Revista Cultura y Ocio

Reseña literaria Mil millones de tuberías, Diego Arboleda

Por Eltemplodelasmilpuertas @Templo_Revista
Editorial Anaya
Mil millones de tuberías Diego Arboleda

En el mundo de M no hay nada más que tuberías: tuberías anchas como elefantes y finas como gusanos, tuberías rectas como una regla y también retorcidas como muelles. Las hay de aguas fecales y de ventilación, pero especialmente, a M le gustan las tuberías secretas. La ciudad está repleta de ellas, aunque sólo unos pocos las conozcan.

Cuando en el pedazo de jardín de M cae un meteorito del espacio, él se convierte en su dueño legítimo. Y no importa lo mucho que la Guardia Real insista a sus padres: ¡El meteorito es de M, y no hay nada más que hablar!

A partir de ahí comienza para M una trepidante aventura para proteger lo que es suyo, con el apoyo de los Indeseables que habitan los subterráneos de la ciudad y ante la continua amenaza de Carpio, el consejero del rey, y sus secuaces. El joven conocerá los secretos de las tuberías más profundas, donde aprenderá a vivir como uno más de los barbudos, mientras en el exterior todos los científicos intentan desvelar los misterios del pedrusco espacial.

Escrito con una simpatía atractiva para niños y jóvenes, Diego Arboleda sabe bien meterse al público infantil en el bolsillo (¿quién no soñó con tener su propio espacio en el jardín, un rincón donde la hierba creciese hasta los cielos o donde cavar hoyos de kilómetros de profundidad?) y emplea un sentido del humor apto para todas las edades. A diferencia de las historias más simples, la de Mil millones de tuberías cuenta con una doble trama, entremezclada a lo largo de toda la narración para que no haya lector aburrido. Eso sin mencionar las ilustraciones de Raúl Sagospe, presentes en casi todas las páginas y que le convierten en el indiscutible coautor. Sus tonos azules son todo un acierto.

En definitiva, una lectura que no podíamos obviar, ni por su originalidad, ni por su historia, ni por sus mil millones de ilustraciones. Lo disfrutarán los niños, pero ¿sólo ellos?


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