Los peores robos son los legales. Es decir, aquellas alteraciones brutales del precio que no se corresponden con lo que estás dispuesto a pagar. Al existir la alcabala o IVA, todos los productos se venden en mercados intervenidos. Pero hay otra intervención mayor, privada, que causa igualmente daño en la percepción del coste de las cosas y servicios. Esto se debe principalmente a la falta de competencia, al pacto entre competidores y a la abulia del consumidor por informarse.
Hay dos mercados intervenidos y con precios disparatados que me llaman poderosamente la atención. Las conexiones a internet, por ejemplo. ¿Por qué más o menos los pepitos pagan unos 40 euros al mes por una conexión a internet cuya velocidad y fiabilidad no está garantizada? En España tenemos una conexión a internet especialmente cara, ¿cómo se realizan los cálculos de su precio de venta al público? ¿Por qué hemos llegado a la conclusión de que las tarifas planas son lo ideal? Mucha gente de noche no usa internet, ¿por qué paga por algo que no usa?
Lo que me lleva al siguiente mercado, el de la luz. ¿Por qué no puedo contratar una conexión eléctrica que me de luz ocho horas al día? A lo mejor me interesa tener luz de cuatro de la tarde a doce de la noche. Cuando tengo todas las luces apagadas o me voy de viaje ¿por qué sigo pagando? ¿Por qué no puedo monetizar mi no-consumo que he comprado? Si compro dos tomates a ese frutero huraño y decido que no voy a comer uno, ¿acaso no puedo vender o regalar un tomate?
Ya no es que se pacten precios, es que no dan posibilidad a que la gente decida. Hacen lo más cómodo para el vendedor, no para el consumidor. Claro que esos pactos de la industria serían imposibles sin la aquiescencia de la autoridad. Normalmente cuando el consumidor no abúlico se organiza, puede presionar al productor. Sin embargo, si la administración decide no moverse, ya puedes encomendarte a María Santísima.
En el proceso de compra de un producto doméstico, cotidiano y no muy hortera, hay una serie de intermediarios desde que la cosa sale de fábrica hasta que se coloca en el anaquel. ¿Cómo es posible que te encuentres los mismos precios en vendedores distintos? Es más, es que al existir idénticos precios en lugares distintos, se sustrae al cliente capacidad de elección o preferencia. Quienes venden tampoco son tontos, así que el resultado es tener productos más caros de lo que deberían. Y da igual que te patees la ciudad, no encontrarás el producto más barato. ¿Qué diferencia hay entre esto y las alcachofas de un colmado soviético?
Oh, sí, hay una innumerable retahíla de oficinas de protección al consumidor y supervisores de la competencia, en Europa, en el Estado, en la región y hasta en el ayuntamiento. Incluso hay asociaciones privadas que se dedican a investigar estas cosas. Supongo que este ejército de burócratas existe para que cuando los gobiernos acuerden pactar precios con las empresas pueda haber equilibrio en la negociación. Al menos algo es algo, pero me inspira nula confianza que existan este tipo de acuerdos. El vigilante de la libre competencia debería ser un marine que entrara sin previo aviso en esa famosa marisquería donde se reúnen directivos a hablar de golf.
Como hacen las gasolineras, autoescuelas, fruteros, aceiteros y casi todo quisqui, se supo hace poco de un presunto pacto de precios entre varias compañías tecnológicas. La UE les va a poner una multa de 1.500 millones de mortadelos. Qué barbaridad ¿no? Toshiba y LG Electronics parece que no andan muy boyantes (digo parece porque hay leyes ad hoc que hacen que puedan declarar pérdidas y realmente tener beneficios), pero por ejemplo, Philips factura unos 17.000 millones de euros y le ponen una multa de 300. Samsung tiene unos beneficios de 21.000 millones, le ponen una multa de 150 millones. Desde luego que las multas se ponen de acuerdo a baremos preestablecidos y complicados cálculos de casa de citas, pero para entendernos es como si la multa de tráfico por conducir borracho, sin seguro, con el coche roto, sin ITV y por el carril contrario fuera de cinco euros.
Es casi imposible no tener la percepción de que hay tontos y listillos. El 98% de las empresas españolas son pymes: fruteros sin escrúpulos, bares, gestorías, más bares, centros de formación, autoescuelas, más bares aún, despachos de abogados, etc; estos cometen el 17% del total de la evasión fiscal. Yo no quiero señalar a nadie, pero parece que alguien está robando algo en algún sitio. Robo legal, por supuesto:
...aunque el tipo general del Impuesto de Sociedades es del 30% para las grandes empresas y del 25% para las pymes, el tipo efectivo es finalmente inferior para las compañías de mayor tamaño, gracias a sus servicios legales especializados que les permite aprovechar al máximo las ventajas fiscales como la libertad de amortización, las fusiones, las escisiones o las entidades de tenencia de valores extranjeros, fórmulas que no utilizan las pymes, e incluso, bordeando o pasando los límites legales con subterfugios de evasión fiscal en paraísos fiscales.Están los tontos y los listillos. La cantidad de tontos es infinitamente superior a la de los listillos. No se trata de aprovechar economías de escala -los tontos muchas veces se lo curran para ser tontos-, se trata de algo que va más allá. Se trata de que se están haciendo trampas con conocimiento de la autoridad y nadie mueve un dedo (o menos de lo que se debería mover).
Claro, luego mira uno a dónde van los ministros y secretarios después de cumplir con la patria y tate, la famiglia sabe agradecer los servicios prestados.
Hay que romper el círculo vicioso por algún lado.