Otro aporte de Carlos Mora y su Viaje al Espacio Visceral para ilustrarnos a todos los que no somos mexicanos de algo de todo el movimiento que tiene el rock por sus tierras aztecas, y ahora le toca presentar a Rodrigo González, o "Rockdrigo", el paradigma de lo que en México se dio por llamar "rock rupestre" haciendo referencia a un estilo eminentemente acústico, callejero, pobre, siendo una leyenda del rock mexicano, probablemente la más importante, un artista fatídicamente fallecido en el terremoto de 19 de septiembre de 1985 pero que quedó en la historia grande del rock azteca... Artista: Rodrigo González
Álbum: Hurbanistorias
Año: 1986
Género: Rock rupestre
Duración: 49:25
Nacionalidad: México
Ordenados ante la
reja de la catedral en el zócalo de la ciudad de México, distintos
trabajadores independientes ofrecen sus servicios a los transeúntes
mediante un cartelito escrito a mano, adosado a la caja o mochila que
guarda sus herramientas: hay plomeros (fontaneros o gasfiteros),
albañiles, carpinteros, electricistas, pintores de brocha gorda, mecánicos, jardineros;
maestros de cualquier oficio que pueda necesitar la vida doméstica
de los capitalinos. En la foto aparece uno que resalta por los lentes
oscuros, la melena y porque no trae gorra o sombrero, pero sobre todo
porque en lugar de un cajón con martillos, tijeras o
desatornilladores, se acompaña de una guitarra y una armónica y su
cartel se muestra en una bocina: “Rock n Trovero”. Es Rodrigo
González, y la foto data de 1985, en algún momento antes del 19 de
septiembre.
Una leyenda del
rock mexicano, probablemente la más importante, la más famosa, la
que más nos duele. Muchos artistas y creadores en el mundo del rock
se nos fueron para el otro lado cuando estaban en la cúspide de su
creatividad y se convirtieron en leyenda. Los miembros del llamado
“club de los 27” (Hendrix, Janis Joplin, Morrison), los que se
sumaron después, como Kurt Cobain; los que desaparecieron más
jóvenes o más viejos pero no por viejos, los que nos dejaron por la
vía de la tragedia, a veces por abuso de sustancias, por un
accidente de tránsito, porque eligieron irse a voluntad y se
quitaron la vida, por una enfermedad asesina o incluso porque algún
imbécil criminal decidió arrancárnoslos, como a Jaco. Hoy muchos
son leyendas porque no pudimos verlos crecer y desarrollarse y porque
nos dejaron una obra maravillosa pero trunca.
Pero a Rodrigo
González (Rockdrigo, como lo empezó a llamar la banda) nos lo quitó
la Tierra. Lo mató el terremoto de la ciudad de México ese fatídico
19 de septiembre de 1985, y se lo llevó antes, mucho antes de que
pudiera completar su trabajo; se fue en el momento en que nacía. Su
legado está en un cassette casero que vendía al final de sus
tocadas y en el mítico mercado de El Chopo, que póstumamente se
convirtió en disco y CD, y en otros discos que se fueron recopilando
a partir de grabaciones furtivas de tocadas y conciertos.
