Entre cañones, esclavitud y un amor imposible: mi primer encuentro con Carmen Mola
Reconozco que esta novela llegó a mis manos casi por azar. No fue a través de un préstamo de la biblioteca municipal, como suele ocurrirme, sino gracias a una compra improvisada en unos grandes almacenes, donde se ofrecía como una edición limitada de Booket. Confieso que la lectura de El Infierno me costó al principio. Sus primeras páginas, con el levantamiento militar contra Isabel II en Madrid, me resultaron densas, casi como si los autores quisieran poner sobre la mesa todo el contexto histórico de golpe. Pero pasados esos capítulos iniciales, la novela empieza a rodar sola y la lectura se vuelve vertiginosa, de esas en las que dices: “un capítulo más y lo dejo”… y al final terminas leyendo hasta bien entrada la noche. Estoy seguro que en muchas ocasiones os ha sucedido, ¿o no?.
Uno de los aspectos que más me ha sorprendido ha sido la ambientación. La España convulsa del XIX y, sobre todo, la Cuba colonial, están descritas con un colorido y una crudeza que me atraparon. He sentido el calor húmedo de La Habana, el lujo deslumbrante de sus fiestas y, al mismo tiempo, la oscuridad brutal de los ingenios azucareros y el peso insoportable de la esclavitud. Las descripciones de esos ingenios, grandes plantaciones donde trabajaban los esclavos en condiciones inhumanas, resultan impactantes y reveladoras, porque ponen sobre la mesa una realidad histórica a menudo silenciada. Además, la novela me ofreció términos que apenas conocía, como suripanta, usado de forma despectiva para referirse a mujeres de mala reputación. Estos detalles enriquecen la lectura y refuerzan ese contraste entre el brillo superficial de la colonia y la violencia estructural que sostenía todo ese sistema. Para mí, esa unión entre belleza y crudeza es uno de los grandes aciertos de Carmen Mola en esta novela.
Es el primer libro que leo de Carmen Mola y me ha dejado con ganas de seguir explorando sus obras, en especial la famosa trilogía que tanto ha dado que hablar. Para una lectura de verano, ha sido perfecta: absorbente, intensa y lo bastante entretenida como para olvidarse del reloj.
Ahora bien, no todo ha sido un ‘camino de girasoles’. La historia de amor entre Leonor y Mauro, aunque funciona como eje narrativo y da cohesión a la trama, me pareció excesivamente melodramática, con giros que rozan lo inverosímil y situaciones que se sienten algo impostadas. En ciertos momentos, esa carga romántica resta fuerza al trasfondo histórico y a los elementos más oscuros de la novela, que a mi juicio resultan mucho más interesantes. Entiendo que Carmen Mola busca jugar con lo melodramático, pero personalmente creo que el peso romántico resta fuerza a la parte más oscura y criminal de la trama, que es lo que más esperaba encontrar conforme leía.
Aun así, la novela conserva ese sello adictivo que explica el éxito de Carmen Mola y el porqué de sus millones de lectores. Sin duda, destacan los capítulos cortos que invitan a seguir leyendo, los giros narrativos que mantienen la intriga, la atmósfera oscura que envuelve cada escenario y, sobre todo, un ritmo narrativo que, una vez despega, resulta imposible de frenar.
En resumen, El Infierno es una novela que combina historia, violencia y amor imposible en un cóctel peculiar, irregular en algunos tramos, pero con momentos de gran intensidad. Para mí, ha sido una buena puerta de entrada al universo de Carmen Mola, he disfrutado de su ambientación y me ha dejado con ganas de más.
