Revista Cultura y Ocio

ReMemBer'11: Buscando mi felicidad

Por Gaysenace

ReMemBer'11: Buscando mi felicidad

Andrea Guadalupe, la primera transexual que cuenta su historia en GSN


Por Andrea Guadalupe (La Graciosa, Canarias)

No sé cómo empezar pero mira empezaré así, presentándome.Mi nombre es Andrea. Mi DNI decía que era un hombre, pero tan sólo por lo que tenía entre las piernas. Canaria, para ser mas exactos graciosera, aunque muchos digan que no, porque nací en Lanzarote. Tengo 34 años y el 17 de enero de este año 2011 logré, por fin, mi felicidad completa.

Nací como todas las personas y empecé a crecer hasta que comencé a darme cuenta que no me gustaban las cosas que le gustaban a los niños; jugar con coches, a las peleas, etc. A mí no, siempre recuerdo mi infancia jugando al teje, al elástico, a la comba, al julajop, o como se escriba.Siempre tuve a mi lado a una persona que me comprendió desde el primer momento y que nunca me preguntó. El sabía que yo no era como los demás niños, pero, desgraciadamente, lo perdí a los 7 años. Me refiero a mi abuelo Sixto, con el que me reía mucho y cantaba "ay, quién maneja mi barca" cuando me mareaba en su barco. Él me decía: “cántale la canción de Ramona a tu madre”. En fin, creo que era el único que me entendía a una edad tan temprana.Con su adiós me sentí perdida, confusa; se me vino el mundo encima, porque él me veía como yo era y no preguntaba. Me encerré en mi mundo, aunque aprendí a tocar el timple porque era el instrumento que él tocaba y porque quería su timple como herencia. Gracias a eso, entré en un grupo folklórico; empecé a conocer gente, pero seguía dándome cuenta que no era aquello lo que yo quería; yo quería ir vestida con el traje típico de las chicas, con el uniforme de chica. Me fui dando cuenta que era una chica, pero cuando me miraba veía eso colgando entre las piernas y no sabía qué hacer; cada vez estaba más encerrada en mí misma.Estuve yendo a psicólogas durante media vida. En mi infancia no me atreví a contarles toda la verdad ya que no tenía un referente y no conocía a nadie que sintiese lo mismo que yo. Era, como me decían en la escuela, la mariquita y a mi madre no quería contarle nada porque no sabía cómo explicarle lo que sentía, cómo me sentía y quién era yo de verdad.Fueron pasando los años y comencé a estudiar en Formación Profesional. Ahí me prometí que ya no aguantaría más palizas en los recreos y que se metieran conmigo y así lo hice, pero no me daba cuenta que en esos años había perdido una cosa que he vuelto a recuperar, la sensibilidad. Me había hecho una persona fría y sin sentimiento. No quería que percibiesen ningún síntoma de debilidad. Quería ser fuerte y aparentar serlo.Un verano, en  esa misma época si no me equivoco, llegó a La Graciosa una de las mujeres más guapas que he conocido nunca. Se llamaba Sara. Siempre me acordaré cuando la vi, fue como un rayo de luz que me iluminó, como un ángel que, sin quererlo, me daría respuestas que buscaba. Fue la primera transexual que conocí y la que me hizo comprender que no era la única chica que había nacido con pene.Estando en FP, estudiaba en casa de mi abuela donde me vestía con los vestidos de mis tías, me pintaba, me peinaba; era yo misma. En casa también me vestía con las ropas de mi madre, pero era más difícil porque tenía a mis hermanos o a mi madre y tenía menos momentos para vestirme de mujer.Llegó el momento de empezar a trabajar, y empecé mi carrera laboral en el servicio de vigilancia fiscal del puerto. Y ahí estallé, porque quería estar delgada como una chica que trabajaba en el puerto y era, por así decirlo, la reina del lugar. Bajé tantos kilos que un día me caí en el pasillo de mi casa y mi madre, asustada, me preguntó qué me pasaba y yo que nada, hasta que no pude más y le dije que me gustaban los chicos, pero no le dije que yo no quería ser un chico. Reaccionó muy bien porque, en aquella época, tenía dos primos abiertamente homosexuales y me dijo: “no pasa nada, sigues siendo la misma persona, pero lo único que no quiero es que ahora, por decírmelo vayas a volverte loco”.También bajaba los kilos cuando llegaba carnavales; que era cuando salía la verdadera Andrea y siempre quería estar guapa para esas