Rockdrigo es el
paradigma de lo que en México se dio por llamar “rock rupestre”,
haciendo referencia a un estilo eminentemente acústico, callejero,
pobre, como ya nos contó Moe en la estupenda reseña de MCC
que acaba de publicar, siguiendo al cronista José Agustín. Como
dice ese emblemático escritor de La Onda (el movimiento literario
que acompañó al rock mexicano en los 60 y 70), el rock rupestre de
los años 80 en México fue el canal de creatividad de la
independencia, la libertad, frente al poderoso imperio de medios de
Televisa, fuera del cual parecía que nada podía suceder. Los
rupestres fueron la resistencia cultural de esos años difíciles, de
profunda crisis económica, del desastre natural que se volvió
social y despertó a la “sociedad civil” iniciando lo que sería
la transformación del sistema político mexicano (hoy malograda por
la asquerosa clase narcopolítica nacional), pero que se llevó al
poeta del asfalto por excelencia. Dice José Agustín en La
contracultura en México:
Rodrigo González consolidó,
profundizó, amplió y refinó el incipiente rock mexicano. Este
talentoso rocanrolero llegó de Tampico, una
auténtica mina de rock, y durante un tiempo sobrevivió cantando sus
canciones en el metro, en autobuses urbanos y en la calle. Sus
composiciones se caracterizaban por un ingenio mexicanísimo y
gandallón; el humor y la ironía se codeaban con un verdadero
aliento poético y se manifestaban a través de un lenguaje coloquial
que se adaptaba estupendamente a los marcos melódicos. Rodrigo, que
después modificó su nombre a Rockdrigo, finalmente logró trabajo
en un hoyo llamado Wendys y con rapidez se hizo de numerosos
seguidores que disfrutaban enormemente sus canciones. En vivo,
Rockdrigo exudaba un carisma extraordinario y era mucho más
rocanrolero de lo que resultó en su único disco que él supervisó
y controló: Hurbanistorias,
en el que parecía más cerca del canto nuevo. Era muy inteligente y
tenía una cultura estimable, así es que en sus rolas había
referencias a intelectuales mexicanos, a libros, y tenía versos como
“ya lo dijo Freud, no me acuerdo en qué lado, ésta es la
experiencia que he experimentado”. Sus homenajes a la ciudad de
México, como “Vieja ciudad de hierro”, sedujeron al público
roquero, al igual que sus canciones humorísticas, como “Oh yo no
sé” o “El Ete”, que pertenecían a la mejor tradición
picaresca de Chava Flores; “Metro Balderas” a su vez se volvió
emblemática del México de los ochenta. En 1985 la fama de Rockdrigo
crecía imparable y lo convertía poco a poco en la máxima figura
del rock mexicano. Precisamente cuando le iba mejor, cuando su disco
recogía reseñas favorables y se conocía cada vez más, cuando le
ofrecían muchas y buenas oportunidades, Rockdrigo murió aplastado
en su departamento de la colonia Juárez durante el terremoto de
septiembre. El terremoto lo mató, pero acabó de mitificarlo.
A él se le atribuye el término de
“rock rupestre”, aunque Roberto Ponce dice que los originadores
fueron Rafael Catana y Alain Derbez, quienes en un principio lo
utilizaban peyorativamente, como sinónimo de “naco”. En todo
caso, fue Rockdrigo el que escribió el Manifiesto
rupestre, en el que planteaba:
“Se trata solamente de un membrete que se cuelgan todos aquellos
que no están muy guapos, ni tienen voz de tenor, ni componen como
las grandes cimas de la sabiduría estética o (lo peor) no tienen un
equipo electrónico sofisticado lleno de synthers
y efectos muy locos que apantallen al primer despistado que se les
ponga enfrente. Han tenido que
encuevarse en sus propias alcantarillas de concreto y, en muchas
ocasiones, quedarse como un chinito ante la cultura: nomás
milando... Los rupestres son poetas y locochones, rocanroleros y
trovadores. Simples y elaborados; gustan de la fantasía, le mientan
la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros venusinos y cantan
como becerros en un examen final del conservatorio.” El rock
rupestre, pues, era el rock de los jodidos, un rock básico, sin
sofisticación, sin recursos, salido directamente de las márgenes de
la realidad urbana de los años de la primera gran crisis; un rock de
las cavernas, lo que implicaba también un movimiento musical en sus
inicios. Por supuesto, se trataba del rock mexicano que al fin nacía:
un rock tan inconfundible como el de Led Zeppelin, pero tan mexicano
como José Alfredo Jiménez.
José Agustín
En la foto, de izquierda a derecha, los rupestres: Rockdrigo, Roberto González, Nina Galindo, Eblen Macari, Rafael Catana, Fausto Arrellín y Roberto Ponce (escaneada de La contracultura en México de José Agustín)
Hurbanistorias
es, pues, el disco que Rockdrigo produjo, grabó y distribuyó a
mano, en la más pura tradición DIY como corresponde a todo lo que
fue genial en los años 80. La misma ortografía del título es
intencional: quiere romper con la ortodoxia rígida de los académicos
adosándole una gran H a la urbe. A José Agustín le parece que está
más cerca del canto nuevo que del rock, pero yo creo que no es así,
que lo que consiguió Rockdrigo fue darle por fin al rock mexicano el
valor de la poesía que tanto trabajo le cuesta alcanzar, fuera
de producciones marginales como fueron las de Briseño en esos años.
