Revista Cocina

Robalo o baila frita

Por Carmenrosa @MicocinaCR

ROBALO O BAILA FRITA
La mar en calma, como decimos los malagueños: como un plato; el agua caliente, vamos “caldito del puchero” y ésa bruma de levante que levanta taró por la mañana temprano, el cielo grisáceo deja escapar algunos rayos de sol, el mar de un color celeste pálido que nos invita a que con unas simples aletas y nuestras gafas de buceo, a adentramos desde la orilla, junto al roqueo, nuestro roqueo, aquel desde donde entré por primera vez, donde me enseñastes a disfrutar de la mar, donde me descubristes ésa maravillosa sensación de presenciar las maravillas de los fondos marinos malagueños.El agua corre por mi piel, sintiendo las corrientes y las cálidas termoclinas me deslizo suavemente unos pocos de metros, casi sin darme cuenta me sumerjo y me siento como una sirena durante breves instantes, salgo y expulso con fuerza el agua del tubo por el que respiro.Tras ésa primera impresión, me calmo y miro, entre las algas, picoteándolas, comen hermosos sargos, entre ellos tres sargos “soldados” preciosos, entremezclados con un gran número de grandes salemas, les mira atónito un pulpo desde su tana horadada a los pies de una  cercana roca, a su alrededor unas descaradas “viejas” (gobios) ( intentando “picarle”, sin miedo, me llama la atención una de gran tamaño de cabeza negra y cuerpo rojo carmín, que sin querer le resta vistosidad a las coloridas doncellas, pintadas de verde esmeralda, azul topacio, amarillo limón…dignas de la mejor paletas de un gran pintor; las julias más discretas desparasitan a un precioso serrano de rallas marrones como si fuese su cuerpo un óleo de Picasso, que se deja mimar y cuidar totalmente inmóvil a media agua.A unos doscientos metros de la orilla me veo rodeada por un banco enorme de pequeños jurelitos, casi los puedo tocar y ellos con curiosidad me miran, me miran mis ojos, están a escasos centímetros de mi cara, bajan, vuelven a subir, me rodean……y se pierden en la lejanía, en ése amplio mar, en ése azúl inmenso que parece no tener fin, que puedo ver a mi alrededor; miro hacia abajo y a diez o quince metros, el fondo, arena blanca, sólo arena dibujada como si de un desierto con sus dunas se tratara, salpicada de vez en cuando por alguna concha marina y pequeños grupos de salmonetes hurgando y buscando su alimento.Vuelvo hacia la orilla y pequeños grupos de chanquetes, un banco de boqueroncitos vitorianos, un pequeño grupo de lisas, entre ellas un robalo o una baila (en Málaga los marengos no le dicen lubina, el robalo es el macho, la baila es la hembra) pasan a mi lado rápidamente, dejando atrás un pequeño grupo de herreras.   Me dirijo aleteando con suavidad a los roqueos de la orilla y resguardados de las corrientes, miles de pequeñísimos peces, puntitos que casi no se distinguen en la oscuridad de las oquedades.Algas de diferentes formas, verdes, amarillas, marrones que como hojas de cualquier bosque movidas por el viento,  se mecen elegantemente por las corrientes marinas, acariciando los “morcillones” (mejillones), al mismo compás que las anémonas y los espirógrafos, dejándose ver los cohombros y algún que otro centollo que pasa a la carrera con las pinzas amenazantes entre los erizos negros, morados y marrones.Una explosión de vida, de color.  No se trata de otro mundo, es éste, es aquí, es la costa malagueña…Ese mundo en el que me “sumergistes” de tu mano, de ésa mano a la que me aferré en mi vida, esa mano de la que me llevas, la mano que me guía, esa mano amiga a la que me aferro y a la que me uno a ti con fuerza, con todo mi cariño.Hoy, no podía dejar de subir una receta marinera.   He preparado un robalo o una baila de nuestras costas (no me gusta decir salvaje, aunque también se encuentran en nuestros mercados de piscifactorías), de una forma sencilla y fácil,  en la que se puede apreciar su fina carne y su sabroso sabor a pescado.¿Cómo la hice?Limpiar la lubina quitándole las tripas, descamándola y abriéndola por la mitad (se le puede pedir al pescadero que lo realice).Enjuagarla bien y salar al gusto por ambos lados.En una sartén antiadherente echar un chorreón de aceite de oliva virgen extra (uso actualmente de Riogordo, malagueño) de forma que cubra todo el fondo y una vez caliente poner el pescado boca abajo, dejándolo hacer durante unos diez minutos aproximadamente (depende del grosor del mismo) o hasta que veamos que esté doradito.Dar la vuelta y dejar “freir” unos cinco minutos, hasta que comprobar que está hecho, con cuidado de que no se haga demasiado y quede seco.Emplatar, quitar con sumo cuidado la espina central, y las raspas más grandes que se vean a simple vista, echar el aceite de la sartén por encima y un buen chorreón de limón.¡¡ Solo hay ya que disfrutar de la mar !!Para mi marido con todo mi amor.

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