Revista Cultura y Ocio
La inmovilidad de sus dolientespies remojándose en la palangana contrasta con el continuo trasegar de susmanos entre agujas, lanas y el mando del televisor. Solo un avezado observadorpodría captar, bajo esa supuesta mirada de contento, el tedio de su rostromientras entreteje de rosa las telenovelas ñoñas de la tarde; o la mueca defastidio al intentar hilar la logomaquia absurda de los programas que precedena su cena frugal. Es cuando la abuela se acuesta sola en la cama –y se quitalos dientes junto a la peluca que eterniza su peinado– el momento en que seretira la máscara que oculta la hondura de su soledad.Texto: Sara Lew