El disco tiene algunas de las mejores canciones que la tierra del
nopal ha dado a la vida; el más profundo y sentido homenaje a la
ciudad de México que en aquellos tiempos comenzaba a enorgullecerse
de estar entre las más grandes del mundo, como si eso no fuera otra
cosa que el reflejo del desarrollo desigual y la brecha
civilizacional de las que hoy el país es campeón. “Vieja ciudad
de hierro” (de la que el cineasta Paul Leduc hizo un video en el
estilo road movies en
1982) es el poema por excelencia de la capital mexicana:
Vieja ciudad de hierro
de cemento y de gente sin descanso
si algún día tu historia tiene
algún remanso
dejarías de ser ciudad.
Con tu cuerpo maltrecho
por los años y culturas que han
pasado
por la gente que sin ver has
albergado
el otoño para ti llegó forzado
ya que
Te han parado el tiempo
te han quitado la promesa de ser
viento
te han quebrado las entrañas y el
silencio
has volado como un ave sin aliento
Se ha marchado lejos
tu sonrisa clara y en tus azulejos
han morado colores que son añejos
y ahora ya no brillan más.
Capital de mil formas
de recuerdos que se mueren entre el
polvo
de tus carros, de tus fábricas y
gentes
que se hacinan y tu muerte no la
sienten
¿Qué harás con la violencia?
De tus tardes y tus noches en tus
calles
y tus parques y edificios coloniales
convertidos en veloces ejes viales
ya que
Te han parado el tiempo...
En este video se puede ver el clip original de Paul Leduc sobre "Vieja ciudad de hierro"; empieza en el minuto 2:42, pero todo el programa es interesante.
Insistiendo
con la mirada como enamorada y al mismo tiempo aterrada ante la
tragedia urbana, “Perro en el Periférico” describe al chilango
por excelencia: “Confundido y colérico como un perro en el
Periférico”, ese monumento al carro bajo
cuyas veloces ruedas son atropellados los canes callejeros que
pueblan la ciudad. “Estación del Metro Balderas” (el clip de este tema es el tercero en el video de arriba) es otro clásico
de Rockdrigo en el que la anónima multitud separa para siempre a dos
amantes, obligando a uno de ellos a cometer un crimen en busca del
amor perdido. Un gran tema acústico bluseadito que El Tri convirtió
en blues duro y eléctrico pero cambiándole la letra y haciéndole
perder inteligencia y poesía. “Ratas”, como sinónimo de
decadencia en la urbe y la “Balada del asalariado” reflejando la
cotidiana crisis y denunciando la caída en el consumo estúpido:
“pagar, pagar, pagar, sin descansar / pagar tus pasos, hasta tus
sueños / pagar tu tiempo y tu respirar / pagar la vida con alto
costo / y una moneda sin libertad / Suben las cosas menos mi sueldo /
¿Qué es lo que se espera de este lugar?”
O
la hermosa canción “Distante, instante” (la primera que sale en el video anterior), en la que se siente con
claridad el origen huapanguero del autor, que no por casualidad es de
Tampico, por allá donde terminan las Huastecas, una de las regiones
mexicanas que más música alucinante ha producido.
Así
que, aquí tienen ustedes Hurbanistorias
del Rockdrigo: un disco que aunque no es progresivo en su forma
musical, es vanguardista en todos sus significados y nos presenta a
un músico dotado de una excelente guitarra, una acertada armónica,
una voz nasal que viene desde el fondo de la historia de México y
una poesía que la renueva. Que sirva de homenaje al gran Profeta del
Nopal, donde quiera que esté ahora (seguramente riéndose de
nosotros que seguimos acá en el valle de lágrimas ácidas).
