RESEÑA
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HACIA RUTAS SALVAJES
¡Hola, hola, hola!
¡Y volvemos al moodde fin de semana! Esta vez os invito a que escuchéis un par de canciones que me recuerdan mucho mucho a este libro. Sí, sí, os hablo de Monsters in the dark, de My Key; y Young blood, de Noah Kahan. Como os comenté en alguna entrada anterior, éste fue uno de mis regalos de cumpleaños. Uno que me lancé a devorar, porque le tenía muchas pero que muchas ganas. ¿Y qué me he encontrado? Una maldita maravilla. Pero no me enrollo más. ¡Dentro reseña!FICHA TÉCNICA
Título:Hacia rutas salvajes Autor:Jon Krakauer Traductor: Albert Freixa Editorial:B De Bolsillo – Ediciones B Número de páginas: 288 ISBN: 978 84 96778740 Precio libro físico: 9,45€ (Tapa blanda) Precio libro electrónico:7,59€ (Versión para Kindle)
SINOPSISEn abril de 1992, Chris McCandless, de 24 años, se internó solo y apenas equipado en tierras de Alaska. Había regalado todo su dinero y abandonado su coche, y soñaba con una vida en estado salvaje. Cuatro meses más tarde, unos cazadores encontraron su cuerpo sin vida. Su historia, difundida en un reportaje de Jon Krakauer, suscitó una agitada polémica, para unos, era un intrépido idealista; para otros, un loco y un ingenuo sin el menor conocimiento de la naturaleza.OPINIÓNNo eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada... No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente.
No sabía cómo hacer esta reseña. Le he dado vueltas. Muchas. Joder, demasiadas. Pero el caso es que… bueno, creo que he perdido el tiempo. Hacia rutas salvajeses un viaje. Una jodida locura maravillosa, que hace feliz primero y desgraciada, desgraciado, después. Porque se aprende mucho, en realidad, de la experiencia de Chris McCandless. Tanto que… mierda, el dolor vale la pena.
Tomáoslo como un road trip. Uno con buena música – indie, si os parecéis un poco a mí -, uno en el que primen los detalles. Porque hay magia en cada pequeño detalle de nuestra vida, si nos tomamos la molestia de buscarla. Al acabar la universidad, Chirs McCandless dijo basta. No lo dijo con palabras. Lo dijo con acciones. Hay algo esencialmente bonito, dejando de lado los prejuicios y la jodida mierda de las convenciones sociales, en su acto: escucharse. Escucharse cómo no lo había hecho hasta entonces. Y ser lo suficientemente valiente como para hacerlo.
Jon Krakauer se sumó a la ola de la curiosidad, pero lo hizo desde su propia experiencia. Me explico. La muerte de Crhis – no, no es un spoiler, estamos hablando de algo que pasó y desde el minuto cero se sabe que el pobre chaval murió – fue mediática. La revista que publicó un artículo, a nombre de Krakauer, recibió un sinfín de cartas. Cartas en las que la gente hizo algo que me repatea las putas narices: opinar sin tener en cuenta nada más que su jodido ego. Opinar de una vida. Opinar, joder, de algo que acabó mal. ¿Y qué hizo el autor? Investigar. Romperse los cuernos, buscando respuestas. Lo hizo sin prejuicios. Y Hacia rutas salvajes fue el maravilloso resultado.
Me gusta pensar que la novela ha conseguido que vea las cosas con perspectiva. Y digo novela de forma total y absolutamente errónea, porque no deja de ser una mezcla perfecta entre la crónica periodística y una compilación de testimonios, a ratos salpicada de ese aire de ensayo que tan bien le viene. Me gusta pensarlo, os digo, porque cuando terminé, cuando cerré el libro y me quedé mirando la portada con cara de idiota, me dije a mí misma que por vidas así… vale la pena quererse. Quererse a una misma sin prejuicios, aceptarse y decir “hasta aquí hemos llegado”.
Todo empezó por una borrachera de la literatura seria. Los grandes, los que hacen mucho ruido. Jack London, Thoreau, Tolstoi… autores que hicieron que Chris empezara a cuestionarse cuánta verdad había en sus palabras. Y tuvo que juzgar que mucha, porque disculpando lo que sólo disculpamos a aquellas personas que jamás conoceremos; decidió empezar a cambiar su vida. A lo grande. Siguió con viajes. Viajes primero cortos, luego muy largos, en los que supo demasiado. Porque hay personas que se sienten prisioneras en su propia piel. Me temo que nuestro chico fue una de ellas.
Hay algo bucólico, en la obra. No es sólo ese grito a la libertad, ese bramido de dolor al que le siguen unas cuantas decisiones precipitadas. No, es algo diferente. Es ese aire de la vieja escuela, el aliento del gran Franz Kafka susurrado en la relación harto tormentosa de Chris con su padre. Una relación que, al parecer, vivió también el propio autor de la obra. Supongo que por eso me sorprende tanto que no se nombre a Kafka ni una sola vez – y por desgracia sí se nombra al maldito Freud del infierno. Os decía que os lo tomarais como un viaje. Lo mantengo. Aprended de Chris, pero hacedlo con cabeza. No os digo que os lancéis al mundo, que digáis lo que os dé la gana cuando os dé la gana. Os digo que disfrutéis. Qué opinéis. Qué luchéis por lo que de verdad os importa. Haced de vuestra vida algo de lo que estar orgullosas, orgullosos; porque es terrible saber que, en el fondo, sólo quedará eso: recuerdos primero, vacío después.
Mientras leía el libro, me decía a mí misma que había muchos “y si” que lo hubieran cambiado todo. Ahora me doy cuenta de que sólo estaba siendo otra cabrona morbosa opinando sobre algo que no puedo entender. Porque yo no estaba en su mente. Porque nadie lo estuvo, en realidad. Para él, todo se reducía a cuánto podía aprender del vacío, de la carencia absoluta de tentaciones materiales – y de otros tipos, pero si queréis saber cuáles tendréis que leer la obra –. Tal vez fuera egoísta. Tal vez sólo fuera un chaval idealista. Pero eso no cambia la realidad: que murió haciendo lo que de verdad quería. Que murió, joder, demostrándose a sí mismo, y no a los demás, que podía hacerlo. Qué murió en paz, porque vivió su vida de forma plena. Y, ¿sabéis qué?, hay mucho honor, en eso. En saber que no te queda nada por hacer. En saber que, aunque el mañana no exista, tú sí lo has hecho.
Sólo me queda recomendaros la obra. También la película. Si bien es cierto que la historia es la misma, se complementan de una manera maravillosa. Además, la banda sonora se merece un jodido aplauso. Y Chris… Chris también.
Hacia rutas salvajes es precisamente eso: una obra arriesgada, llena de matices y opiniones. Una obra que invita a romperse, porque nos desgrana los dolores y placeres de una vida. Jon Krakauer lo borda. No hay más.
Nota: 5/5