fechas; eran mis fechas porque podía vestir de mujer sin que nadie me dijera nada.El primer paso estaba dado. Empecé a vestir con un nuevo estilo, guardando un poco las maneras ya que Lanzarote es una isla muy liberal pero aún le queda recorrido. Bueno, hablo de esa época, ahora están más al díaYa se lo había dicho  a mi madre, pero hubo un pero por su parte. Me planteó que ella se lo diría a mi padre y a mi hermano pequeño y yo a mi otro hermano J., que es el que me sigue a mí, ya que yo soy la mayor de la familia. Y así lo hicimos. Mi hermano me recuerda que  yo se lo dije borracha una noche de carnaval, pero yo creo que fue en una discoteca. Eso sí, no olvidaré sus palabras: “te respetaré porque eres mi hermano, pero no te quiero ver como muchas locazas, así que déjate respetar”. Siempre lo hice, y también le demostré que el colectivo gay no es todo igual. Yo ya sabía que no era gay, pero al menos había dicho que me gustaban los hombres. El segundo consistía en decir que era mujer y que quería irme de la isla para buscar una vía para cambiarme de sexo.Todo esto pasó cuando empecé a trabajar en otra empresa, donde conocí una de mis mejores amigas, Lidia. Poco a poco hice amistad con ella, me presentó a su hermana Jenny y empecé a expresarme libremente  con ellas; hablarles de mí. En esa época, siempre desconfiaba de la gente por si me querían hacer daño, cosa que sólo había hecho con mis amigas de toda la vida -Susa, Mari Paz y mi madre- que siempre han sabido todo de mí (aunque no sabían que era mujer y que aún no había llegado el momento de revelarlo).Con Lidia empecé a salir más de casa, ya que antes salía, pero no tanto; empecé a abrirme más a la sociedad, aunque ya di el salto definitivo cuando conocí a mis dos niños, Javi y Rober, que fueron desde ese momento mis confidentes, y que siempre me han apoyado.Un día llegué a casa, cansada de currar, me tumbé en el sofá y me dice mi madre: “Fefa, ¿sabes que soñé anoche?- ¿Qué? –le contesté yo. Y mi madre me respondió: “que me decías, mamá, déjame dinero, que voy a Barcelona; no preguntes, pero te lo devolveré”.Yo la miré fijamente esperando a que terminara y me dijo: “yo te lo doy y con el tiempo vendrás hecha toda una mujer". Y con la misma me pregunta: "¿tú te sientes mujer?”Casi me echo a llorar, pero la miré y le dije que síEn todo ese tiempo, estuve informándome por Internet sobre asociaciones en Barcelona y, con 25 años, me fui allí. Ya conocía de antemano la existencia de un área en el Hospital Clinic en el que podrían orientarme. Pocos creyeron que daría el paso e, incluso, algunos me dijeron que en una semana o un mes volvería, pero desde entonces han pasado siete años. Me vine un 29 de enero, trabajé en muchos sitios, pero yo vine con un objetivo: entrar en la empresa donde actualmente estoy trabajando; me costó un año pero lo conseguí.En Barcelona, tuve el apoyo de unos buenos amigos -Iván, Sara y Jaume-, que siempre han estado ahí, como Nacho, y Patricia, una amiga con la que siempre paso las navidades y con su hermana DeisyEn Les Corts, iba a una psicologa de ese distrito. Yo le decía que quería que me derivaran al Hospital Clinic pero no, no había remedio; porque aún no estaba aprobada la creación de dicho área. Sin embargo, la psicóloga me mandó a una endocrina, pero maldita la hora porque me hizo sentir un bicho raro, por llamarlo de alguna manera. Siempre me acordaré que fue por navidad y la tía me las destrozó .Pasó el tiempo y me compré mi piso. Ya daba ya por imposible ir al Clínico hasta que llegó un día que tuve que ir a mi doctora por otro tema y, de paso, le comenté lo del Clínico. Me dio el volante y me derivó al hospital. No podía creérmelo. En septiembre de 2007, no lo recuerdo muy bien, tuve una cita con la psiquiatra y luego con la psicóloga. Y más tarde con el  endocrino. Empecé a tomarme mis primeras hormonas. Y el mismo día informé a mi empresa sobre mi cambio hormonal. Me comentaron que estaban de acuerdo, pero que debía actuar con mucha discreción y así lo hice. No obstante, cuando empecé a recibir el láser, los clientes percibían ciertos cambios, pero no atinaban a saber de qué se trataba. Cuando me empezó a crecer el pecho, tuve que cambiar de postura, con los hombros