Para que no nos falte, acá está el aporte de Mr. Wikipedia sobre Rockdrigo:
Rodrigo Eduardo González Guzmán
(Tampico, Tamaulipas; 25 de diciembre de 1950 - Ciudad de México; 19
de septiembre de 1985) fue un músico mexicano conocido con el
sobrenombre de "Rockdrigo". Nació en el estado de
Tamaulipas y radicó en la ciudad de México durante los últimos
años de su vida. Junto con músicos como Jaime López y Rafael
Catana, fue el principal promotor del Colectivo Rupestre, un núcleo
de artistas importante para la historia del rock mexicano.
Rockdrigo es célebre por su canción
Estación del Metro Balderas, que se hizo popular gracias a la
versión de El Tri editada en el álbum El Tri...simplemente. pocos
meses antes de su muerte durante el terremoto del 19 de septiembre de
1985.
Rockdrigo nació en la colonia
Altavista de la ciudad de Tampico, Tamaulipas, siendo su padre el
ingeniero naval Manuel González Sámano y su madre la señora
Angelina Guzmán. Estudió en los colegios Federico Froebel y Félix
de Jesús Rougier. Durante su infancia y adolescencia Rockdrigo se
nutrió de la tradición musical de la huasteca tamaulipeca y del
rock y el blues en lengua inglesa.
Concluyó su educación media
superior y formó parte de varios grupos de rock en su natal Tampico.
También incursionó en el teatro y la literatura.
Abandonó la carrera de psicología
en la Universidad Veracruzana y hacia 1975 se fue a vivir a la Ciudad
de México. Durante sus primeros años en la ciudad, formó un dueto
de canto nuevo con su amigo Gonzalo Rodríguez. En 1976, Rodrigo
González, Gonzalo Rodríguez y otros amigos músicos interpretaron
algunas piezas originales en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de
Bellas Artes.
Con el tiempo, Rockdrigo logró
trabajar al lado de Javier Bátiz en un bar de la glorieta de
Insurgentes llamado Wendy's Pub, alternando con muchos grupos, entre
ellos el Grupo Dama. Fue ahí donde lo conoció José Agustín, quien
le escribió una reseña en el diario Unomásuno, en la cual
declaraba: "si ya hay en el rock de México quien domine a la
perfección la técnica, la cadencia y el ritmo junto con un talento
para componer canciones que retraten nuestra realidad a la altura de
nuestros grandes compositores como José Alfredo Jiménez o Chava
Flores, no puedo más que decir que, de entrada, con Rodrigo González
tenemos un rock más complejo, crítico e inteligente..."
Ya entrada la década de los
ochenta, Rockdrigo, junto a artistas como Jaime López, Roberto
González, Alain Derbez y Rafael Catana, fue un promotor del
Colectivo Rupestre, un núcleo de artistas de importancia para el
desarrollo del rock mexicano. Hacia 1984 se presentó en diversos
foros patrocinado por el CREA y editó un caset de manera
independiente, Hurbanistorias, que a la postre sería el único
material que él supervisara. En septiembre de 1985, Rockdrigo
entabló una negociación con el productor José Xavier "Pepe"
Návar, de la compañía discográfica WEA, con la finalidad de
realizar un disco profesional, proyecto que nunca se llevó a cabo.
La vida de Rockdrigo y su última
pareja, Françoise Bardinet, llegó a su fin con el terremoto del 85,
horas después de una última presentación en ocasión del primer
aniversario del periódico La Jornada. Su departamento estaba ubicado
en un edificio de la calle Bruselas (número 8), en la colonia
Juárez.
A su muerte, con la anuencia de su
padre, don Manuel González Sámano, sus amigos constituyeron la
Asociación Civil Rancho Electrónico con el objetivo de recopilar su
obra y destinar a un fideicomiso las regalías que generara la venta
de sus discos. Este fideicomiso tuvo como fin contribuir a la
educación y manutención de la hija que tuvo con Mireya Escalante,
su pareja desde los años de juventud en Tampico hasta principios de
los ochenta: Amanda Lalena.
Al paso del tiempo, su hija estudió
literatura en la SOGEM. De manera paralela a su trabajo como
escritora, decidió hacer una carrera musical bajo el pseudónimo de
Amandititita.
