Revista Cultura y Ocio

Reseña - La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey

Publicado el 30 mayo 2020 por Alaluzdelasvelas


RESEÑA

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LA SOCIEDAD LITERARIA DEL 
PASTEL DE PIEL DE PATATA DE 
GUERNSEY

¡Hola, hola, hola!

 Calor. Mucho. Uf. Contadme, ¿cómo lleváis eso de salir a la calle con una (maldita) mascarilla con estos calores? Estoy por marcarme un Phil Dumphy – ah, sí, si, hablo de su gran invento de la gorra que va lanzando agua. Todo asquerosamente anti-ecológico, pero la leche de fresquito -. ¡Ya paro con mis tonterías! Ahora en serio, ¿cómo estáis? Espero que genial. Contadme cositas bonitas, que seguro que alguna se os ocurre ^^

 Hoy toca reseña. Una de mis lecturas conjuntas con Omaira. Pobrecita, cómo sufrió leyendo esta novela epistolar. Para que veáis que no miento, aquí os dejo el enlace a su reseña en Good Reads. Debo decir que a mí al principio no me acababa de convencer pero, cosas de la vida, terminó por enamorarme totalmente. ¡No me enrollo más! ¡Dentro reseña!

FICHA TÉCNICA

Reseña - La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey
Título:La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey Autoras:Mary Ann Shaffer & Annie BarrowsTraductora: Cristina Martín SanzEditorial:Ediciones Salamandra Número de páginas: 30ISBN: 978 84 98388770 Precio libro físico: 18,05€ (Tapa blanda) / 11,39€ (Edición para Kindle)

SINOPSIS En un Londres devastado por las bombas y que empieza a recuperarse de las terribles heridas de la Segunda Guerra Mundial, Juliet Ashton, una joven escritora en busca de inspiración novelesca, recibe la carta de un desconocido llamado Dawsey Adams. El hombre, que vive en la isla de Guernsey, un pequeño enclave en el canal de la Mancha, está leyendo un libro de Charles Lamb que había pertenecido con anterioridad a Juliet. ¿Cómo ha llegado ese ejemplar hasta Guernsey? ¿Por qué Dawsey decide ponerse en contacto con Juliet?
 Dawsey es miembro del club de lectura La Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey, creado en circunstancias difíciles durante la contienda, una rareza en tiempos de ocupación alemana. Cuando Juliet acepta la invitación de estos excéntricos lectores para visitar Guernsey, entiende que ellos y su increíble sociedad literaria serán los personajes de su nueva novela, y su vida dará un vuelco para siempre.OPINIÓN Juliet está harta de escribir bajo pseudónimo. El mismo con el que consiguió hacer sátira de lo terrible. Nuestra protagonista vivió la terrible Segunda Guerra Mundial siendo primero voluntaria de uno de los equipos de apaga-fuegos y después como columnista, sí, sí. Una buena. No, buenísima. ¿El problema? Que quiere centrarse en algo serio. Quiere, joder, ser ella misma. Pero hay un problema. Uno gordo, en realidad. No tiene ni la más remota idea de qué narices quiere escribir. Y tampoco sabe – aunque dentro del maravilloso metapensamiento ella todavía no sea consciente de ello – quién narices es.
 Debo decir que la novela al principio ni siquiera me gustaba. Súper plot-twist, lo sé, lo sé. Bromas a parte, os puedo asegurar que me temía lo peor. Y es que siempre he tenido un problema con esas protagonistas superficiales, las que no se conocen pero no tienen ningún problema en moldearse a sí mismas según las ve el resto de la gente. Una situación, seamos sinceras, que se da cada día. En fin. El caso es que Juliet al principio me parecía una irrespetuosa de mierda. Ya está, ya lo he dicho. Luego me encantó, conste. Pero aquí una servidora no falta a la verdad ni que la maten. He dicho.

 Vanidades frustradas y envidias estúpidas a parte, Juliet conoce a un machista nivel Satán Plus Plus. Ah, sí, sí, el tío pasó el nivel Dios, le dieron la medalla a Cabrón Mayor y pasó al nivel Infierno. Lo sé, soy la hostia de graciosa. Pero me centro, me centro. Todo sea por vosotras y vosotros. Mark Reynolds, que parece ser que tiene por madre un cabra en vez de a una mujer – ¿Respeto? ¿Eso se come? ¡Mamá cabra, no pegues coces! –. El señor ha encontrado una víctima. Se llama Juliet y es lista. Uf, su ego eso no lo tolera. Pero no pasa nada: él tiene un plan brillante. Ah, sí, sí, Misógino-Man ha encontrado la propuesta ideal: o te casas y lo dejas todo… o te casas y lo dejas todo. Amigo… qué te follen (:
 Casi lloro de felicidad cuando la trama pasó a ser interesante. Sí, he dicho interesante. El caso es que Juliet, después de dejar bien claro que ella no es la sumisa de nadie, empieza a cartearse con Dawsey, un hombre de la isla de Guernsey que fue ocupada por los nazis. Una isla que creyeron que les daba una posición privilegiada para merendarse Inglaterra, hasta que se convirtió en un arma de doble filo: en Guersney había tranquilidad. Y mucha hambre.
 Todo empieza de forma casual, un par de agradecimientos, la felicidad ante la libertad de expresión y la liberación del correo-postal. La apertura al mundo exterior, por crudo que suene. El caso es que Dawsey menciona una sociedad literaria y Juliet, más que sorprendida, le pide que le cuente un poquito de la historia de esa isla que para mí ya hasta huele a casa. Una historia que parece empezar con las cartas de Dawsey, pero que termina siendo el mejor proyecto que haya podido caer en las manos de nuestra Juliet.
 Hay personajes maravillosos, en esta novela epistolar. Cartas a veces cortas, otras no tanto; que consiguen dibujar con tranquilidad una historia tierna, tan dulce que una no puede más que sonreír. Porque Isola, aunque esté como un maldito cencerro, es lo más bonito del mundo. Porque Dawsey dice más con sus silencios que con sus palabras. Porque Kit es maravillosa. Porque, oídme, Guernsey es una isla en la que priman los detalles, la bondad y, ante todo, la solidaridad. Valor perdido, si queréis mi opinión. ¿Y cómo va a conocer Juliet a gente tan maravillosa? Lamento deciros que, si queréis saberlo, vais a tener que leer el libro. Creedme, vale la pena.


 Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER


 Fui muy feliz cuando Juliet mandó al infierno a Mark. Ese tío, lo siento, era un gilipollas. Un capullo de talla mayor que se merecía ir al infierno. Por mierda de persona. Si es que hay que ser miserable para tratar a una niña tan tierna como Kit como si fuera un perro. El caso es que tanto la aparición de Mark como la de Sidney hicieron que el pobre Dawsey se viera… bastante inferior.Ya sabéis lo que opino sobre las inseguridades personales y esa (jodida) manía que tenemos de definirnos a partir de otras personas; así que sólo diré que en este punto eché mucho de menos un poco de sinceridad. Y de valentía.
 Dramas de amor a parte, pasemos con mi personaje favorito de la novela. Elizabeth. La gran Elizabeth. Esa Señora– sí, con mayúsculas – tiene todo mi respeto. Hay que tener narices para hacer lo que quieres de verdad, sin importarte una jodida mierda cómo puedan juzgarte(nada condenatorio, por amor de Dios, no os llevéis las manos a la cabeza). La señora no sólo se pasa la ocupación nazi por lo que viene siendo el coño – señora, yo soy su fan para siempre –, sino que hace lo que tiene que hacer: ser humana. Plantarse cuando algo está mal. Ayudar a esas personas que esa chusma intolerante tildaba de poco más que una plaga. Y, pese a todo, saber diferenciar entre buenas y malas personas. Elizabeth, que se enamora de un alemán, un hombre que odia la guerra y está obligado a hacer lo que hace. Elizabeth, que trae al mundo a una niña sencillamente perfecta. Elizabeth, que ayuda a un preso. Y Elizabeth, joder, que paga con su vida por defender al resto de mujeres presas en el campo de concentración. Una obra que dice que la ocupación nazi fue asquerosa, abusiva y repugnante. Elizabeth dejó claro que odiaba la guerra. Dejó claro que odiaba cada puto segundo que estuvo oprimida por un régimen fascista(de mierda) que la trataba como si fuera un objeto y no una persona. Chapó a ella. Me encantó conocer la historia de esta mujer a través de los relatos de sus vecinos que, para el caso, eran su familia. Y me encantó porque hay algo tierno, muy dulce, en saber de alguien por cómo la ve otra persona. Kit, que es tan bonita que hasta duele, fue, sin duda, el colofón de una novela en sí misma maravillosa. Porque Juliet tarda en llegar hasta ella, pero cuando lo hace adora tanto a la niña, y la niña a ella, que yo no podía más que sonreír leyendo los momentos que nos regalaban juntas. Y con Dawsey, pero esto dejaré que lo descubráis por vosotras mismas, por vosotros mismos.
 Las risas, con Isola, están aseguradas. Desastrosamente maravillosa, tierna en su excentricidad. Y muy leal. Debo reconocer que cierto episodio referido a Oscar Wilde me dejó bizqueando; pero por lo demás me pareció todo un personaje. Si es que cuando la mujer se entera de qué iba la movida de la frenología, no hay quién la pare. Ni a ella ni a ese cocinero de dudosa reputación. Si ya os digo que la isla viene cargadita de personajes maravilloso. Tienen hasta a una beata impertinente, molesta como una almorrana, que no acaba de pillar “eso de ser educada”– referido a ella, Elizabeth hace algo por lo que yo le daba un aplauso, ¡pero no os lo pienso contar!

 No puedo añadir nada más. Dejando de lado lo mucho que se me pueda ir la olla, os digo totalmente en serio que cada carta es una joya. Un momento robado, un parpadeo. Una preciosas que os hará felices. No os lo puedo prometer… pero casi. Además, ¿a quién no le gustan los libros que hablan de libros?

... Divertida, tierna, con una sinceridad abrumadora, La sociedad del pastel de piel de patata de Guernseyes una novela epistolar que vale, y mucho, la pena.Nota: 4/5

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