Revista Cultura y Ocio

Requiescat por el Salón Corona

Publicado el 05 diciembre 2007 por Sonicreducer
Cada visita al centro histórico es motivo para una nueva desazón. Una amiga me acusó hace muchos años de tener el "síndrome de José Emilio Pacheco" porque, de paseo en avenida Juárez, lamenté la desaparición de aquellos negocios y escenarios que eran —creía yo— patrimonio ajeno a las dudas y a la especulación inmobiliaria. Cierto es que muchas calles tenían aspecto ruinoso pero para quien, como yo, las había recorrido infinidad de veces, aquellas vistas se habían convertido en algo tan entrañable como los zapatos viejos con los que no se asiste a una cena formal, pero sí son válidos y valiosos para andar por esos caminos que han sido escenografía de la propia historia.
El pasado fin de semana mis pasos me llevaron de nuevo allá y encontré nuevos horrores. El mayor: El Salón Corona dejó de ser ese espacio donde le invité, de manera anónima, una cerveza al maestro Francisco Cervantes hace unos once años. Ya no está allí —desde hace mucho— Benito, el mesero ejemplar y diligente, mas tampoco vi a otro que por su aspecto físico y bonhomía algún compañero de tertulia literaria bautizó como "El Mario Bros". Se acabó el aspecto no sucio, pero sí descuidado del local y que invitaba a muchos turistas a asomarse apenas diez segundos para salir en busca de algo más nice (como La Ópera). El mobiliario obedece ahora a las leyes de la ergonomía, cuelgan de sus paredes obras de un novel pintor y la televisión fue colocada en el muro falso que está a la entrada. Los que se pregunten de qué va la legendaria foto donde se ve a una clientela apasionada por el fut —me excluyo, desde luego—, lamentando un penalty fallado por el ratón verde en turno con una serie de gestos teatrales de verdad antológicos, no podrán entender que antes, donde ahora hay un óleo que no le da ni tantita vida a la pared, había una televisión que en contadas ocasiones —casi siempre relacionadas con un balón y patadas— fue atendida porque lo que importaba y se imponía era la charla, la sabrosa chorcha condimentada con tarros de oscura, de clara, de esas rajitas en vinagre, de los tacos de mole verde, de pavo... reinaba el diálogo, ése que permití forjar proyectos y sueños que en la esquina de Bolívar y Madero se esfumaban.
Ignoro si los dueños del Salón Corona son los mismos que lo administraban en 1990 y han aceptado hablar el lenguaje de sus novísimos vecinos, o si una reciente regencia ha impulsado las modificaciones que deben tener, desde luego, empatía con los antros más noveles y con el renovado ambiente que se respira en esas calles que hoy se visten con edificaciones levantadas en menos de veinte meses. Pero la puntilla fue descubrir que, dadas las aglomeraciones en el Salón Corona, ahora tiene una sucursal en la calle de Filomeno Mata, muy cerca de donde estaba La Antigua Antequera (un afamado y minúsculo restaurante especializado en sabores oaxaqueños). Creí que el el nombre del sitio era un abierto plagio, pero la presencia de la fotografía antes referida confirmó la tragedia: ese espacio con ascéptico aspecto de paletería es el nuevo Salón Corona. Atendido en su planta baja por dos individuos que, creyendo que están en el mercado de Coyoacán, lanzan invitaciones estentóreas a quienes circulan por allí.
El centro histórico hoy es destino de extranjeros. Quién sabe cuál sea la opinión de ellos sobre una zona donde están instalados el loft, la vieja tienda de perfumes, el 7 eleven, el antro de moda y la vecindad casi ruinosa. La presencia de mixup, el globo, maringo y otras marcas le da apariencia de una ciudad instantánea que aún no termina de asentarse. El tiempo ha borrado las huellas que uno dejó en esa zona urbana. Aceras, edificios, portones, anuncios... todo ha desaparecido. El actual centro histórico está erigido sobre el arrasamiento del pasado. A la horda de extranjeros que allí deambulan, ajenos en espíritu a ese espacio, ahora me sumo.

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