contrario, dejas abierta la puerta para que otras personas te traten mal.
- Es probable que no siempre estés de acuerdo con las elecciones de las personas, pero puedes – y deberías – quererlas y apoyarlas de todas formas.
- Trata a otras personas como te gustaría que te traten a ti.
- Los niños que se burlan de ti durante la infancia solamente están celosos de ti (a pesar de que esto podría o no haber sido verdad, desde luego que me hacía sentir mucho mejor).
- Lee un montón de libros, viaja, aprende cosas, apúntate a esa clase de cata de vinos… En pocas palabras, haz todo lo que quieras hacer para que un día no te puedas arrepentir de haber dejado de hacer algo.
- Haz lo mejor que sepas hacer en todas las facetas de la vida – estudios, amor, amistades, en definitiva, todo lo que conlleva nuestra condición de seres humanos.
Todo eso, y mucho más. ¡Gracias, mamá! Eres lo mejor y estoy muy agradecida de tenerte en mi vida, hoy y cada día.
También me enseñó a apreciar la buena comida desde pequeña. Es una de las mejores cocineras que conozco y tuve la gran suerte de criarme disfrutando de los maravillosos platos que nos preparaba, platos llenos de sabor, la mayoría de procedencia franco-germana (el pot-au-feu semanal, chucrut con codillo, patés) y otros muchos, producto de su amor por sabores exóticos de la cocina internacional (cuscús, tagine, currys). No me había dado cuenta, hasta hace poco, de la suerte que tuve en mi infancia, pero cuando miro por la ventana y veo lo que comen los hijos de mis vecinos, doy gracias y mil gracias. Un millón de gracias. Y todavía más gracias porque me daba de comer hígado encebollado todas las semanas. Y me encantaba. Me sigue encantando.
Debo de ser una de las pocas personas que disfruta comiendo hígado, de casi cualquier forma. Y esa suerte que tengo. A estas alturas, no creo que sea un secreto que el hígado es un superalimento. La densidad nutricional presente en una onza (28 gramos) de esta carne se parece más a un suplemento vitamínico. La mayoría de los nutrientes de los que puede presumir el hígado son bastante escasos en otros alimentos.
10 razones para comer higaditos de pollo
El hígado de pollo está repleto de nutrientes. Echa un vistazo a estos datos nutricionales y las bondades que nos ofrece.
Cada 100 gramos de higaditos de pollo a la plancha, nos aportan unos beneficios asombrosos:
- Previene la anemia (Vitamina B12 – 352% VD)
El hígado de pollo puede suministrar más de 3 veces el VD de vitamina B12, un nutriente esencial que promueve la producción de glóbulos rojos y ayuda a prevenir la anemia perniciosa. - Ayuda a mantener buena vista (Vitamina A – 288% VD)
Es posible que no sepas que el hígado está repleto de vitamina A en forma de retinol, alfa y beta carotenos, incluyendo el licopeno. Con un valor de 14378 IU por 100 gramos, es una gran ayuda para la salud ocular. - Un buen apoyo para la fertilidad (Folato – 140% VD)
Si estás embarazada o lo estás intentando, el hígado de pollo es un alimento ideal. Con sus 560 mcg de folato, promueve la fertilidad y ayuda a prevenir defectos del tubo neural en el bebé. - Es bueno para los tejidos corporales (Riboflavina – 136% VD)
El dolor alrededor de labios, boca y lengua, y la piel agrietada y/o descamada en las comisuras de los labios y alrededor de la nariz indica una falta de riboflavina en el cuerpo. La riboflavina, también conocida como vitamina B2, es esencial para una función reproductiva saludable, y para el desarrollo y reparación de tejidos corporales, incluyendo la piel. 100 gramos de hígado de pollo contienen 2.3 mg de riboflavina. - Ayuda a mantener una función tiroidea saludable (Selenio – 126% VD)
Tiene un alto contenido en selenio, un mineral que trabaja en conjunto con el yodo para mantener la tiroides en plena forma. - Lucha contra el estrés (Ácido Pantoténico – 83% VD)
Al ser rico en ácido pantoténico, el hígado es un gran apoyo para las glándulas adrenales o suprarrenales, ayudando al cuerpo a combatir el estrés. - Estimula el sistema inmunológico (Hierro – 72% VD)
Además de su papel en la prevención de la anemia, el hierro también favorece la salud del sistema inmunológico, y el hígado de pollo es una excelente fuente de este mineral esencial. - Previene la pelagra (Niacina – 70% VD)
La falta de niacina en el cuerpo se presenta en forma de pelagra, una enfermedad con síntomas como delirios, diarrea, mucosas inflamadas y llagas en la piel. El pollo y el atún son dos de las fuentes con mayor contenido en niacina. - Piel, pelo y uñas sanas (Proteína – 52% VD)
Uno de los muchos beneficios de la proteína es mantener la piel, músculos, pelo y uñas en perfecto estado. El hígado de pollo es una excelente fuente de este nutriente tan importante. - Dientes y huesos saludables (Fósforo – 42% VD)
También es bueno para los dientes, encías y huesos, por su alto contenido en fósforo, ya que el calcio no puede formar tejido óseo sin la ayuda de este mineral.
