Dice Borges en uno de sus cuentos que “la certidumbre de que todo está escrito nos anula y nos afantasma”. Por eso se enorgullecía mucho más de lo leído que de lo escrito. Ricardo Piglia lo recuerda en una fotografía agachado, en una de las galerías altas de la Biblioteca Nacional, tratando de leer una página que mantenía muy cerca del rostro. La contemplación de esa fotografía se le reveló como “la imagen del último lector”, uno que pasó por la vida con la vista inmersa en los libros hasta que ya no pudo leer más. “Yo soy ahora un lector de páginas que mis ojos ya no ven”. Sigue leyendo en Nueva Revista…
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