Ha llegado el viernes por la noche y hasta última hora no hemos decidido salir, así que desempolvamos el tarjetero y a ver donde tienen mesa a estas horas.La primera llamada no obtiene respuesta. Pasando hojas, veo un restaurante relativamente nuevo del que me han hablado, ni bien ni mal, solamente me hablaron de él. Una buena oportunidad para conocer algo nuevo que últimamente estamos de repetición. Llamamos al teléfono móvil de la tarjeta, y un señor me toma nota y me dice que él no está en el Mesón, que va a llamar para realizar la reserva. Cuando llegamos al Mesón del Buen Jamón, antes de entrar vemos que no hay ninguna mesa libre, muy mala señal. Se acerca la camarera y cuando le decimos que teníamos reserva, nos dice que su jefe no les ha dicho nada y que no tenian mesa. Los más oscuros presagios se hacen realidad. Da bastante rabia, llegar a cenar y que la mesa que te habían dicho que tenías reservada no existe, pero da más que te hagan sentir que la culpa es tuya. Luego otro camarero se acercó y nos comentó que la culpa era de su jefe, pero en ningún momento intentaron solucionar el desaguisado. Para colmo, el típico plasta borrachín de mesón que había presenciado la conversación, para animarnos nos dijo que allí era donde mejor se comía de toda Murcia. Eso era recochineo puro, pues no lo pudimos comprobar ni creo que lo sepamos nunca, pues dudo mucho que por propia iniciativa vuelva a intentar ir al Mesón del Buen Jamón. Y encima, el beodo quiso acoplarse. ¡Que mal empezaba la noche!Pero como no hay mal que por bien no venga, salimos de allí como perros sin dueño viendo donde podríamos cenar y nuestros pasos dieron con este Restaurante, Auténtico Grana. La primera impresión no fue la mejor. Estaba totalmente vacío. Creo que fue la llamativa lámpara hecha con bolígrafos bic. -¡Que equivocados estábamos!- En la barra cohabitaban dos bufandas de equipos de futbol. La del Real Murcia y la del Granada. Creo que por ahí van los tiros del nombre. Cuando subimos al piso superior, vimos que no éramos los únicos que habíamos elegido A.G. como opción para cenar. La escalera, las paredes de la planta baja y la carta estaban diseñadas en el mismo estilo, dibujos con bic. El piso de arriba de un color mostaza perdía toda originalidad.
Subió el propio chef con su acento andaluz a asesorarnos, recomendarnos y explicarnos los platos. En un instante volvió el camarero con las bebidas, un aperitivo que consistía en una tosta de carrillera y con la intención de tomar nota. Para empezar una ensalada de ventresca. Quizás el exceso de vinagre de Módena mataba el sabor de la ventresca de atún. El resultado sin ventresca sería casi el mismo. Después como entrantes unas delicias de verduras, rebozadas y aliñadas con miel de caña. Lástima que casi todo fuera berenjena. De alcachofa, que era lo que mejor estaba, apenas había. Estaba muy bueno como también lo estaba el salmorejo con habitas y foie, aunque no me convenció la mezcla. El salmorejo frío, como debe ser, y las habitas calientes me pereció una atípica combinación. El foie no lo saqué por ningún lado. La combinación no supera al jamón y huevo de toda la vida.
Otro de los entrantes que pedimos, que no fueron pocos, fue queso de cabra con micuit con higos. A capas traían el queso, una compota de arándanos mezclado con los higos, el foie micuit y otra capa de queso caramelizado. No quiero que nadie me mal interprete. Todo lo que habíamos tomado hasta el momento me pareció bastante bueno, y el queso no le iba a la zaga. Pero si es un queso con foie e higos. -¿Por que no dicen que es temporada de frutos del bosque y lo han hecho así?- Lo mismo no soportamos los frutos del bosque. O como pasó, nos dedicamos a investigar donde estaban los higos. Hasta el punto que preguntamos al camarero y enseguida se presentó el chef a darnos la explicación oportuna. Allí no había higo alguno. La decoración verde del plato no era de higo como alguno decía sino una compota de manzana. - ¡Que dios nos conserve el gusto.- También echamos en falta un pan para untar. Y aquí viene uno de los problemas de los locales de dos plantas. Cuando apareció el camarero por la planta ya habíamos acabado el plato y no era necesario. Para dar un buen servicio siempre debería haber un camarero en la planta. Si queríamos agua, pan o cualquier cosa, allí no había nadie para atendernos y eso empobrece el servicio. Creo recordar que algo parecido nos pasó en Lamarimorena.
