Qué fácil es recordarte,
ver extender tu brazo al subir el tranvíacon el gesto de quien sabe su destino
y lo que espera a su final.
Imagínate a través del tiempo,
concretamente hoy, la falda, tan larga
en su diseño, enseñar el tobillo
al subir el estribo. El chirriar
de sus ruedas y el traqueteo de cada curva:
un rumo de metal
por el que ya nadie pregunta
Desde la mirada negra del asfalto
y bajo el sol implacable de este verano,no puedo recordar parte de sus itinerarios,
pero sí sus colores.
Supongo que los recuerdos nostálgicos
nunca son una incomodidad;sin embargo,
siempre arrastrar alguna resaca.
Yo sé que es hermoso estar aquí todavía;
contestar a las cosas inéditascon palabras o gestos, sin implicarte demasiado,
aunque alguna vez te sientas infeliz.
También sé que una forma de sabiduría es aceptar,
sin importarme mucho el estilo de vidaque has ido dejando en el camino.
Así pues, vengo desde mis palabras,
para hablar de las cosas que no duelan;con la vestimenta más ligera y fácil
de que he encontrado para hacerlo
y a la altura o nivel que podamos observarnos.
Con ojos amables.
Porque hoy me basta con seguir deseándote
en la nostalgia y en la lentitud
de aquellos tranvías, que absurdamente
alguien decidió
apartarlos de nuestras vidas y del futuro
que aún tenía que llegar.
Mis labios siguen aquí,
para hablar desnudos o vestidos,aunque yo sé que cuesta mantener
una conversación, pero sobre todo,
para hablar de cosas que no duelan.
Antonio Hernández Martínez