Fuente: Self Nutrition Data
¿Cuál es el mejor hígado?
Según Lynn Razaitis, de la fundación Weston A. Price:
“Está claro que debemos consumir hígado procedente de animales sanos – ternera, cordero, búfalo, cerdo, pollo, pavo, pato y ganso. La mejor opción es el hígado de animales que viven al aire libre y pastan. Si esto no está disponible, la siguiente opción sería el hígado de pollo, ternera o cordero ecológico. Si la única alternativa fuera el hígado del supermercado, la mejor opción sería el de ternera o cordero (lechal). No se recomienda el hígado de pollo y cerdo criados de forma convencional.”
The Liver Files
También es importante recordar que los animales no utilizan el hígado para filtrar toxinas. Lo utilizan para detoxificar y excretarlas. Mark Sisson nos los explica en este artículo.
Sé que a muchos de vosotros no os hace ni pizca de gracia la idea de comer hígado, pero os prometo que las recetas que quiero compartir con vosotros son muy sabrosas. Una de los factores a tener en cuenta cuando se cocina el hígado, sea de pollo, cordero o ternera, es no hacerlo demasiado. El hígado debe quedar un poco rosa por dentro, ya que de lo contrario el sabor se volverá amargo.
- 15 granos de pimienta negra
- 3 granos de pimienta de Jamaica
- 15 semillas de cilantro
- 1 clavo de olor
- 125 gramos de mantequilla, derretida
- 1 cebolla mediana, picada
- 500 gramos de higaditos de pollo (de pollos criados al aire libre)
- 2 cucharadas de brandy
- Sal
- 3 cucharadas de nata (opcional, pero muy recomendable)
- Más mantequilla derretida para sellar (opcional)
- Muele las pimientas, semillas de cilantro y clavo en un molinillo para especias o un molinillo de café hasta obtener un polvo fino, y reserva.
- Calienta una sartén a fuego medio-alto con un poco de mantequilla. Añade la cebolla y sofríela hasta que esté transparente, unos 5 minutos.
- Sube un poco el fuego y añade los higaditos, espolvoreando con un poco de sal. Cocínalos durante unos 2 minutos por cada lado, hasta que el exterior esté sellado y dorado, pero el interior se mantenga rosado.
- Mete los higaditos, cebolla y jugos de la cocción en un procesador de alimentos o thermomix con el resto de la mantequilla, las especias, el brandy y la nata (si la vas a usar). Tritura la mezcla hasta que su textura sea muy fina. Pruébala y ajusta el punto de sal.
- Mete el paté en un cuenco, tarrina o botes de cristal, alisa la superficie y refrigera durante unas 2 o 3 horas. Si quieres, una vez que esté firme, puedes sellar el paté con una capa de mantequilla.
- Recomiendo sacarlo de la nevera unos 15 minutos antes de servir.