Solamente quedaban dos entrantes. Habíamos quedado que según fuéramos de hambre, pediríamos una carne al centro, pero nos habló tan bien el chef de la carrillera que no podíamos dejar pasar la oportunidad de probarla. Ya tenemos para escribir un libro sobre las carrilleras en los bares de Murcia. Los entrantes que faltaban eran ambos de huevo. Un huevo con gulas y boniato, muy parecido al que tomamos la última vez que comimos en Lagún. El camarero lo trajo y en la mesa lo troceó y mezcló. Me gustó más con patatas paja que con boniatos a lo pobre. Y por último, los llamados sombreros de patata con chorizo. Un timbal de patatas a lo pobre que ocultaban el chorizo y todo coronado por un huevo a la plancha. Una presentación moderna para unos huevos con chorizo de toda la vida de Dios. Como ellos dicen, cocina innovadora a la par que tradicional. Para muestra, un botón.Todos los entrantes nos gustaron, pero seguramente los hubiesemos disfrutado más si en algún momento hubiesen cambiado los platos, y es que desde la ensalada hasta los huevos, en ningún momento nos los cambiaron. Y con restos de vinagre de Módena, de miel de caña o de queso y foie, los huevos no saben igual.
La famosa carrillera era la misma que nos habían puesto de aperitivo, al venir con una base de paratas y más salsa ganaba bastante. Como casi siempre, la salsa era lo mejor del plato. Estaría deliciosa si no hubiesen millones de granos de pimienta en el plato. El camarero lo justificó como que tenían que dar sabor a la carne, que nadie lo discute. Pero en el emplatado podrían haberla eliminado. El vino que habíamos pedido fue un Hécula 2008, de Yecla, que estaba a muy buen precio y para una cena de picoteo hizo su papel.
Entre que habíamos comido mucho, los postres no nos iban a aportar nada más que calorías gratuitas y últimamente, a la abuela la tienen explotada haciendo todo el día tartas, dejamos los postres para otra ocasión. Las otras opciones eran la de queso que es ya un clásico que puede llegar a aburrir, pan de Calatrava o fruta. Pasamos directamente al café y los chupitos. No nos ofrecieron chupitos y al pedirlos nos dijeron que no tenían. -¿Un restaurante sin chupitos? Lo nunca visto. - Al final nos subió unos chupitos de Whisky que dejó contentos a todos. Al llegar la hora de pagar la cuenta casi me da un infarto. - ¡No cobraron el pan!. Con lo bueno que estaba, tostado y con un poco de aceite. Creo que nos ha ganado. Además el precio estaba dentro de lo normal. Salimos con la idea de volver y recomendarlo muy positivamente, pues aunque el servicio no fue perfecto, lo conpensaban con amabilidad. La comida es buena, está céntrico, comodo, tranquilo, al menos esa noche, y tienen platos de menú por la mañana y ganas de hacer cosas nuevas. La relación calidad precio es bastante alta.
Al salir, una de las columnas no la tenían decorada, sino que estaba destinada a dedicatorias y aprovechamos para dejar constancia de nuestro paso por Auténtico Grana. Salimos de muy buen humor, ya nadie se acordaba del mesón donde seguramente hubiesemos comido peor y más caro.
Auténtico Grana está en la calle Laredo número 6 de Murcia, a un paso de la plaza Mayor y su teléfono de contacto es el 968 93 11 23.