Revista Opinión

Roland Barthes en China (1)

Publicado el 03 febrero 2011 por Tiburciosamsa

Roland Barthes (1915-1980) fue uno de los semiólogos y críticos más famosos del siglo XX. Es uno de mis ídolos, ya que consiguió hacer algo a lo que yo sólo aspiro: ganarme la vida a base de mis pajas mentales.

En abril de 1974 varios de los miembros de la revista “Tel Quel”, en la que Barthes colaboraba, decidieron ir a China a sumergirse en los logros de la gran Revolución Cultural maoísta y arrastraron a Barthes con ellos. “Tel Quel” había sido creada en 1960 como una revista literaria de vanguardia que quería en un principio explorar las implicaciones lingüísticas e ideológicas de la literatura. Desde finales de los 60 añadió a esos objetivos el de revolucionar la literatura y transformar la sociedad (adviértase que ni al principio ni luego consideró como uno de sus objetivos promover la buena literatura). Tras haber coqueteado con el Partido Comunista Francés, en 1971 los muchachos de “Tel Quel” sintieron que el comunismo pro-soviético del PCF era demasiado burgués y se lanzaron en brazos del maoísmo. Resulta tan fácil jugar con las ideologías, cuando uno no tiene que sufrirlas…

La sugerencia inicial del viaje vino de la política y pensadora Maria-Antonietta Macciochi que en 1971 expresó su encanto por la China maoísta, que acababa de visitar, en un pestiño de 560 páginas que despertó las iras de los partidos comunistas de Italia y Francia. La idea la abrazó con entusiasmo el alma mater de “Tel Quel”, Philipe Sollers. Sollers es un buen ejemplo de esa progresía francesa de izquierdas, que a base de pajas mentales y de intelecto no sabrían reconocer una boñiga de vaca si la pisasen. La analizarían, estudiarían su contexto e indagarían su significado y su potencial revolucionario para transformar la sociedad burguesa. Para cuando hubieran descubierto que una boñiga de vaca es una boñiga de vaca y hay que quitársela del zapato, ya habría pasado tanto tiempo que haría meses que tendrían zapatos nuevos y no haría falta actuar. Y por si alguien tuviera alguna duda de la capacidad de Sollers para hacerse pajas mentales, ésta es la explicación que dio de lo que le llevó a China:

Lo que me llevó a China fue la literatura, es decir mi experiencia personal (…) En el 65 apareció un librito mío, “Drama”, que es un intento de búsqueda de la narración más “vacía” posible. Es un ejemplo del camino que en ese momento llevaba hecho desde hacía años y que no esperaba más que un tipo de confirmación en el tejido simbólico chino. Es mediante una experiencia mental y física que he llegado a interesarme por la filosofía china, la poesía china y la disposición del cuerpo chino en relación al lenguaje y a la escritura.[ El salto de la filosofía y la poesía a la disposición del cuerpo chino, me ha despistado. ¿Está sugiriéndonos que las chinas le ponían y quería tirarse a unas cuantas? En tal caso, ¿qué opinaba de eso su mujer Julia Kristeva, que le acompañó al viaje?] Me atraía lo que va a ser una constante en mis intereses en aquel tiempo, el taoísmo. Se trata en primer lugar de una experiencia erótica [Lo dicho, sólo un progre francés se liaría tanto para decirnos que las chinas le ponen].” Al tema chinas se añade otra motivación: el interés por la revolución cultural. De pronto surge una escisión en el movimiento comunista internacional que le dice a Moscú que está equivocado. Dice Sollers: “Se tiene el derecho de rechazar este tipo de experiencia [se refiere a la Revolución Cultural] desde un punto de vista moral; pero eso no impide que se haya producido y que haya trastornado por completo la relación de fuerzas mundial (…) Quien no comprende eso, no comprende nada. Comprender eso significa estar a la altura estratégica del acontecimiento en cuestión que es el mayor acontecimiento mundial de la segunda mitad del siglo. Así sucedió que en esa época en Occidente se produjeron una serie de escisiones; pues a partir de lo que pasa en China, entramos en la era de la escisión.” Esto lo afirmaba Sollers en 1998 y es que hay pasiones que tardan en morir. En mi opinión, lo que cambió la relación de fuerzas mundial no fue la Revolución Cultural, que metió a China en un callejón sin salida, sino las reformas iniciadas por Deng Xiaoping. Lo bueno de los intelectuales es que si no te gusta la motivación que te dan para sus acciones, siempre tienen otra disponible; en esto son como los maridos infieles. Soller también ha dicho: “… tenía una obsesión simple: sostener a los chinos, cueste lo que cueste, en su ruptura con los rusos de la antigua URSS. ¿Debía China seguir siendo una colonia soviética? No. ¿Régimen totalitario y todavía estalinista? Desde luego, ¿pero podía escapar este enorme país?”

Sollers se buscó a otros compañeros de viaje. Éstos fueron: su mujer Julia Kristeva (posiblemente se apuntó para marcar de cerca a su marido y cuidar que no se acercara demasiado a las chinas), François Wahl, Marcelin Pleynet y Roland Barthes. De la lista original de viajeros hubo dos que se cayeron, Severo Sarduy y Jacques Lacan. Es de lamentar que Lacan se cayera de la lista, porque iba dispuesto a hacerse más pajas mentales todavía que Sollers. Lacan, que había estudiado chino, tenía ganas de ir a ver el inconsciente de los chinos, que imaginaba estructurado no como un lenguaje, sino como una escritura. Tal vez Lacan pensase que el inconsciente es algo que se pone a secar en los balcones y que un viaje de tres semanas permite captar todos sus dobleces. Entiendo mejor la motivación de Sollers que sólo tenía ganas de ver lo que había dentro de los pantalones de las chinas.

Quien desentonaba un poco en este grupo era Barthes. Tenía 59 años, no había demostrado un entusiasmo excesivo por el maoísmo y era demasiado epicúreo como para que el rollo puritano revolucionario le atrajera. Años después Philippe Sollers ha confesado que le forzó un poco la mano a Barthes para que les acompañara. Barthes era amigo de sus amigos y posiblemente no supiera decirle que no al responsable de “Tel Quel”, que tan buena acogida daba a sus escritos.


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