Revista Libros
Es -voy a empezar así, haciendo amigos- uno de los cinco mejores escritores vivos en castellano, pero además de eso, es el lector más lúcido. Piglia, siguiendo la tradición borgiana, se mueve en un terreno donde la ficción y el ensayo se mezclan, donde no está claro cuál es la novela y cuál el relato (siempre teniendo en cuenta que Borges la despreciaba). De ahí surgieron obras que, hoy porque estoy contento, voy a llamar geniales: El último lector o Prisión perpetua. Su obra, su estilo bebe del omnipresente Borges, de su amadísimo Arlt, de Onetti, Brecht, Benjamin, Hammet, Chandler, Gombrowicz, Macedonio Fernández, Faulkner, Kafka...
Dejando estas obras de lado, Plata quemada. La obra está ligeramente marcada por un hecho extra literario y ridículo, en cierto sentido, relacionado con la adjudicación del Premio Planeta, si tenemos en cuenta lo que son en realidad estos certámenes.Fuera de esto, la novela: esta vez no vemos la faceta de crítico y profesor, muy presente siempre en Piglia, si no que se vierte más en una faceta periodística y en la llamada novela de no-ficción inaugurada por Capote con A sangre fría; podemos decir que está basada en hechos reales: un par de delincuentes, el gaucho Dorda y el Nene Brignone junto a una serie de personajes extraídos del fondo de Buenos Aires decide asaltar un banco. Se hacen con el dinero y escapan a Uruguay, donde les encuentran e inician la resistencia. La serie de hechos dista de ser atípica, no así los personajes: Dorda es un psicótico homosexual, un drogadicto y un asesino frío que se considera el hermano de Brignone, su pareja en amplios sentidos. El Nene es el cerebro, es la voz y su papel sea, tal vez, un poco más típico. Los une la desesperación, una desesperación sosegada pero siempre presente, la droga, el odio a la policía, su condición sexual y, sobre todo, la violencia. Una vez dentro del libro, ambos están muy lejos de ser arquetipos de novela negra, que resulta interesante también por la forma en la que está contada, y así se intercalan diversos testimonios de los testigos, los implicados y donde también se dejan ciertas lagunas que casi considero necesarias.Otro aspecto muy conseguido es el del registro utilizado por los delincuentes, los policías, las putas y los periodistas que permiten ahondarse en el argot de los malevos porteños. Ciertamente encantador, aunque tal vez algo raro para quien no esté familiarizado con palabras como milico, metra, bulín, yuta, quiliombo, guita, merca...Finalmente parece necesario agradecer la ausencia de maniqueísmo en los personajes y en cómo uno se puede encariñar con un gordo homosexual asesino y afásico: eso, Piglia, está muy bien.