Si no fuera por ella, Victor habría estado siempre solo en las inmensidades de aquella factoría que le habían encargado vigilar en horario nocturno. Era algo pesado y su matrimonio se había resentido, costándole el divorcio.
La primera vez que la vio se quedó perplejo, y sin voz para preguntarle y exigirle que se marchara ¿Qué diantres hacía allí dentro y a esas horas esta chica morena y delgada?
-…Vengo aquí porque busco la soledad. Me verás a temporadas. No haré nada malo, pero no intentes encontrarme… Nada más decirle esto desapareció con un movimiento rápido. Se introdujo por un almacén y -aunque el la siguió corriendo y llamándola- después no pudo encontrarla dentro, lo cual era de locos ¿Acaso atravesaba las paredes? Aquella noche la pasó toda en vela, sin ni siquiera permitirse una de sus cabezadas habituales.
Pasaron las semanas y no volvió a verla por ningún sitio. Aunque en las últimas noches sí que notaba mucha inquietud cada vez que iniciaba sus rondas. Casi siempre se descubría delante de los gigantescos contenedores de ácido, con su estructura cilíndrica y aquellas dimensiones titánicas. Los circunvalaban unas escalerillas metálicas que ascendían y ascendían…
A el se le perdía la vista en la cima de aquello y entonces reparaba alarmado en que no recordaba haber salido de la caseta de vigilancia, en que ni siquiera llevaba puesto el abrigo…y en que ella estaba allí arriba. Estaba seguro de que era la misma chica, a pesar de verla diminuta en las alturas: la ropa blanca y sucia, los cabellos negros tapándole el rostro y unos ojos que brillaban, reflejando los reflectores de la fábrica. Parecía levantarse los senos desafiante…
Aquellos ojos le decían -y que lo mataran si sabía como- que habían tenido sexo hacía un instante, sexo que no recordaba. Padecía -a causa de un golpe- amnesia anterógrada. Recordaba quien era, pero no lo que había hecho el día de antes.
La amnesia empezó a manifestársele después de entrar allí a trabajar, con lo que las personas y las rutinas de aquel lugar no habían sido afectadas, lo cual no le eximia de apuntar todos los hechos del día anterior por duplicado, tanto en papel como en un blog en Internet a medida que los vivía, antes de que el sueño -o algún suceso intenso (y esto lo aterraba sobremanera)- se los borrara. Sus recuerdos también tenían una notable laguna respecto a los días previos al golpe.
Le daba lo mismo que alguien leyera el blog, aunque pensaba que era tan aburrido que ni siquiera valía la pena hacerlo privado. Hasta que una tal “Syana” le dijo que lo había localizado y pensaba visitarle en persona, porque le daba morbo yporque “…ya te conozco…” y “…yo fuí la que viste la primera vez…”
Si de verdad era Syana la chica visitante, cada noche tenía a una auténtica pervertida bambando por aquellos lugares. No le cabían dudas leyendo el comentario que le había dejado en la última entrada: “…nada más entrar en tu caseta interrumpo la paja que te estás haciendo (se ve que no paras, hijo y lo que me hace gracia es que nunca me recuerdas, jaja) me levanto la falda, me acerco y te planto el coño en la boca, agarrándote por los pelos y tirándote de la silla, cacho mamón…Después y ya tumbadito, te sujeto los brazos en el suelo con las rodillas y te obligo a lamerme (tampoco tú pones mucha objeción) Te palpo detrás, y si la cosa está durita me planto entonces de espaldas a ti y me ensarto y me ensarto hasta plancharte las pelotas…”
“…el otro día me levanté cuando aún no te habías corrido y te supo fatal, Victor. Por primera vez lograste erguirte y atraparme por una pierna antes de que saliera corriendo. Tenía las bragas a medio subir y estaba torpe. Me pusiste boca abajo y me la metiste por el culo, hijo de puta, además de atizarme una hostia. No me lo vuelvas a hacer jamás, o sino te dejaré la próxima vez algo más que ese tajo en la garganta…”
Víctor temblaba leyendo aquello. Llevaba esta vez un corte de parte a parte del cuello, fino pero que le escocía. Al parecer, Syana usaba navaja, cosa que no debería sorprenderle en alguien capaz de colarse por las fábricas buscando falos erectos. Se tuvo que haber relajado después de penetrarla y ella aprovecharía. Era esta la segunda vez que le comentaba en el blog, revelándole entonces lo que pasaba cada noche y el nunca podría recordar por sí mismo. La intensidad de la vivencia, ay, ay, que le generaba olvido pos-trauma y lo convertía en un puto inválido mental.
A estas alturas, la deseaba con fuerza y la odiaba por igual. Ella -al parecer- era la dueña de sus noches recientes, porque era quien se las revelaba. Syana estaba fabricándole su pasado y de rebote le estaba definiendo como persona, dándole la historia que le venía en gana. El no se creía capaz de violar analmente a una mujer y menos propinándole golpes, tal y como le contaba. Pero no existía ninguna otra versión y se sentía como el títere de una déspota.
Y esa noche, yendo por la zona de los contenedores y mirando hacia una barandilla alta…la vio.
