Como el benevolente es humillado y vejado constantemente y parafraseando a Bretch, "el odio sólo ayuda donde impera el odio", éste debe ser la vía que le quede al hombre de buena fe para pacificar el despropósito en el que se ha convertido la existencia.
El Estado como garante y representante de los intereses privados del gran capital nunca puede ser público, la administración que hace por su parte de los recursos naturales que dispone un territorio en concreto junto con la adquisición y utilización del aparato tecnológico y propagandístico para de esta forma fortalecerse y gobernar a la sociedad le otorgan poderes en apariencia no visibles pero reales, que son enmascarados por los hechos políticos y económicos que acontecen a través de los gobiernos elegidos por el pueblo y del gran capital formado por las grandes multinacionales y la gran banca, monopolizando y administrando de esta manera la cosa pública para los intereses de una élite burocrática de poder – política y económica- que suele actuar en la sombra al no aparecer en los medios de comunicación de masas. El Estado decide la vida tanto política como económica de sus súbditos.
Hay que procurar que no se apague la llama que llevamos dentro cada uno de nosotros.
Para recuperar la dignidad hay que dejar de ser mediocre.