En noviembre de 1984 se realizó el
Segundo Festival de la Canción Rupestre del Museo Universitario del
Chopo de la UNAM, una serie de presentaciones de músicos
pertenecientes al movimiento de rock en español en la ciudad de
México, cantaurores como Jaime López, Guillermo Briseño, Roberto
González, Eblen Macari, Nina Galindo, Rafael Catana, Roberto Ponce,
Alex Lora (por entonces recién separado de Three souls in my mind) y
el propio Rockdrigo.
Aunque ya desde 1982 entre Jaime
López y el saxofonista Alain Derbez habían organizado las primeras
Jornadas de la Creación Rupestre en el Centro Cultural Ollin
Yoliztli, Rockdrigo fue el autor del Manifiesto rupestre, un texto
jocoserio que acompañó a la difusión de la serie de conciertos en
el Museo Universitario del Chopo:
“No es que los rupestres se hayan
escapado del antiguo Museo de Ciencias Naturales ni mucho menos del
de Antropología, o que hayan llegado de los cerros escondidos en un
camión lleno de gallinas y frijoles. Se trata solamente de un
membrete que se cuelgan todos aquellos que no están muy guapos ni
tienen voz de tenor ni componen como las grandes cimas de la
sabiduría estética, o (lo peor) no tienen un equipo electrónico
sofisticado lleno de sintes y efectos muy locos que apantallen al
primer despistado que se les ponga enfrente. Han tenido que
encuevarse en sus propias alcantarillas de concreto y en muchas
ocasiones quedarse como el chinito ante la cultura: nomás milando.
Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos
con tanto chango y faramalla como acostumbran los no rupestres, pero
tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces
acabadas de salir del ron... son poetas y locochones, rocanroleros y
trovadores, simples y elaborados. Gustan de la fantasía, le mientan
la madre a lo cotidiano, tocan como carpinteros venusinos y cantan
como becerros en un examen final del conservatorio”.
Gran parte de su obra ha sido
editada en cuatro discos por Ediciones Pentagrama: Hurbanistorias, El
profeta del nopal, Aventuras en el Defe y 'No estoy loco. También
existen algunas grabaciones no oficiales distribuidas a través de
internet: Rockdrigo en vivo en el café de los artesanos, de la cual
se retomaron algunas pistas para producir sus discos póstumos en
Ediciones Pentagrama y Rockdrigo en Radio Mexiquense, que incluye
varios de sus temas más conocidos y una larga entrevista sobre su
obra musical, su experiencia como músico callejero y sus proyectos a
futuro.
José Xavier Návar, productor
elegido por Rockdrigo para producir profesionalmente su primer disco
de larga duración con una compañía discográfica internacional,
resguarda las últimas grabaciones del compositor tampiqueño.
Tras la muerte de Rockdrigo,
Ediciones Pentagrama publicó los siguientes cuatro discos:
Hurbanistorias, (Ediciones
Pentagrama, 1986. Reedición en LP).
El profeta del nopal (Ediciones
Pentagrama, 1986).
Aventuras en el defe (Ediciones
Pentagrama, 1989).
No estoy loco (Ediciones
Pentagrama, 1992).
Wikipedia
Despedimos este sentido post, recomendando que visiten la página
en internet http://www.rockdrigo.com.mx en la que parientes, cuates y
admiradores han recopilado mucha información del primer rupestre de
México: notas biográficas muy bien hechas, textos escritos por el
propio Rockdrigo (ensayos, poemas y por supuesto el Manifiesto
rupestre), mp3 de programas de radio o jornadas en vivo,
homenajes, fotos, pdfs, cifrados para tocar las rolas y mucho más.Lo podés escuchar desde acá:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLfmclKY0Yz-4LbMmPaedit2Q7qIch7_Ec
Lista de Temas:
1. El campeón
2. Perro en el Periférico
3. Balada del asalariado
4. Distante instante
5. Oh, yo no sé
6. Rock en vivo
7. Ratas
8. Estación del Metro Balderas
9. Vieja ciudad de hierro
10. Canicas
11. No tengo tiempo (de cambiar mi vida)
12. Rock del Ete
Alineación:
- Rodrigo González, "Rockdrigo" / Voces, guitarras, armónica y cualquier otra cosa que se escuche por ahí