-Eh, quien anda ahí…baje, está cerrado a estas ho…
-Joder, Víctor, no perdamos tiempo que ya solo queda la mitad de la noche. Escucha y no me interrumpas, te lo suplico.
Un abrigo negro abierto por encima, las manos con uñas pintadas aferrando la baranda y unas botas altas. La falda pegada a la piel por el viento, marcando el vientre y unos muslos grandes y fuertes…
-Perdona por la herida del cuello, antes de nada. Creo que aún te quiero sí, aunque sé que suena desquiciado. Me enloquece tenerte dentro, dios, te portas siempre como si fuera algo nuevo, como un niño grandote…como lo que pensaba que eras. Y sin embargo me das más miedo ahora todavía. Me da miedo que siempre que llego pongas cara de perplejidad, que deje de existir para tí al terminar de follar y que nunca, nunca podremos ser pareja.
Y sobre todo me da miedo por lo que pasó, Víctor. Por lo que ya no recuerdas pero que provocó tu amnesia. Y no puedo seguir.
Le lanzó un pequeño objeto. Era una plaquita con la foto de una pareja. Eran ella y el, eso estaba claro.
-¿? ¿Como? ¿Eramos antes pareja?
-Es una forma de decirlo. Yo venía aquí a visitarte hasta que amenacé con plantarme ante tu ya ex mujer si no la dejabas. Y te reíste y con ello me hundiste. Dijiste que adelante, que así se volvería loca de celos. Qué paradoja. Estando tú en el hospital ella pidió el divorcio.
-No sé lo que dices, no recuerdo bien ese periodo.
-No, claro que no. Como te dije, al reírte de mi me dejaste hecha polvo. Me dí cuenta de que para ti solo era un juguete y eso me dio asco, mucho asco. Y te golpee con una de esas palancas que hay por aquí. Muy fuerte, al punto de que pensé que te había matado…
La estupefacción le consumió al oír aquello. Notó un vacío en su interior y un odio intenso que empezaba a llenarlo, dejándolo partido en dos. Percibió el repunte de una erección mirándola allí plantada, lo que hizo que se sintiera muy vulnerable, a la vez que temblaba por la furia -Asquerosa loca de mierda, me dejaste lisiado de por vida. Te voy a matar, pedazo de cabrona.
-Si, siempre lo intentas, jaja. Todas las noches sales corriendo tras de mí después del polvo, pero te fallan las fuerzas. Qué ¿Tampoco lo recuerdas hoy? Lo tuyo sí que es la petite morte, cielo. Tócate la entrepierna, anda, que la tendrás lechosa con todo el condón fuera ¡Cada vez que llegamos aquí a la baranda ya llevas todo el pantalón mojado, jajaja!…
La risa dio paso pronto a un grito y un lloro histéricos, cuando vio que Víctor avanzaba furioso hacia ella con una barra metálica. Ya jamás sería el mismo por culpa de aquella zorra asquerosa y pensaba abrirle el cráneo como si fuera una sandía…
-Deja ya de intentar matarme, joder, Víctor -dijo llorando ya del todo e histérica pero corriendo. Lo siento, joder, siento lo que te hice. Siempre te pido perdón, pero tú no quieres ceder…-La desesperación y la súplica teñían su voz, al tiempo que lo miraba asustada cuando avanzaba.
Pasó de la baranda a una de las escaleras que rodeaban los depósitos y empezó a subirlos. Esta vez, Víctor también subía tras ella, cosa que la sorprendió vivamente porque era la primera vez que lo hacía. Ascendían y ascendían, el corazón les salía literalmente por la boca y por fin -ella primero- llegaron a las barandillas de la cúspide de aquél enorme cilindro hueco. De dentro subía un colosal pestazo a ácido, y empezaron a jugar a un dramático corre que te pillo agarrados de una barandilla precaria. Parecían dos hormigas correteando por la orilla de un gigantesco vaso.
Y el destino jugó su pasada. Una estructura metálica cerraba el reborde, impidiendo rodearlo del todo. Pronto Víctor estuvo casi encima de ella con la barra semiescondida. Le agarró por el cuello con sus mano, fuerte y obligando que mirara hacia debajo.
-Ya noto que te falta el aire, cabroncilla. Eso de abajo es sulfúrico y no quedará nada de ti -Y en ese momento, Syana logró sacar una navaja y clavársela en el estómago. Victor, estupefacto y rabioso, le golpeó con la barra la cabeza, una y otra vez. En un momento dado,notó que los ojos de ella le miraban ya sin vida. Pero también sentía su propia sangre como le salía por el vientre.
Los ojos se le nublaban, las piernas se le aflojaban y -antes de caer los dos al horror de abajo- sintió un último impulso. Inesperadamente, atrajo hacia el su rostro y la abrazó. Tan solo experimentó -antes de expirar y caer al vacío- el brote de…lágrimas.
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Son algo más de 1700 palabras, una detrás de otra y más de alguna descarrilando, je, je. Gracias infinitas por la paciencia y el cariño a quien lo haya leído todo, independientemente de que le haya gustado más o menos. Mi asignatura pendiente es acortar, pero se me desmanda

Saludos.
