Revista Bares y Restaurantes
Desde que fui a La Cabaña hasta hoy, he pensado en múltiples maneras de empezar esta entrada y no hay forma. Es más, desde que supe que iba a ir ya me entró cierto temor, pues he de decir que es mi primer y único restaurante con estrella Michelín y eso, aunque no se quiera reconocer, impone. Te surgen dudas existenciales. -¿Que pasaría si no me gustara? - ¿Quien soy yo para discrepar de los gurús de la guía roja? Afortunadamente no ha sido este el caso y como San Pablo camino de Damasco, he de reconocer que salí encantado tras dos horas de disfrutar de la comida como nunca lo había hecho hasta entonces.Llegamos a La Finca Buenavista a cenar, la fría noche de un jueves de noviembre. El restaurante estaba practicamente vacío, cosa que últimamente y por desgracia, no es de extrañar, aunque tendríamos que tener en cuenta que era jueves y las cosas no vienen bien dadas para nadie en estos días. Apenas una mesa donde una familia celebraba algún tipo de acontecimiento, una cena de negocios y dos mesas de parejas en noche romántica. Nos sentaron en una apartada mesa que garantizaba la intimidad. Casi sin darnos cuenta, ya nos habían tomado nota de las bebidas, traído la carta y servido la cerveza.
La primera sorpresa vino en forma de jarrón- florero. Los camareros trajeron un par de jarrones que pensamos que era la decoración de la mesa que se habían olvidado poner. Era una especie de pecera o fondo marino sin agua, con sus conchas, arena y cañaillas. Mientras estábamos apreciando la curiosa decoración llegó el estrellado chef informándonos del titulo de la composición, "Picnic en la Cala del Pino" de La Manga. No era decoración, era el primera aperitivo. Un corte de Cosmopolitan y un berberecho con aire de lima. Mucho nombre y continente para tan poco contenido que diría alguno. Pero solo pensar el trabajo de puesta en escena y el tiempo dedicado al montaje del plato merecían mucho la pena. Quizás es el plato mas bonito que he probado nunca. Verdaderamente daba pena comerlo. Además el corte de Cosmopolitan era una delicia. La otra parte del plato era un berberecho con espuma de lima y limón. Es un aperitivo que se come más por los ojos que por la propia boca. Ya nos habían ganado. Si pensábamos que esto era difícil de superar, al menos en cuanto a la puesta en escena, lo consiguieron con su segundo aperitivo. Su "Pesca por el Polo", es un divertido entrante donde el diestro comensal ha de recoger con su caña el salmón marinado con wasawi que regamos con un zumo de naranja y sake. Eso si, el anzuelo no se come. Abstenganse de probarlo aquellos que no tengan buena mano con la pesca.
Tras estos dos divertidos aperitivos, se acercó el chef para anota lo que tomaríamos. Como era la primera vez que íbamos y muy seguramente tardaremos mucho en volver, no podíamos dejar de probar uno de los menú degustación que proponían. Elegímos el menú La Cabaña.
El primer aperitivo del menú, era un pack de aperitivos llamado "La Nevera", Y aunque el nombre no era muy rebuscado, la idea era muy divertida. Nos trajeron a cada uno de los comensales una mini nevera de la que, al abrirla, salía un vapor frío como si abriéramos un congelador de verdad. Dentro de la nevera, en tres lejas venían seis miniaperitivos. En la primera leja había un queso de bola y la tortilla de patatas, los más pequeños que he probado nunca. Daba la sensación que todo era de juguete. En la segunda, una caja de falso caviar de anchoas y un rábano relleno de garbanzos. En la última leja, una caja de pizza con dos mini porciones de pizza. Conforme comia este plato, no podía dejar de pensar en lo que mis hijas hubieran disfrutado jugando con él. -¿Como le diría que con la comida no se juega?- Quizás los aperitivos no son los mejores que he probado. Pero lo que si es cierto es que no recuerdo ninguno que se hayan estrujado tanto la cabeza para el montaje del plato. En apenas media hora nos había convencido de por que es un restaurante diferente.
Tras los aperitivos fueron trayendo el resto de los platos. El primero un burrito de solomillo, donde lo que más sorprendía era el tamaño del burrito. Digno de un Belén de miniatura. Después unas quisquillas "Al momento"con su Carpaccio y Alioli de Mango. No podría explicar bien lo que llevaba, pero era un plato riquísimo. Unas quisquillas peladas a medio hacer, o menos, que ya en la mesa bañan con su jugo para terminar de cocerlas. Ese mismo jugo cae sobre la "ensalada" de mango dando un resultado maravilloso. -O algo así.-. Después unas verduras presentadas en una escultura con forma de árbol, donde en cada rama venía una verdura diferente con trabajadas con diferentes cocciones. Lo mejor, la presentación pues no dejaban de ser verduras. El resto de los platos ya fueron algo más "normales". Una fideua de matanza con manitas y cigalas que me recordó a la película "una extraña pareja" que pese al titulo era un peliculón. Y para cerrar un pescado y una carne. Un denton y un solomillo de vaca con puré de boniato, boletus y mojo verde. Aquí, el tamaño de las raciones era normal.
Pero la cosa no terminaba aquí, a los excepticos les puedo asegurar que ya estaba bastante satisfecho. Después de la carne y antes de los postres me trajeron un plato de tres quesos cada uno más rico que el otro, acompañados de un pan de cristal. Esto ya era gula. A quien no quiso queso, le trajeron un plato denominado "Chocolate".
No he hecho referencia a el vino pues apenas tomé una copa de blanco de la tierra, aunque la carta era bastante amplia y no más subida que en cualquier otro restaurante. El servicio era correcto sin tomarte confianzas y con cada plato cambiaban platos y cubiertos. Para las verduras en las ramas del árbol nos trajeron unas pinzas para bañar la verdura en salsas. Sorprendía la originalidad.
Llegando a los postres, puede ser que por estar ya saciado, o por que esperaba más, pero me desilusionaron un poco. Tanto el pre-postre que era un Magnum de turrón como su postre, Otoño, una composición que imitaba un paisaje de otoño, no nos parecieron extraordinarios. Seré que nuestro paladar no está a la altura o que el organismo nos estaba empezando a pedir una rendición. Tras los postres, trajeron una caja metálica con bombones para acompañar al café. Un café que venía con varias probetas con distintos tipos de azúcar.
Ya solamente quedaba pagar y alguna bebida espirituosa. Cuando trajeron la cuenta, que fue bastante alta, no nos sorprendimos pues solamente el menú ya son 59 euros más I.V.A., las bebidas y un poco de pan, que lo cobraron, que si, lo cobran como en otros tantos sitios, pero no resulta caro el euro con setenta céntimos que cobran para los panes que ofrecen. He visto cosas mucho peores.
El Restaurante La Cabaña de la Finca Buenavista está en la Urbanización Buenavista, en el Palmar, Murcia y el teléfono de reserva es 968 37 98 13. Es un restaurante al que merece la pena ir si nos gusta comer cosas nuevas y divertidas, aunque la búsqueda de la originalidad hace que tengan que estar continuamente cambiando la carta para no perder frescura y seguir sorprendiendo como lo hicieron.
Y con esto y un bizcocho feliz y prospero año nuevo.