Revista Expatriados

Renato Corona, otro drama filipino

Por Tiburciosamsa
Renato Corona, otro drama filipino
Hay fotos que lo dicen todo. Aquí Aquino está dando la mano a Corona, pero el gesto indica que lo que le pide realmente el cuerpo es darle una patada en los huevos.
La política filipina es cualquier cosa menos aburrida. Apenas nos habíamos recuperado del drama del ex-Secretario de Defensa Ángelo Reyes, cuando tenemos otro culebrón entre las manos: el de Renato Corona.
Renato Corona es un profesor de Derecho y magistrado filipino al que la entonces Presidenta Gloria Macapagal-Arroyo nombró Presidente del Tribunal Supremo el 12 de mayo de 2010. Lo que mosqueó fue que su nombramiento se produjo dos días después de las elecciones presidenciales, que ganó un enemigo de Gloria y cuando ésta ya estaba en tiempo de descuento. Gloria sabía que había pisado innumerables callos durante su presidencia y que su popularidad entre el pueblo filipino era levemente superior a la del descuartizador de Boston, así que el nombramiento podía interpretarse como un intento de cubrirse las espaldas. Bueno, seamos sinceros: ¡fue un intento de cubrirse las espaldas! Un dato para los que aún no lo vean claro: en varias ocasiones en el curso de la última década Corona asesoró jurídicamente a Gloria.
El Presidente del Tribunal Supremo filipino teóricamente es un primus inter pares en la institución. En la práctica manda mucho más de lo que parecería a primera vista y, sobre todo, juega un papel importantísimo en los procesos de destitución del Presidente. Un Presidente del Tribunal Supremo peleón y cabreado puede ser un dolor de cabeza para un Presidente de Filipinas.
Desde el primer día, Benigno Aquino dejó claro que no comulgaba con ese Presidente del Tribunal Supremo que le había encasquetado su predecesora. El día de su toma de posesión rompió con la tradición de que fuese el Presidente del Tribunal Supremo quien tomase el juramente al presidente entrante. En lugar de Corona, escogió a Conchita Carpio-Morales, una magistrada del Tribunal Supremo que precisamente se había opuesto a la designación de Renato Corona. Tras su toma de posesión Aquino aún esperó siete días a reconocer a Corona públicamente como Presidente del Tribunal Supremo.
Benigno Aquino se pasó los primeros meses de su mandato moviéndoles la silla a todos los altos cargos designados por Gloria en sus últimas semanas de mandato, lo que los filipinos llaman “los nombramientos de medianoche” (“midnight appointments”). Y es que en la medianoche filipina ocurren muchas cosas. El ex-Presidente Estrada tuvo su “Gabinete de la Medianoche”, donde se tomaban las decisiones de verdad entre tragos de güisqui y partiditas de mahjong.
La guerra entre Aquino y Corona se desató pronto. El Tribunal Supremo empezó a bloquear los primeros movimientos de Aquino contra Gloria. Así, decretó que la Cámara de Representantes no podía considerar la destitución de la Defensora del Pueblo, Merceditas Gutiérrez la cual, por cierto, estaba acusada de ignorar las denuncias contra funcionarios corruptos, empezando por la ex-Presidenta que fue precisamente quien la nombró. El Tribunal también frenó el nombramiento de una Comisión de la Verdad para investigar los casos de corrupción durante la etapa de Gloria. Los primeros movimientos  contra Corona fueron más tímidos: acusaciones de haberse ido de vacaciones con su mujer a cargo del Ministerio de Justicia (Carlos Divar no es el único) y peticiones de grupos civiles para que se destituyese a Corona.
Es posible que uno de los factores para que el Presidente Aquino no cargase inmediatamente toda la artillería contra Corona fuese su pertenencia a la Iglesia Ni Kristo. La Iglesia Ni Kristo es como el cardenal Rouco Varela: afirma que su naturaleza es religiosa, pero lo que nos importa es su capacidad de lobby político. La Iglesia Ni Kristo moviliza a unos dos millones de votantes. Si tomamos como referencia las elecciones presidenciales de 2010, en las que votaron 37 millones de personas, los votantes de la Iglesia Ni Kristo representaron el 5% del electorado. Los votantes de la Iglesia Ni Kristo son menos dados a la abstención y además tienden a votar en bloque lo que les dicen sus líderes. ¿Temible, no? En las elecciones de 2010 el Vicepresidente Jejomar Binay resultó elegido por menos de 5 puntos de diferencia con el segundo más votado y lo mismo le ocurrió a Gloria Macapagal-Arroyo en las presidenciales de 2004. Como para dar qué pensar antes de enfrentársele.
En la segunda mitad de 2011 el conflicto entre Corona y Aquino se convirtió en un auténtico choque de trenes. Decir que Corona se puso a meterle el dedo en el ojo a Aquino es suavizar las cosas: previamente se lo había untado en guindilla y al tiempo que se lo metía, le daba patadas en los huevos. Veamos: en octubre acusó abiertamente a Aquino de intentar destruir la independencia del poder judicial mediante recortes presupuestarios y amenazas de destitución; autorizó que la ex-Presidenta pudiera salir del país, a pesar de estar sometida a una investigación, para tratamiento médico (o para salir por patas según otros; al final en el aeropuerto las autoridades le impidieron la salida del país); ordenó la distribución de las tierras de Hacienda Luisita a sus apareceros. Mientras que la decisión parece de justicia, a uno le entran dudas sobre su motivación cuando se entera de que la Hacienda pertenece a la familia del Presidente Aquino.
