Revista Espiritualidad

RECUERDA LA MEMORIA (Mayo 2011)

Por Srigangamata @SRIGANGAMATA

“Les recomiendo especialmente que hagan su genograma, es importante saber sobre nuestras raíces, sobre la historia que no precede”
La profesora nos dio la sugerencia y de todo lo que yo le había oído decir en los privilegiados momentos en los que había disfrutado de su profunda sabiduría, (y de un cúmulo inmenso de conocimientos), esta recomendación en particular me sonó pueril.

“No sé nada de mí…quienes fueron mis padres, de dónde vengo, es como si fuera un punto que de pronto se ha materializado de la nada y gira sobre sí mismo sin sentido”
Luego de un accidente una lesión craneal había dejado a mi consultante sin recuerdos, de ninguna índole. Los médicos le dijeron que el pronóstico era favorable pero que la recuperación demoraría un tiempo.
Repentinamente empezó a tener ataques de pánico producto de los altos niveles de ansiedad que la falta de memoria le ocasionaba.

Camino por los pasillos de la memoria…
Lo cual es una paradoja porque yo soy una persona que no gusta de recuerdos. No los conservo, no los valor, no los atesoro…el pasado es una dimensión que no existe y en tanto no es posible sostenerla.
Pero sigo caminado…
”LA MEMORIA” se vuelve un tema recurrente y yo empiezo a sentir la gestación de las letras.

Converso con alguien muy especial para mí y me habla de su padre…
Lo define como un Ser atípico, y sus ojos se llenan de emoción, de ternura y de un lejano velo de amargura.
Apenas lo reconozco soy capaz de comprender a qué se refiere, es un Ser Angélico, antiguo en sabiduría y joven en pasión, posee un don igualmente antiguo, que nació con él , se manifestó en él y cuya manifestación tal vez haya muerto con él…aunque no el don.
Un Sanador de Palabra…un hijo dilecto de la Madre Gaia al que le dio permiso para hundir en ella sus raíces hasta lo más profundo, alcanzando lo más alto.
Su modo de sanar pertenecía a una antigua tradición, de esas que se pierden en la noche de los tiempos, y su poder era reconocido…y reconocible.
Tanto, que aún hoy, tantos años después de su muerte, la luz de ese poder me llega prístina como si estuviese vivo, y de hecho lo está, esperando en el ADN dormido de su hijo.

Pero el rito murió con él, y aunque no lo parezca al planeta le falta algo.

Porque la memoria es mucho más que la suma de los recuerdos, es un cuerpo viviente, una dimensión donde se hallan grabados los hechos luminosos, formando un todo sagrado y compartible… Y sonrío pensando que no es cierto lo que creo, que al fin de cuentas yo he dedicado mi misión y mi vida la memoria…o qué otra cosa es el Registro Akáshico?

No, la memoria no es algo para venerar, es algo para nutrirse, no es algo para anclar el pasado sino para liberar el futuro.
Cada uno de nosotros es en sí mismo un universo, una conjunción única, irrepetible y perfecta de aspectos divinos.
Llegamos con una historia, nuestra “bitácora de viaje”, y se constituye como una herramienta, no como un álbum de recuerdos, por eso para la gran mayoría de nosotros recordar vidas pasadas no es necesario, porque lo que pasó en esa vida no existe más, y además no nos pasó “a nosotros”, pero dejó una perla de sabiduría experimentada y, por tanto, recordada de La Fuente.
Esa perla…esa perla se une a nuestra memoria y es todo lo que importa, no el recuerdo.

No se trata de recordar, se trata de no caer en el olvido.

Esa memoria late dentro de cada uno de nosotros marcando el ritmo de nuestra búsqueda de perfección, estimulándonos permanentemente con un hambre de trascendencia que nos mueve a buscar y a no ceder.
No importan los caminos, importa que caminemos, porque cada camino tiene una nueva memoria para ofrecernos, una nueva perla, un nuevo tesoro.
Cuando miramos a nuestros antepasados no son sus actos los que debemos mirar, es su esencia, sus dones, sus sabidurías, sus tesoros es suma, cómo estos se reflejaron en sus actos pertenece a la responsabilidad de quien los usó, pero su fuerza, pura, luminosa, está presente en nosotros y ahora existe, por eso, una invitación a re-usarlos, a cambiarles el sentido si hace falta o a profundizarlo.
Lo mismo sucede con nuestra memoria Akáshica, no es la “historia” de nuestra vida pasada la que importa, ni los actos más o menos calificados de aquel que fue para vehículo de mi alma, importa lo aprendido, lo experimentado, lo “recordado”, lo perfeccionado.

Y sin embargo hay algo más…
Mirar a nuestra historia “viva” a aquellos que forman parte de nuestra historia y que aún tiene cosas para dar, para compartir, para legar.
Como es padre que murió sin llevarse el don, pero llevándose el rito, un rito que alguien debió recuperar, que alguien debió conservar, que alguien debió sostener para la riqueza de la humanidad.
Y muchas veces perdemos cosas así de valiosas porque vivimos comprando el paradigma de una sociedad que nos convence de que no hay nada más importante que la eterna juventud y el eterno futuro. Una propuesta que nació con las religiones patriarcales:

“Sufra ahora…disfrute después…”
Y que se ha ido perfeccionando con el paso de los años hasta convertirse en
“Controle el futuro siendo eternamente joven,el precio no es excusa” (?!!!)
Cambiandonos los espejitos de colores del eterno futuro por el valor insustituible del Eterno Presente.

Y quedamos inmersos en una espiral de paradojas que lo único que hace es marearnos…hasta hacernos perder la memoria…hasta hacernos perder la identidad.
Así, los seres valiosos que constituyen nuestra historia, tanto sanguínea como social quedan relegados a mausoleos de fotografías, a lápidas de recuerdos, hasta que los lleva el viento de la vida como a hojas de otoño.

Reservemos momentos de nuestra vida para mirar nuestras raíces, no con ánimo nostálgico, ni crítico, ni victimizado…sino con el ánimo fresco y liviano de quien va a abrevar en una fuente que calma una ser especial…la sed de identidad.
Destilemos recuerdos hasta lograr una verdadera memoria, un compendio de las sabidurías que se han manifestado y que están disponibles para nosotros por línea directa de sangre, experiencia o cercanía y a los otros a través de cada renovación que hagamos de nuestro propio ideal de nosotros mismos y los actos que nos llevan a lograrlo.

Porque al fin, es posible que Lavoisier haya visto mucho más allá de lo que incluso él mismo haya creído:

«Nada se crea, nada se pierde; todo se transforma.»

NAMO VHA



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