La televisión es la manera más rápida de popularizar a alguien. En el caso de Angel León, aunque ya era conocido antes de salir en la primera temporada de Top Chef, fue a raíz de este programa cuando su fama creció.
Empezamos a conocer al chef del mar, su restaurante Aponiente y sus creaciones, como los embutidos marinos, así como el uso de plancton en su cocina. Con la apertura del Bistreau en Barcelona, aprovechamos la oportunidad de probar un trozo de Aponiente en nuestra ciudad.
El Bistreau está situado dentro del hotel Mandarin Oriental, en pleno Paseo de Gracia, en el mismo lugar que antes ocupaba el Blanc de Jean Luc Figueras. El restaurante está muy bien decorado, resulta muy luminoso y hay espacio más que suficiente entre las mesas, se nota que estos detalles se han cuidado.
Lástima que otros no se han cuidado tanto. No se si es por la falta de rodaje, pero hubo varios fallos en el servicio que creo que no se deben permitir cuando pagas lo que cuesta un sitio así: no nos trajeron la mantequilla de plancton, a pesar de que tras los primeros nos dijeron que ya nos la traían, que se les había olvidado; tuvimos que pedir el pan un par de veces; el vino llegó cuando ya nos habían traído varios primeros y, ya en modo puntilloso, creo que en un restaurante de nivel el camarero no tiene que ir de “colega”. Y lo dejo ya por no ser quejica, pero me quedan algunas otras en el tintero, como la falta de petit-fours (ala, al final lo he dicho).
Por el lado más positivo, algunos de los platos eran realmente buenos y originales. Los callos marinos, el embutido marino o el arroz de plancton no podemos comerlos en ningún otro sitio (aparte del Aponiente) y, además, son sabrosos y valen la pena.
En cambio, otros de los platos resultan caros por la cantidad o por la manera de presentarlos. ¿Vale la pena la experiencia? Que cada uno juzgue, yo como siempre os muestro lo que comimos y después os daré mi opinión.
Vamos con las fotos y los comentarios de los platos.
Tortilla de camarones: evidentemente, sin nada que ver con la tortilla clásica de camarones. En este caso ni siquiera lleva huevo y se trata de una versión hiperdelgada, de la que vienen tres en cada plato. Deliciosa, aunque para mi gusto los camarones eran demasiado grandes para comer enteros.
Bravas del mar: como en el caso anterior, nada que ver con unas bravas tradicionales, al menos en ingredientes, pues estas están hechas con langostinos en lugar de con patatas. Eso sí, la salsa recuerda claramente a la de unas patatas bravas y estaba realmente buena, pero la presentación del plato me pareció poco trabajada.
Bomba BistrEau: no estaba mal, pero no destaca para nada entre el resto de platos que comimos. De hecho, ni siquiera recuerdo que llevaba dentro, culpa también de la falta de explicaciones de los platos por parte de los camareros.
Chistorra marina: con aspecto y sabor de chistorra, pero hecho con albur, un pescado que no suele tener mucho valor comercial, pero que en este caso se cría en piscifactoría casi como si fuera un cerdo ibérico, alimentándolo solo con plancton marino.
Viene acompañado de un poco de pan y una salsa de huevo. En conjunto, está muy bueno, aunque realmente está tan conseguido el sabor de la chistorra que te deja un poco descolocado, no se aprecia en exceso el hecho de que solo contenga pescado.
Caballa harissa: el plato que menos me gustó. La caballa en si no tenía mucho gusto y el plato se veía muy pobre. Para más inri, éramos seis personas y solo había cinco trozos. Al comentárselo al camarero nos dijo que era raro, que siempre llevaba seis trozos, pero en ningún momento nos ofrecieron traer otro trozo, un detalle que no cuesta nada y te hace quedar bien.
Navajas del Delta del Ebro: frescas y sabrosas, pero sin ningún tipo de elaboración especial, como te las sirven en cualquier bar de tapas un poco decente.
Parpatana de atún rojo: pasamos ya a los segundos y al que, para mi, fue el mejor plato de todos los que probamos. La parpatana es la parte inferior de la mandíbula del atún. Aquí está preparada de manera que casi parece una carne guisada a baja temperatura.
El atún corre el riesgo de quedar seco dependiendo de la cocción que se le haga. Afortunadamente, en este caso su carne resulta untuosa, muy sabrosa y con una textura excelente. Venía acompañado de unas patatas pont neuf y de más salsa para untarlas.
Arroz de plancton: en segunda posición de los platos que más me gustaron está este arroz, que prácticamente podemos decir que es un risotto. La textura del plancton que se le añade hace que quede muy cremoso, además de darle un intenso sabor a mar.
El arroz estaba en su punto y los toques de allioli lo complementan perfectamente. Un plato realmente logrado del que te comerías mucho más de lo que viene en la ración que sirven.
Vieiras a la Bourguignonne: cambiamos de tercio y pasamos a otro plato de los que creo que no están a la altura, al menos en su presentación. Tres vieiras y un hilo de salsa en medio de un plato quedan pobres y no le hacen justicia a este molusco, que por otro lado estaba en su punto de cocción adecuado.
Callos marinos: habiendo visto el programa de Top Chef en el que los concursantes tenían que preparar una versión de este plato, no podíamos dejar pasar la ocasión de pedirlo. Cumple, y muy bien, su cometido.
Así como en el caso de la chistorra se me quedó la frase: “para este viaje no hacían falta alforjas”, con los callos marinos creo que la versión tiene personalidad propia, suficientemente diferenciada de los callos tradicionales, y que aporta algo más a estos. Vamos, que me encantó al probarlo.
Manzana e hinojo: vamos acabando ya y llegamos a los postres, que vienen de la mano de una repostera francesa del hotel. Este sorbete de hinojo no me acabó de convencer, a pesar de que la elaboración era buena. Tal vez fue el hecho de que me gustaron mucho más los otros postres y este perdió en la comparación.
Fisherman coco: combinando el coco y la menta, resulta muy refrescante, sobre todo con los toques ácidos de las frutas del bosque y la lima. Muy buen postre.
Chocolate negro: un clásico que combina el bizcocho de chocolate, con bombones de chocolate amargo y naranja. El helado no llegué a probarlo y las láminas de oro me parecen totalmente prescindibles. Correcto sin más.
La cuenta: la peor parte de la comida para muchos. Normalmente, si la relación calidad / precio es buena, no me importa pagar una cantidad elevada pero en esta ocasión, no acabé de quedarme a gusto (incluso aunque no pagaba yo).
Me lo pasé bien comiendo, pero no me acabó de emocionar como en otros sitios en los que he pagado ese precio. El alcohol y los cafés se pagan a precio de hotel de cinco estrellas, lo que también hace subir un poco más la cuenta.
Por tanto, mi conclusión es que estuvo bien probarlo, pero creo que no repetiría la experiencia. Ah, y lo de precio medio 35 € que se ve en muchos artículos y web especializadas dista muchísimo de la realidad. Prácticamente imposible comer en el Bistreau por ese precio, a no ser que vayamos con el menú de mediodía.