El libro escrito a cuatro manos entre Mónica Rodríguez y Gonzalo Moure es una novela con dos voces narrativas muy diferenciadas: la primera, una leopardo que tiene que cazar para sobrevivir y alimentar a sus crías; la segunda, un impala, antílope africano, que rehúye su ataque e intenta reunirse con su manada. El cambio de ambas voces se realiza mediante una palabra, que es a la vez la última de un capítulo y la primera del siguiente. Con esta técnica, la novela va avanzando con la vida que describe, sin pausa, siempre hacia delante, y el lector se deja llevar por los sonidos de la pradera africana, por el olor y los sabores que casi puede sentir en la lectura.
En el libro, cazador y presa se enfrentan, pelean, corren e intentan sobrevivir a la ley de la sabana, del reino animal. Pero a veces, el cazador se siente cazado. Gruugnr, que es como se llama la leopardo, necesita cazar para alimentarse, para comer por dos. Y cada día que pasa es más lenta debido a su estado. Asistimos al parto, a los primeros pasos de sus cachorros, a cómo tampoco ellos se salvan de la ley del más fuerte, al dolor de la pérdida y al inicio de un nuevo ciclo, a la llamada de la naturaleza y la llegada del leopardo a su territorio. También el impala siente esa llamada de la naturaleza y veremos cómo se forma una nueva familia de antílopes en la sabana.
La hábil y cuidada narración que alterna la primera persona y la tercera es un juego compartido en el que sus autores han entrelazado sus narraciones con gran esmero y logran que el lector se aproxime, alternativamente, a cazador y presa, sumergiéndose en el ritmo de la llanura africana, sintiendo la tierra, o el libro, vibrar con una inesperada estampida o quizás retener la respiración a la vez que el leopardo, mientras acecha a su presa.
Puede que Esta, la vida no sea el libro juvenil que solemos leer o que nos encontramos en la mesa de novedades. No sólo por sus protagonistas, sino por su originalidad y calidad narrativa. Puede que al haberse publicado en una colección de prescripción pase desapercibido, pero desde El Templo te animamos a que te adentres en la sabana, siguiendo a los pasos del antílope y el leopardo.