Estación de observación de la lavandera blanca; para algunos, la primera vez que la veían.
Javier Rico
No es el Orinoco, ni el Congo, ni el Nilo, es el Quiñones, un arroyo que desemboca en el río Jarama, a la altura de las lagunas, o charcas, de Belvis. Este humedal, un gran desconocido del paisaje madrileño, es un auténtico paraíso para las aves acuáticas… pero, cuidado, que nos desviamos, que no vamos hacia la desembocadura. Aquí lo que hicimos fue remontar el arroyo Quiñones desde un parque de nuevo cuño, frente al hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes. Fue allí donde nos citamos con unas familias ávidas de conocer eso que dan en llamar: “decenas de especies de aves al lado de tu casa y tu cole y tú sin enterarte”.
A un lado el colegio Miguel Delibes y al otro el Teresa de Calcuta. Así comenzamos la presente ruta, pensando en que desde cualquiera de estos dos centros escolares, si instalaran un telescopio que apuntara desde alguna de sus ventanas al arroyo Quiñones, verían, como lo hicimos nosotros, a las familias de ánades azulones y gallinetas comunes buscar comida entre su lecho o acomodarse para descansar en sus márgenes. Fueron las primeras sorpresas que deparó una ruta diversa en ambientes y aves y que combinó la vegetación de ribera con el cemento de las urbanizaciones de San Sebastián de los Reyes.
Ánades, gallinetas, torcaces, verdecillos, gorriones, mirlos… todo desde este lugar de observación.
Durante la búsqueda de las fuentes del arroyo Quiñones atravesamos varios parques y jardines que amortiguan el impacto de ese cemento sobre el cauce. A pesar de todo, los restos de plásticos y otras basuras procedentes de vertidos actuales y de colectores sin depurar de antaño afean de vez en cuando el paisaje y toca explicar a los peques el porqué de ese “mal ambiente”. Afortunadamente, la algarabía de las currucas, mirlos y gorriones alimentándose entre los majuelos, las urracas y palomas que nos vigilan desde las antenas y tejados y el corretear de lavanderas blancas a escasos metros centraban la ruta en las sorpresas aladas.
Justo sobre el punto de encuentro de los arroyos Valconejero y La Dehesa, que forman el de Quiñones.
La entrada al parque de Los Arroyos-Dehesa Boyal-Tempranales marca un punto de inflexión en el recorrido. Por un lado porque ya no hay tanto cemento a nuestra vera y sí campos con cultivos y eriales que permiten divisar desde bandos de palomas torcaces y algunas tórtolas turcas en los sembrados a cernícalos vulgares en vuelo cernido en busca de la mejor presa que llevarse al pico. Y por otro porque nos facilita situarnos a pie de lecho del arroyo para dar con su nacimiento, que tocamos con manos y pies, en la confluencia de los arroyos Valconejero y La Dehesa. Por cierto, el primero ya lo conocíamos de otra ruta con el AMPA del CEIP Príncipe Felipe.
Entrada este al parque Los Arroyos-La Dehesa-Tempranales
Vetustos pies de fresnos aparecen como testigos de los otrora cauces más caudalosos, además de chopos y sauces que resisten la entrada del invasor ailanto. Esa falta de lámina hídrica constante y sonante hace que por momentos destaquen entre las orillas pies secos que aprovecha el pájaro carpintero más urbanita para deleitarnos con su pose y sus reclamos: el pito real. Y ya sabéis que mirando al cielo de vez en cuando se obtienen buenas propinas en nuestros recorridos, de ahí que tuvieran a bien acompañarnos buitres leonados y negros en alguno de nuestros oteos hacia lo alto.
Punto de ida y vuelta en el puente sobre el arroyo Valconejero
Además de los colegios Miguel Delibes y Teresa de Calcuta, hay otros centros con un acceso privilegiado a este entramado de “nutrientes” del río Jarama y a las aves que lo habitan. Son los coles Antonio Machado y Vicente Ferrer y los institutos Gonzalo Torrente Ballester y Joan Miró. Cualquier persona implicada en ellos (escolares, familias, profesores…) seguro que nos suelta eso que alguna profesora lo llego a describir como magia y que nos volvieron a comentar en esta ruta: “nunca pensé que aquí mismo había esa variedad de aves”. Pues venga, a pensarlo y a disfrutarlo con Aver Aves.
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