Revista Ciencia
Uno de los "tesoros" de mi biblioteca es el libro "Materia y Luz" (título original "Matière et Lumière") de Louis de Broglie, un noble con título de duque, y físico francés con Premio Nobel de Física 1929 por su teoría ondular de la luz. Nació en 1892 y murió en 1987. El libro fue editado por Albin Michel en 1937. Mi versión es una traducción al neerlandés "Licht en Stof" por el Doctor Ingeniero J.P. Schouten.
Voy a citar algunos extractos de la Introducción de algunas reflexiones del autor y que entiende todo el mundo. No hay que ser científico, solo tener interés. La ciencia y la filosofía son materias aparte pero no separadas.
En la introducción del libro de Broglie llama a la Física moderna "un gran edificio", y que lo grande es construirlo y acabarlo.
"Cuanto más penetramos en el interior de la materia, más remarcamos que nuestros conceptos diarios, en particular los del espacio y del tiempo, no son suficientes para describir el mundo en el que nos adentramos"... Es la humildad del científico, o como decía Albert Einstein: "No tengo talentos especiales. Solo tengo una curiosidad apasionada".
El saber nunca tiene un final. "Dado que el gran libro de la ciencia nunca se termina, nos esperan todavía muchas sorpresas: ¿Quién conoce por ejemplo los misterios que se esconden en el núcleo del átomo, que es mil millares de veces más pequeño que el polvo más pequeño y que forma un universo?" pregunta de Broglie.
Y admite que "el colapso de los principios más fundados durante los últimos decenios, y el fallo de las conclusiones más lógicas, nos incita a la prudencia al apoyar conclusiones generales y filosóficas sobre el progreso de las ciencias, porque estamos construyendo sobre un terreno en continuo movimiento. Cuando nos damos cuenta en qué medida nuestro desconocimiento supera a nuestro saber, no tenemos tendencia a sacar rápidas conclusiones".
Y formula una pregunta que siempre ha preocupado a los pensadores científicos: "¿Cuál es el valor de la ciencia? ¿Cuál es el fundamento de nuestro amor y admiración para la ciencia?"
A la que él mismo responde: "Mucha gente acepta la ciencia por sus aplicaciones: mencionan sus múltiples mejoras materiales que ha producido en nuestra existencia de todos los días, los medios potentes que nos ha procurado para la conservación y prolongación de nuestra vida, y espera que esto seguirá en el futuro sin límites. Este pensamiento solo se puede aceptar con reservas: no todas las aplicaciones de la ciencia son benéficas ni tampoco es seguro de que su desarrollo significa un progreso de la humanidad, porque este depende más del nivel espiritual y moral del hombre, que de las circunstancias materiales de su vida. Sin embargo, las aplicaciones de la ciencia han suavizado y embellecido en algunas aspecto nuestra existencia y pueden continuar esta labor cuando sepamos merecerlo. Podemos pues amar la ciencia por sus aplicaciones, por las mejoras y las facilidades que aporta a la vida humana, sin embargo sin olvidar que la existencia humana por naturaleza conlleva miserias. Pero podemos también presentar otra razón por la que se puede valorar mucho la ciencia: Adquiere solamente su pleno valor en el plano espiritual: hay que querer a la ciencia porque es un gran trabajo del espíritu."
Tal es el valor de la ciencia que otro ilustre francés Henri Poincaré, uno de los grandes pensadores científicos del cambio del siglo 19 al 20, le dedica un libro entero con el título "La Valeur de la Science", editado en 1914. Ver.
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