A comienzos de diciembre, el Presidente Aquino hizo saber que hasta ahí podían llegar las bromas de una manera poco sutil. El Makati Business Club había organizado un foro, al que asistieron Aquino y Corona. Aquino tomó la palabra y largo contra Corona. Dijo que ante todo tenía que servir al pueblo filipino, que es su verdadero jefe y de quien emana su poder. “Ahora hay un servidor público que tiene una deuda de gratitud no con el pueblo que debería de ser la fuente de nuestro poder, sino con el patrón que le metió con calzador en el puesto. ¿Nos fiaremos de que velará por el interés del pueblo?”. Blanco y en botella. Para rematar, Aquino señaló que procurará que la justicia no sea algo que gire en función de los caprichos de los magistrados. Un chorreo así en público y ante una institución tan influyente como el Makati Business Club no tiene precedentes. La foto que preside esta entrada es la del apretón de manos que se dieron a la salida. Corona no se atreve ni a mirar al Presidente.
El 12 de diciembre el Congreso inició el proceso de destitución de Corona. Corona reaccionó con el dramatismo al que nos tiene acostumbrados la política filipina. Dijo que no dimitiría y que había un plan perverso para echarle por las buenas o por las malas. Hombre, no hacía falta ser un genio para saber que había un plan para echarle después de lo que había dicho el Presidente.
El proceso de destitución fue 100% filipino, es decir, que estuvo lleno de declaraciones dramáticas y altisonantes y de momentos chuscos intercalados. Por ejemplo, hubo el momento en el que la Senadora Miriam Defensor-Santiago le echó una reprimenda al líder de la acusación, el congresista Niel Tupas, diciéndole que estaba haciéndoles perder el tiempo. A continuación el senador Ponce Enrile se sintió ofendido por una observación de Tupas y amenazó con dimitir, si alguien discrepaba de sus decisiones. En realidad esa oferta de dimisión había que interpretarla como una amenaza de darle una patada en el culo si seguía haciendo observaciones extemporáneas. Sí, ese día parecía que el acusado fuera Tupas y no Corona. Hubo filtraciones de documentos, volaron las acusaciones de corrupción, defensa y acusación se cruzaron críticas acerbas y puede que algún puntapié por debajo de la mesa cuando las cámaras no grababan. El único acuerdo en todas esas semanas, ocurrió el 14 de febrero, cuando decidieron terminar los procedimientos antes de la hora habitual porque era el cumpleaños del Senador Ponce Enrile.
El momento de gran drama, que tanto gusta a los filipinos, llegó cuando Corona compareció ante el Senado el 22 de mayo. Inició su comparecencia de manera chulesca, leyendo una declaración larguísima, en la que repartió capones a diestro y siniestro. De pronto pidió que le excusasen y abandonó la sala sin que le hubieran dado permiso. Regresó en silla de ruedas, diciendo que se sentía débil por su condición de diabético. Diabético, puede; impresentable, desde luego.
Viéndose perdido, recurrió directamente al melodrama barato. Para empezar, habló en taglish, o sea en la mezcla de tagalog e inglés, lo que dejó claro que no se estaba dirigiendo tanto a los senadores como a la opinión pública. Entre sollozos, mostró una autorización para la apertura de todas sus cuentas bancarias que entregaría… a condición de que los 188 congresistas que habían propuesto la destitución hicieran lo mismo. El ladrón piensa que todos son de su condición. Bueno, estamos hablando de políticos filipinos. A lo mejor…
Tras dos días de rumores sobre si había sufrido un ataque al corazón, Corona volvió a comparecer. En este caso entregó una autorización incondicional de apertura de sus cuentas bancarias y reconoció que había una discrepancia de nada entre la declaración de bienes que hizo en su día y su patrimonio real. Sí, al parecer se le había olvidado declarar la nadería de 2,4 millones de dólares que tenía en varios depósitos (yo haría maravillas con esos dineros que al bueno de Corona se le había olvidado que poseía). Bueno, ésa es la versión amable. La versión menos amable dice que la cantidad ascendía a 10 millones de dólares repartidos en 82 cuentas diferentes.
La cosa pareció tan clara que el 29 de mayo el Senado aprobó su destitución por 20 votos a tres. ¡Hasta tres senadores del partido de Gloria Macapagal-Arroyo votaron a favor de la destitución! Ahora que va a tener mucho tiempo libre entre las manos podría cuidarse un poco más. ¿Qué tal si pidiese habitación en el Veterans Memorial Medical Center de Quezon City, donde Gloria lleva detenida desde el pasado diciembre?

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