hacia delante,  para disimularlo.Trabajaba con traje y corbata . Jajajaja. Quién me lo iba a decir a mí, que yo era de taconazo, pero era lo que tocaba.En septiembre 2008, conocí por casualidad a una persona en un chat a la que, más tarde, conocí en persona. Bueno, ese mismo mes. Nunca ha habido ningún compromiso, somos lo que se llama hoy “amigo con derecho a roce”. Con él me he sentido mujer al 100%; me ha tratado como lo que soy, una mujer. Nunca le importó que tuviera eso ahí ya que para él no existía.Me ha mimado, escuchado, arropado, peleado cuando me veía de bajón, me ha hecho reír y lo paso bien con él. Más de una vez me he preguntado si estará ahí toda mi vida, pero he aprendido una cosa que él me ha enseñado: todo llega, y no hay que forzar la máquina.El año pasado me dieron mi nuevo DNI, con mi nombre –Andrea- y con mi verdadero sexo. Estaba ansiosa, alegre y contenta, pero a la vez con ciertos miedos. Ya no tendría que usar corbata. Tendría mi uniforme de mujer. La primera pregunta que me asaltó fue: ¿cómo se lo tomarán los clientes?.Mi primer día estuve muy nerviosa y me sentía observada, pero sólo fue una sensación que percibí los primeros días. Hoy es sólo una anécdota. Los clientes, contentísimos, y la frase más común hacia mí era: estás muy guapa, nosotros imaginábamos esto, eres muy valiente.A finales de 2010, me llamaron para la reasignación de sexo, es decir, quitarme el pene y hacerme la vagina. Yo, como siempre, histérica esperando el día y llegó el 17 enero 2011. Ese día, recuerdo la cara de mis padres cuando me metían en quirófano y la de mi amiga Patricia. Al despertar, noté unas agujetas impresionantes en las piernas. Saludé a mis padres y yo, tan bruta como siempre, les solté: no me toquen las piernasBesé a mi madre, a mi padre y a mi amiga Patricia y, desde que estuve en la cama, cogí el móvil para llamar al trabajo y decirle a mi niña Estíbaliz que todo había salido bien; y preguntando que si me iban a dar de comer (tenía más hambre que el perro de un ciego)Esa semana fue genial porque todo eran visitas; tenía molestias pélvicas pero era normal. Me veía los vendajes, pero aún no me creía que tuviera vagina, hasta que llegó el día en que me lo quitaron y, viendo cómo me ponían la faja, pude ver mi sexo. Un día después, me quitaron la bolsa de la sonda y me dijeron que podía dar los primeros pasos. Tenía que hacer pis por la sonda y yo, de coña, les dije: "me quitan una de verdad y ahora me dejan una plástico". Era feliz, porque al hacer pis, me vi la vagina y mi madre también.Me dieron el alta, y ahora hago lo que me mandó el médico: me miro al espejo todas las veces que puedo, por si no es verdad y, sinceramente, por fin soy feliz. Vuelvo a estar segura de mí misma. Recuperé aquella niña sensible que maduró tan deprisa, estoy súper mimosa, y lo más importante: soy yo.Si ahora me preguntaran “¿valió la pena pasar por lo que has pasado en todos estos años para estar así como estas ahora?” Mi respuesta es un SI muy, pero que muy grande, porque aunque haya estado siete años privándome de lo que más quiero, que es mi madre y mi familia, he conseguido levantarme, mirarme al espejo y decirme: “qué guapa estas”. Y, sobre todo, no ver el fallo de fábrica que tenía cuando nací.Me gustaría decir, que se me olvidaba, que estar mal conmigo misma, hizo que estuviera siempre a la defensiva, cabreada; en fin, de mal rollo y esa energía no gusta para nada. Desde el momento que empecé a decir quien era, he eliminado esa agresividad; esa barrera hacía que fuera borde y prepotente.Ahora mismo me levanto feliz contenta y con más ganas de vivir que nunca.Agradecer, por último, a mis padres y hermanos estar ahí en todo momento. A mi familia, tanto por parte de mi madre y madre, destacando a la mejor abuela que existe en el mundo y que me llama Andri para no confundirse de nombre. Tiene 84 años y qué quieren que les diga, nunca he visto una persona con la mente tan abierta para la edad que tiene .


A mis amigos Susa, Mari Paz, Ana, Zenaida, mis compis de curro Estibaliz, Ana, Sofi, Marcos, Jordi, Cristian, Zinnia, y a mi compi de piso Jose, por haber estado en todo momento, cuando más lo necesitaba

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