Revista Sociedad
Fueron los portugueses los que descubrieron las siete islas sobre las que se asienta el moderno Mumbai en 1508. Geográficamente era el mejor emplazamiento para un puerto en toda la costa occidental de la India. El nombre que le dieron fue Bom Baía, la Buena Bahía, de donde saldría Bombay. En 1534 lo ocuparon.
En 1662 Bombay fue la dote que llevó la princesa Catalina Enriqueta de Braganza a su boda con el rey Carlos II de Inglaterra. Los portugueses estimaron que bien valía la pena perder Bombay si eso les garantizaba la simpatía inglesa en su lucha por independizarse de los Habsburgos españoles. La Corona inglesa tampoco parece que apreciase mucho el regalo: inmediatamente se lo arrendó a la Compañía de las Indias Orientales.
No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX que la Corona británica se interesó de verdad por Bombay. Se unieron las siete islas originales, Se desarrolló el ferrocarril para unir a los habitantes del sur con los del norte y con el interior desde el que les llegaban los productos agrícolas así como las mercancías que desde allí eran exportadas al resto del mundo. Se construyeron instituciones culturales y educativas, se crearon parques, se construyó la Bolsa. Para 1888 en la India sólo Calcuta la superaba en importancia económica… Bombay se convirtió en la puerta de entrada, el escaparate a la joya de la Corona que era la India. A manera de símbolo en 1924 se construyeron los arcos de la denominada Puerta de la India. Era en recuerdo de la visita del Rey-Emperador Jorge V en 1911, pero también querían representar para el viajero el acceso a un continente fascinante, a la pertenencia más preciada de la Corona.
Con la independencia, en palabras del arquitecto indio Rajeev Thakker, Bombay “se convirtió en el foco de los frentes nacionales y políticos. Una inversión fuerte del sector público, altos impuestos, corrupción rampante y las políticas generales de las regulaciones gubernamentales impidieron que el desarrollo urbano siguiera al ritmo de crecimiento de la ciudad. El transporte fue una de las peores bajas de este estancamiento que hizo que no hubiera mejoras en los ferrocarriles existentes y no se propusieran nuevos sistemas de transporte público. “
En 1950 se formó el Gran Bombay uniendo la ciudad con sus suburbios. En los años siguientes se debatió si convertir a Bombay en una ciudad-estado aparte o hacer de ella la capital del Estado de Maharashtra. Se retuvo la segunda opción. Fueron años de esperanza y de fuerte crecimiento, pero también fueron los años en los que, como señalaba Thakker, el crecimiento de la ciudad superó todos los planes y el ritmo de construcción de infraestructuras quedó rezagado. En los 44 años que median entre la independencia y 1991, la población de Bombay pasó de dos millones de habitantes a 10,8 millones. Ésa es la cifra oficial, la estimación oficiosa es que en el Gran Bombay vivían entonces unos 13,5 millones de personas. El chabolismo fue la respuesta al enorme aflujo de gente atraída por el dinamismo económico de la ciudad, a la que no se podía acomodar de otra manera.
En 1995 la ciudad fue rebautizada como Mumbai y se optó por la desregulación. Dejar que las fuerzas del libre mercado, y con ellas su compañera inseparable la especulación, tomasen las riendas del desarrollo urbano e hicieran de la ciudad una rival de Shanghai y Singapur. El resultado de esta estrategia fue hacer la ciudad todavía más invisible. El auge económico llevó a que las calles se llenaran de coches y motos, mientras que el transporte público se veía incapaz de canalizar el crecimiento de población. Consecuencia: atascos interminables y contaminación. La falta de inversión en infraestructuras llevó a que no se pudiera hacer frente a la demanda de agua y de energía de la ciudad. Consecuencia: cortes del suministro de entre 6 y 12 horas, dependiendo de la estación del año y de la zona de la ciudad. La especulación hizo imposible construir viviendas de coste moderado que estuvieran al alcance de las familias de clase media-baja. Consecuencia: más chabolas.
