En la sala de espera, respiró hondo y buscó un rostro amigo: su compañero de viaje. "Siempre llego con la hora pegada", le había dicho la tarde anterior. Un minuto, dos, tres, diez.. y en
la puerta de embarque no había nadie esperándola. Las agujas se iban acercando a la hora fijada en su billete, y tenía que tomar la decisión: quedarse en tierra o viajar sola. Con paso firme y sonoro, los tacones no se hicieron para ladrones silenciosos, se acercó a la azafata y le regaló una leve sonrisa, sin ganas, con los ojos cerrados, cansados ya de pensar. "Vagón 3, que tenga un buen viaje".Con los libros, las maletas, el equipaje de mano y los billetes, se fue acercando a su vagón sin pensar en nada más. Vagón 3, no podía ser de otro modo. Un cúmulo de sentimientos brotaban en su interior y los nervios se apoderaban de ella. Otra vez sola, ante el peligro. Viajando sola. Pero dentro de su país. Sin aire de por medio. Sin velocidad de la luz. Sonó el pitido de cierre de puertas y como si de una cárcel se tratase, dejó fija su mirada en el cristal. El tren se movía a tal velocidad que le recordaba a los fotogramas de una película antigua, en el que los sentimientos le golpeaban el pecho cómo un tsunami, con cada avance por la tira de celuloide.Era la misma escena, pero con arrugas de más. Era la misma escena, pero con recorridos distintos y destinos opuestos.Era ella, como una copia de lo que fue o de lo que se había convertido vista desde fuera.Era un viaje sin movimiento, donde el dónde no era ese tren, y el cuándo, no era aquella fría mañana de febrero."