Los arquitectos españoles Rosa Cervera y Javier Pioz fueron a Mumbai a trabajar sobre las zonas chabolistas y descubrieron una realidad que obligaba a replantearse nuestras ideas sobre el urbanismo. El modelo de urbanismo planificado y racional, que proyecta las grandes directrices de lo que será el futuro, ya no sirve para afrontar la realidad de finales del siglo XX y comienzos del XXI. En palabras de Rosa Cervera: “El enorme crecimiento demográfico que se está viviendo desde la segunda mitad del siglo XX, y que ha llevado a multiplicar por cinco la población mundial en menos de un siglo, y el continuo proceso de des-ruralización que se está produciendo a nivel planetario están en el origen de esta nueva situación que hace incontrolable el fenómeno urbano. A ello habría que añadir los movimientos económicos y productivos que están generando procesos de deslocalización de escala desconocida hasta la fecha. Por ello nos encontramos frente a un urbanismo llamado informal como una de las patentes realidades de este inicio de siglo XXI.” Un dato adicional que aporta Cervera: 1.000 millones de personas, en torno al 30% de toda la población urbana, viven en asentamientos informales.
En Mumbai son unos 7 millones de personas quienes viven en barrios de chabolas. Bueno, en la India quien dice 7 millones también puede decir 8 millones, que la estadística allí no es una ciencia exacta. O sea, como en todas partes, pero allí menos. Con esa magnitud de problema, el planteamiento habitual del burócrata buenista y cartesiano de “demolamoslas todas y alojemos a sus inquilinos en viviendas sociales no es sostenible. Es preciso buscar otras soluciones. Y de eso va el libro “Mumbai reciclado. Interpretando el slum”. Dado que una intervención omnicomprensiva a la antigua usanza no sería posible, Cervera, Pioz y sus alumnos de la Universidad de Alcalá y la Universidad Camilo José Cela han ideado microacciones factibles para mejorar la calidad de vida y remodelar esos barrios utilizando su propia lógica, explorando sus propias potencialidades, sin tratar de imponerles una lógica externa como solía hacer un cierto tipo de arquitectura. Como señala Javier Pioz, se trataba de responder al dilema. “¿qué arquitectura se puede diseñar en un lugar donde no se puede diseñar ninguna arquitectura?”
El libro presenta una serie de microacciones de gran originalidad y, sobre todo, factibles. A uno, al que le ha tocado trabajar en algunos edificios supuestamente “inteligentes”, le encanta cuando se encuentra con arquitectos que de verdad piensan en quienes van a utilizar sus diseños. Así, hay propuestas para convertir parcelas desocupados en espacios públicos, la idea de construir viviendas origami, plegables, que pueden acomodarse en cualquier espacio, la habilitación de las grandes tuberías de agua como conexiones peatonales…
Uno de los aspectos más interesantes del libro es la idea de que no sólo se puede intervenir en la zona chabolista, sino que también se puede aprender de de las chabolas. El arquitecto Alberto Alarcón señala en el libro cómo podemos extraer de las chabolas indias enseñanzas para un mundo superpoblado y que consume más recursos de los que puede generar el planeta. El ciudadano indio emite 17 veces menos carbono que el norteamericano indio. En la India existe una cultura del reciclado, lo opuesto a nuestra cultura basada en la obsolescencia programada. La India también enseña que se puede vivir en espacios muy pequeños. 2,7 metros cuadrados por persona es la densidad media de Mumbai; 1 metro cuadrado es la densidad en los barrios de chabolas. Desde este punto de vista, una casa de 30 metros cuadrados no es una infravivienda. Alarcón recuerda que las casas pequeñas presentan una serie de ventajas medioambientales: necesitan de menos energía para calentarlas o enfriarlas, favorecen la concentración de los servicios y la eficiencia del transporte… El ejemplo indio muestra que es posible reducir un 30% el consumo de electricidad, optimizando el consumo, que no necesitamos tantas calorías y desde luego que podríamos o más bien deberíamos reducir nuestro consumo de carne (la producción de carne representa el 11% de los gases de efecto invernadero; un español consume al año 30 veces más carne que un indio), que el vehículo privado es prescindible… En fin, que si uno tiene la suficiente humildad, descubre que puede aprender mucho de las chabolas indias y que tal vez nuestro modelo de urbanismo no sea tan perfecto e incluso tenga sus días contados.